jueves, 31 de diciembre de 2009

Santa María, Madre de Dios, solemnidad



Nm 6,22-27: Invocarán mi nombre sobre los israelitas y los bendeciré.
Sal 66,2-3.5.6.8: El Señor tenga piedad y nos bendiga.
Ga 4,4-7: Dios envió a su Hijo nacido de una mujer.
Lc 2,16-21: Encontraron a María y a José y al niño. A los ocho días le pusieron por nombre Jesús.

Nm 6,22-27: Invocarán mi nombre sobre los israelitas y los bendeciré.
El Señor habló a Moisés:
-«Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz." Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»

Sal 66,2-3.5.6.8: El Señor tenga piedad y nos bendiga.
El Señor tenga piedad nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Ga 4,4-7: Dios envió a su Hijo nacido de una mujer.
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama; «¡Abba! Padre». Así que ya no eres esclavo, sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Lc 2,16-21: Encontraron a María y a José y al niño. A los ocho días le pusieron por nombre Jesús.
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo hecho hombre por nuestra salvación.
Hoy celebramos la maternidad de María y a la vez damos inicio a un nuevo año que queremos sea vivido en el Señor.
El evangelio nos regala un breve episodio de la Sagrada Familia. Un hecho significativo porque recién nacido el salvador se presentan algunos pastores para adorar al niño. Y contaban todo lo que habían oído al ángel de Dios sobre Él. Mientras tanto, todo transcurría normal, pero María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Todo esto que María fue viviendo, los peligros por los que fue pasando, no terminaban porque había nacido Jesús, pero todo lo que iba sucediendo era para Ella motivo de contemplación de la obra salvadora de Dios.
La grandeza del nacimiento de Jesús se lo debemos a Dios, pero esto no hubiera sido posible sin el “¡Sí!” de María. Y es lo que estamos celebrando hoy: LA MATERNIDAD DE MARÍA.
En atención a los méritos de su hijo María fue preservada de todo pecado, pues de ella y en ella nacería el Dios-con-nosotros, el Dios-hecho-carne.
Ésta es la grandeza de María, mujer de silencio y de profunda unión con Dios, pues antes de concebir en su seno a su Hijo, ya había concebido a Dios en su corazón. Ella es la mujer de la fe viva y verdadera, no por ello se le ahorraron sacrificios y sufrimientos. El haber dado su respuesta afirmativa al Ángel de Dios,
Fue el inicio de un duro camino: el estar embarazada antes de tiempo, el peligro de ser apedreada porque al que llevaba en su seno no era de José, su esposo; el peligro de ser repudiada por José, el ser mirada con malos ojos por los demás…
Este es un día para dar gracias a Dios por lo que obró en María y a través de María, pues “cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción”.
Así, en María somos hijos, hijos de Dios, por eso podemos decir: «¡Abba! Padre». Pues ya no somos esclavos, sino hijos, y herederos de su gracia por voluntad de Dios.
Que este nuevo año que comenzamos en el Señor nos haga sentirnos cada vez más hijos en el Hijo, hijos de Dios y de María, y que sea bendecido con sus bendiciones.
Celebrar la maternidad de maría es un llamado para nosotros a crecer en el amor a María, sentirla como nuestra madre e imitarla en su amor a Dios, en su amor al prójimo, en su entrega desinteresada a la voluntad de Dios, a renunciar a su propio proyecto por seguir la voluntad de Dios sobre ella y sobre toda la humanidad con su maternidad divina.
Los invito a que juntos pongamos este año en manos de Dios,
para que:
El Señor tenga piedad nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.

Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.
Por último, y pidiendo de Dios su bendición, los bendigo:
"El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz." Amén.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Solemnidad de la Natividad del Señor



Hoy nos ha nacido el Salvador
Regocíjese todo ante el Señor

Is 52,7-10: Los confines de la tierra verán la victoria de nuestro Dios.
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es Rey»!
Escucha, tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Sal 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

Hb 1,1-6: Dios nos ha hablado por su Hijo.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.»

Jn 1,1-18: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
En el principio ya existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo,
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan:
éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe.
No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera,
que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron,
les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre,
ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Éste es de quien dije:
"El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés,
la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás:
Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús, el Dios con nosotros.
Muy feliz Navidad para todos y que el Señor hecho carne como nosotros esté ahora y siempre con ustedes.
Las lecturas de este día nos hablan de este Mesías anunciado desde antiguo y cuya profecía se cumple hoy con su nacimiento en la carne.
Isaías nos invita a alegrarnos porque el Señor vuelve su rostro a su pueblo, “el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios”.
Por otra parte, en la carta a los Hebreos se nos habla de la venida de Jesús en la carne por la predilección que Dios tiene por nosotros, sus hijos, la humanidad que Él mismo creó. Tanto nos ama que nunca se cansó ni se cansará de ingeniárselas para tenernos con Él, junto a Él, es un Padre bueno que hasta llega a la locura de enviar a su hijo hecho carne y pecado por nosotros para morir en la cruz y así redimirnos con su muerte victoriosa y su gloriosa resurrección. “Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo?».
¡¡Qué misterio más grande este Que Dios nos ame así con locura!!
Juan, en su prólogo al evangelio nos presenta, como en las obras griegas, un pantallazo de lo que será el desarrollo de la historia, de esta historia de salvación.
Nos dice que Jesús ya existía en el principio, Él era la Palabra, que estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios. “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron”. Este Dios hecho hombre es el mismo Dios encarnado que nos trae la luz a este mundo que anda en tinieblas porque se ha olvidado de Dios. “La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”. Ésta es la triste historia de nuestra realidad humana caída, que ha preferido vivir de continuo en la oscuridad en vez de optar por la Luz. Pero no todos la rechazan, por eso, “a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”.
Es bueno que de nuestra parte OPTEMOS por Él, por su mensaje y escuchándolo lo pongamos en práctica pues la redención que Dios nos trae requiere de nuestro ¡Sí! dado con generosidad y constancia, no se trata de un voluntarismo sino de convicción en el mensaje de Dios, porque la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, por eso sabemos que contamos con su ayuda.
Que esta Navidad nos ayude a replantearnos nuestra opción por Cristo Jesús, déjalo nacer en tu corazón, no te ocultes en las tinieblas, acepta la Luz que Él te trae para que seas suyo, todo suyo.
Que el Dios con nosotros nos descubra su rostro y nos conceda su paz, su gracia y su amor. Amén.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Cuarto Domingo de Adviento – año C



Señor, muéstranos tu favor y sálvanos
Escucha, Señor, nuestra oración

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Miqueas (5, 1-4)
Esto dice el Señor:
“De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos.
Por eso, el Señor abandonará a Israel, mientras no dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel. El se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 79
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Escúchanos, pastor de Israel; tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate; despierta tu poder y ven a salvarnos.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (10, 5-10)
Hermanos: Al entrar al mundo, Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas; ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradan los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije —porque a mí se refiere la Escritura—: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”.
Comienza por decir: “No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado”, —siendo así que eso es lo que pedía la ley—; y luego añade: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”.
Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (1, 39-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.
Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús, el que es, que era y que vendrá.
Estamos ya con este cuarto domingo de Adviento a las puertas de la Navidad. Las lecturas se centran en la figura de Jesús y de María, la madre virginal de nuestro Señor, el prometido y el esperado de los tiempos. Es lo que se nos expresa en la profecía de Miqueas:
“Esto dice el Señor: “De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos”. Se nos anuncia que de Belén nacerá el Mesías esperado, y que su origen es de antiguo.
Pero esto no sucederá sino cuando “dé a luz la que ha de dar a luz”.
Cuando suceda esto, “entonces el resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel. El se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz”.
Todo esto es signo de la venida y de la presencia del enviado de Dios, del ungido de Dios, porque cuando Él venga será el pastor de su pueblo y reunirá a sus hijos, les dará serenidad y sobre todo su paz. Son los signos de la venida y de la obra del mesías. La paz en un pueblo, y en el pueblo de Israel es signo de la presencia de Dios, es signo de que reina Dios con su poder y por eso no debe temer nada ni a nadie y por eso vive en la PAZ.
En el evangelio de hoy se nos presenta la escena en la cual María se encamina presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, para acompañar a su prima que está embarazada y de la cual nacerá el precursor, Juan el Bautista.
Al entrar ella en la casa de Zacarías y saludar a Isabel, al oír ésta el saludo de María, la creatura saltó en su seno, pues Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y en cierto modo le fue revelada la misión que Dios le había confiado a María, por eso exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Juan queda lleno del Espíritu de Dios como había sido anunciado a Zacarías.
María por su parte, es la creyente que supo renunciar a su proyecto personal para hacer la voluntad de Dios. María sigue viviendo en su humildad el servicio, pero esta vez en un modo más pleno, pues es portadora en su seno de algo mayor, de un fruto que es Dios mismo.
Su ¡SÍ!, dado a Dios con generosidad, se convierte ahora en un ¡Sí! misionero, pues no sólo dará a luz al salvador esperado sino que lo lleva en su seno y transmite el Espíritu de Dios a quienes encuentra.
Ella pudo concebir a Dios en su seno porque lo concibió primero en su corazón y en su espíritu, y por eso es la vasija de la cual Dios toma su barro puro para que su Hijo sea engendrado.
Que el ejemplo de María sea de incentivo para esta preparación inmediata a la Navidad, pidamos a Dios el poder concebirlo en nuestro corazón y en nuestra mente para poder ser como maría, misioneros y anunciadores de la posibilidad de un mundo mejor ¡pues Cristo está naciendo! En ti, en mí, en todos.
¡Muy feliz NAVIDAD! Y que el Señor que nace en la pobreza de un pesebre, asumiendo nuestra débil condición humana, nos ayude a ser conciente de ser cada vez más humanos y cada vez más enriquecidos de su gracia divina. Amén.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Tercer Domingo de Adviento – año C



El Señor es mi Dios y Salvador
El Espíritu del Señor está sobre mí

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Sofonías (3, 14-18)
Canta, hija de Sión, da gritos de júbilo, Israel, gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha levantado su sentencia contra ti, ha expulsado a todos tus enemigos. El Señor será el rey de Israel en medio de ti y ya no temerás ningún mal.
Aquel día dirán a Jerusalén:
“No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti. El se goza y se complace en ti; él te ama y se llenará de júbilo por tu causa, como en los días de fiesta”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Isaías 12
El Señor es mi Dios y salvador.
El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación.
El Señor es mi Dios y salvador.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime.
El Señor es mi Dios y salvador.
Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes.
El Señor es mi Dios y salvador.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses (4, 4-7)
Hermanos míos: Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (3, 10-18)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista: “¿Qué debemos hacer?”
El contestó: “Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”.
También acudían a él los publicanos para que los bautizara, y le preguntaban: “Maestro, ¿qué tenemos que hacer nosotros?”
El les decía: “No cobren más de lo establecido”. Unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?” El les dijo: “No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario”.
Como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. El los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.
Con éstas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
La liturgia nos invita este domingo a alegrarnos en el Señor, en la esperanza de su venida. Es una etapa del Adviento en la cual se nos invita a regocijarnos porque “el Señor ha levantado su sentencia contra ti, ha expulsado a todos tus enemigos. El Señor será el rey de Israel en medio de ti y ya no temerás ningún mal”.
Por eso “alégrense siempre en el Señor” ¡alégrense! Que el Señor está cerca. No se inquieten por nada.
“Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.
Sí, esa es la consigna para este tiempo, pero sin olvidar el sentido del Adviento, tiempo de cambio y de conversión. Es verdad que debemos alegrarnos ante la venida de Jesús, porque ya se cumplen las promesas anunciadas desde antiguo, pero tal alegría y gozo, para que sea verdadero y brote de un corazón renovado debe ser sincera, una alegría que se goza en la amistad con Dios, por eso en aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista: “¿Qué debemos hacer?”
Y su respuesta no fue sino el mirar nuestra propia vida y nuestro actuar, nuestra relación con el prójimo, que es el termómetro de nuestra unión y amistad con Dios.
Y Juan el Bautista, que vino a allanar los caminos y preparar la venida de Jesús con un bautismo de penitencia recomendaba concretamente: “Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”.
A los publicanos les decía cuando le preguntaban ¿qué tenían que hacer: “No cobren más de lo establecido”. Y a los soldados: “No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario”.
Sí, todo este lenguaje ¿no les parece actual?, y es que siempre y en todos los tiempos los pecados y las miserias humanas son las mismas, pero el Señor nos invita a levantar la mirada, pues Él no quiere nuestra condena sino nuestra liberación y salvación, pues para eso mismo vino al mundo y viene cada día y a cada instante en cada hermano y en cada circunstancia.
Es bueno que nos preguntemos cómo nos vamos preparando para la Navidad y la 2° venida de Jesús, no con una mirada de miedo sino de confianza serena y abierta a la misericordia de Dios que nos quiere a su lado y no nos deja solos, como dice el salmo: “El Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación”.
Que Juan el Bautista sea figura de nuestra preparación a estas fiestas, para que celebremos realmente con gozo y alegría en el corazón lo que Dios hizo, hace y hará con y por nosotros.
Porque el Señor ha levantado su sentencia y nos ofrece un tiempo de conversión, viene para librarnos de todos nuestros enemigos ¡el pecado!, que muchas veces se arraiga en nuestros corazones y no nos deja obrar el bien.
No temas pueblo del Señor, porque Él, el Señor es tu Rey y ya no temerás ningún mal. Amén.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Segundo Domingo de Adviento – año C



Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor
¡Ven, Señor, no tardes!

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Baruc (5, 1-9)
Jerusalén, despójate de tus vestidos de luto y aflicción, y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrará tu grandeza a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: “Paz en la justicia y gloria en la piedad”.
Ponte de pie, Jerusalén, sube a la altura, levanta los ojos y contempla a tus hijos, reunidos de oriente y de occidente, a la voz del espíritu, gozosos porque Dios se acordó de ellos. Salieron a pie, llevados por los enemigos; pero Dios te los devuelve llenos de gloria, como príncipes reales.
Dios ha ordenado que se abajen todas las montañas y todas las colinas, que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
Los bosques y los árboles fragantes le darán sombra por orden de Dios. Porque el Señor guiará a Israel en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándolo con su misericordia y su justicia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 125
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aun los mismos paganos con asombro decían: “¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!” Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses
(1, 4-6. 8-11)
Hermanos: Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios, y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la causa del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús.
Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús. Y esta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (3, 1-6)
Gloria a ti, Señor.
En el año décimo quinto del reinado de César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.
Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:
Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
Ya hemos comenzado desde el domingo pasado con un nuevo año litúrgico, y como siempre, con el inicio del Adviento que nos prepara para las dos venidas de Jesús, su encarnación y nacimiento, y la otra en su vuelta como Rey eterno y Pastor de su rebaño, en la parusía.
Al inicio del Adviento recordamos las dos venidas, poniendo hincapié en la segunda venida, y luego, cerca de la Navidad, la reflexión se centra más en el nacimiento de Jesús. Por eso las lecturas nos hablan más bien de hechos que se refieren a “preparar el camino”, la venida del Mesías, pero también la venida en su gloria cuando restaurará todo en su persona.
El profeta Baruc nos da la clave de esta espera, que no es una espera pasiva, como quien se sienta a esperar que venga alguien, sino que es una espera activa y movida por la esperanza en las promesas de Dios a su pueblo; el profeta invita a Jerusalén a despojarse de sus vestidos de luto y aflicción y a vestirse para siempre con el esplendor de la gloria que Dios le da. Pero para esto pide que se cubra con el manto de la justicia de Dios y adornar su cabeza con la diadema de la gloria del Eterno, porque en eso consiste la espera, en vivir en la justicia, es decir, en el cumplimiento de corazón de la ley de Dios, dando a Dios lo que es de Dios y a los hermanos lo que corresponde ejerciendo la caridad que es la perfección de toda ley. Es por eso que si vivimos de esta manera, Dios nos dará un nombre para siempre: “Paz en la justicia y gloria en la piedad”.
La invitación que nos hace el Profeta es a ponernos de pie, levantar los ojos y contemplar, escuchar la voz del espíritu, en el gozo de saber que Dios se acuerda de nosotros y que por eso mismo, por su amor nos invita a esperar, y esperar en Él, en su Hijo, en su promesa.
Porque el Señor nos guiará en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándonos con su misericordia y su justicia.
Que nos dispongamos a esta venida de Jesús que se hace presente ya en el día a día, viviendo en clima de reconciliación y de perdón de los pecados, porque ha resonado una voz en el desierto: “Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”.
Que podamos prepararnos con realismo y con empeño a esta venida del Señor, que no pase desapercibido sino que estando atentos a su paso diario estemos bien dispuestos para su venida definitiva. Amén.