domingo, 25 de enero de 2009

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Año B


Lecturas: Jon 3,1-5.10; Sal 24; 1 Cor 7,29-31; Mc 1,14-20

Queridos hermanos y hermanas en Jesucristo: Las lecturas de este domingo nos recuerdan el don de la conversión. Y digo “don” porque es un regalo de Dios, una llamada de su amor y de su misericordia hacia Él, para volver a Él.
En la primera lectura, aparece el profeta Jonás, uqe por mandato de Dios manda a anunciar a los ninivitas: «Todavía cuarenta días y Nínive será destruída». Su anuncio hizo que los ciudadanos de Nínive creyeran a Dios y con ayunos y penitencias se convirtieron en su conducta, y Dios, al ver su conversión, los perdonó.
Y ¿cómo saber en qué cosa debemos convertirnos, o cómo realizar este camino de conversión?
Con el salmista podemos decir a Dios: “Hazme conocer, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame en tu fidelidad e istrúyeme, porque eres tú el Dios de mi salvación”. Y esto porque la conversión no es un sentimiento, o una emoción que nos lleva por miedo a querer cambiar, es necesario pedir al Señor que él también nos muestre en qué cosas debemos cambiar, pues en definitiva se trata de volver a Él, porque ¡el Señor no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva!, porque “bueno y recto es el Señor, indica a los pecadores la via justa;
guía a los pobres según la justicia, enseña a los pobres su camino”.
San Pablo (de quien hoy -25 de enero- se recuerda su conversión, y en el año paulino) nos dice en su 1° carta a los corintios al respecto del tiempo de la conversión: “Esto les digo, hermanos: el tiempo es breve; de ahora en adelante, quello que tienen mujer, vivan como si no la tuvieran; aquellos que lloran, como si no lloraran; aquellos que se alegran, como si no se alegraran; aquellos que compran, como si no poseyeran; aquellos que usan los bienes del mundo, como si no los usaran plenamente: ¡porque pasa, de hecho, la figura de este mundo!”
Con todo esto, no significa dejar de hacer nuestra vida normal, sino que nos indica una actitud fundamental para llegar a la conversión del corazón y poder ¡vivir anclados en el AMOR DE DIOS!, esta actitud es la de la indiferencia respecto a las cosas de este mundo, respecto a lo que vivimos y poseemos, es decir, vivir DESPRENDIDOS de aquello que tenemos para estar PRENDIDOS del amor de Dios, para estar ¡ENRAIZADOS EN LAS COSAS DE DIOS!
Un ejemplo concreto de esto, de dejarlo todo, de ser deprendidos para seguir a Jesús en el estado de vida que nos llama, es el testimonio de los primeros apóstoles, como lo relata Marcos en el Evangelio: “Jesús fue a la Galilea, proclamando el evangelo de Dios, y decía: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en el Evangelio».
Pasando por el mar de Galilea, ve a Simón y Andrés, hermano de Simón, mientras echaban las redes al mar; eran, de hecho, pescadores. Jesús les dice: «Vengan detrás de mi,y haré que sean pescadores de hombres». Y enseguida dejaron las redes y lo siguieron…”.
Es lo que sucedió con san Pablo, cuando cambió su vida, de perseguidor de Cristianos y de Cristo, a ser Apóstol de Cristo. Jesús se le apareció en Damasco, y lo hizo caer y darse cuenta de su ceguera humana y espiritual… fue así que Pablo comprendió que debía cambiar, convertirse a aquél a quien perseguía con todas sus fuerzas: así llegó a ser un ferviente apóstol de Jesucristo, hasta dar la vida por Él y su Evangelio. También nosotros necesitamos que Jesús nos tire por el suelo y nos haga ver nuestras cegueras, nuestras miopías, que no nos dejan ver y seguir realmente a JESÚS.
Hoy en día es difícil el realizar un camino de conversión y mantenerse en él, pues las cosas de este mundo nos apartan del mensaje Evangélico de Jesús. Vivimos “tapados” de cosas que nos quitan la mirada hacia Jesucristo y su mensaje. Vivimos ocupados y preocupados en lo de todos los días, estresados por lo que nos toca vivir, aún cuando tengamos pocas riquezas o cosas de qué ocuparnos, pero como decíamos, todo esto depende de la actitud fundamental del desprendimiento y de la indiferencia, es decir, del vivir como si nada tuviéramos, sino ¡sólo a Jesús y Jesús solo!
Cada uno sabe bien “donde le ajusta más el zapato”, cada uno de nosotros sabe bien que hay que comenzar a vivir una vida más cristiana, más comprometida en modo más radical con Cristo y con el prójimo, entonces… ¿qué esperamos para cambiar? Si Jesús nos concede cada día su gracia para volver a Él, para CONVERTIRNOS a Él, entonces, no desperdiciemos su gracia.
¡Alabado sea Jesucristo!

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