domingo, 20 de diciembre de 2009

Cuarto Domingo de Adviento – año C



Señor, muéstranos tu favor y sálvanos
Escucha, Señor, nuestra oración

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Miqueas (5, 1-4)
Esto dice el Señor:
“De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos.
Por eso, el Señor abandonará a Israel, mientras no dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel. El se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 79
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Escúchanos, pastor de Israel; tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate; despierta tu poder y ven a salvarnos.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.
Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (10, 5-10)
Hermanos: Al entrar al mundo, Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas; ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradan los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije —porque a mí se refiere la Escritura—: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”.
Comienza por decir: “No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado”, —siendo así que eso es lo que pedía la ley—; y luego añade: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”.
Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (1, 39-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.
Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús, el que es, que era y que vendrá.
Estamos ya con este cuarto domingo de Adviento a las puertas de la Navidad. Las lecturas se centran en la figura de Jesús y de María, la madre virginal de nuestro Señor, el prometido y el esperado de los tiempos. Es lo que se nos expresa en la profecía de Miqueas:
“Esto dice el Señor: “De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos”. Se nos anuncia que de Belén nacerá el Mesías esperado, y que su origen es de antiguo.
Pero esto no sucederá sino cuando “dé a luz la que ha de dar a luz”.
Cuando suceda esto, “entonces el resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel. El se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz”.
Todo esto es signo de la venida y de la presencia del enviado de Dios, del ungido de Dios, porque cuando Él venga será el pastor de su pueblo y reunirá a sus hijos, les dará serenidad y sobre todo su paz. Son los signos de la venida y de la obra del mesías. La paz en un pueblo, y en el pueblo de Israel es signo de la presencia de Dios, es signo de que reina Dios con su poder y por eso no debe temer nada ni a nadie y por eso vive en la PAZ.
En el evangelio de hoy se nos presenta la escena en la cual María se encamina presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, para acompañar a su prima que está embarazada y de la cual nacerá el precursor, Juan el Bautista.
Al entrar ella en la casa de Zacarías y saludar a Isabel, al oír ésta el saludo de María, la creatura saltó en su seno, pues Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y en cierto modo le fue revelada la misión que Dios le había confiado a María, por eso exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Juan queda lleno del Espíritu de Dios como había sido anunciado a Zacarías.
María por su parte, es la creyente que supo renunciar a su proyecto personal para hacer la voluntad de Dios. María sigue viviendo en su humildad el servicio, pero esta vez en un modo más pleno, pues es portadora en su seno de algo mayor, de un fruto que es Dios mismo.
Su ¡SÍ!, dado a Dios con generosidad, se convierte ahora en un ¡Sí! misionero, pues no sólo dará a luz al salvador esperado sino que lo lleva en su seno y transmite el Espíritu de Dios a quienes encuentra.
Ella pudo concebir a Dios en su seno porque lo concibió primero en su corazón y en su espíritu, y por eso es la vasija de la cual Dios toma su barro puro para que su Hijo sea engendrado.
Que el ejemplo de María sea de incentivo para esta preparación inmediata a la Navidad, pidamos a Dios el poder concebirlo en nuestro corazón y en nuestra mente para poder ser como maría, misioneros y anunciadores de la posibilidad de un mundo mejor ¡pues Cristo está naciendo! En ti, en mí, en todos.
¡Muy feliz NAVIDAD! Y que el Señor que nace en la pobreza de un pesebre, asumiendo nuestra débil condición humana, nos ayude a ser conciente de ser cada vez más humanos y cada vez más enriquecidos de su gracia divina. Amén.

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