miércoles, 15 de junio de 2011

Solemnidad de la Santísima Trinidad


Domingo 19 de Junio, 2011

Bendito seas, Señor, para siempre
Busquen primero el Reino de Dios y su justicia

Primera Lectura
Lectura del libro del Exodo (34, 4-6. 8-9)
En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, llevando en la mano las dos tablas de piedra, como le había mandado el Señor. El Señor descendió en una nube y se le hizo presente.
Moisés pronunció entonces el nombre del Señor, y el Señor, pasando delante de él, proclamó: “Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel”.
Al instante, Moisés se postró en tierra y lo adoró, diciendo:
“Si de veras he hallado gracia a tus ojos, dígnate venir ahora con nosotros, aunque este pueblo sea de cabeza dura; perdona nuestras iniquidades y pecados, y tómanos como cosa tuya”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Daniel 3
Bendito seas, Señor, para siempre.
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito sea tu nombre santo y glorioso.
Bendito seas, Señor, para siempre.
Bendito seas en el templo santo y glorioso. Bendito seas en el trono de tu reino.
Bendito seas, Señor, para siempre.
Bendito eres tú, Señor, que penetras con tu mirada los abismos y te sientas en un trono rodeado de querubines. Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo.
Bendito seas, Señor, para siempre.

Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios (13, 11-13)
Hermanos: Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente, vivan en paz y armonía. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes.
Salúdense los unos a los otros con el saludo de paz. Los saludan todos los fieles.  La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (3, 16-18)
Gloria a ti, Señor.
“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca,  sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            Hoy celebramos una fiesta muy importante para nuestra fe y a la vez un tanto difícil de explicar, pues ¿cómo explicar algo que pertenece a la esencia de este Dios en quién creemos? Creo que simplemente queda el contemplar en silencio tal misterio, misterio de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero intentaremos comprender esta realidad desde las lecturas que se nos ofrecen en el día de hoy en la liturgia.
Ya desde antiguo, en la antigua Alianza, Dios se manifestaba como aquél que estaba con su pueblo, a quién se dio a conocer a través de ciertos personajes; es la revelación de Dios. Un hecho importante para el pueblo de Israel fue la salida portentosa de Egipto por la acción de Dios.  Y este Dios se siguió dando a conocer y dio a conocer esta Alianza que sellaba con su pueblo elegido. La primera lectura nos presenta el hecho en el cual Moisés sube al monte Sinaí llevando en la mano las dos tablas de la Ley, como le había mandado el Señor. Así “el Señor descendió en una nube y se le hizo presente. Moisés pronunció entonces el nombre del Señor, y el Señor, pasando delante de él, proclamó: “Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel”.
Al instante, Moisés se postró en tierra y lo adoró, diciendo: “Si de veras he hallado gracia a tus ojos, dígnate venir ahora con nosotros, aunque este pueblo sea de cabeza dura; perdona nuestras iniquidades y pecados, y tómanos como cosa tuya”.
            Se da un hermoso diálogo entre dios y Moisés, donde se resalta el amor de Dios expresado por su pueblo, y a la vez se ve la conciencia realista de Moisés frente a las actitudes de un pueblo de cabeza dura, duro para entender y comprender ese amor de Dios.
Dios, entonces, se da a conocer en el antiguo Testamento como el Dios “fiel, compasivo, clemente, paciente, misericordioso”. Un Dios que camina con su pueblo, lo sostiene, lo alimenta, lo acompaña…
            Y en el nuevo Testamento quien nos revela el verdadero rostro de Dios es Jesús mismo, el Verbo hecho carne, por eso es que dice san Juan: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”. Jesús nos muestra el rostro paterno de Dios, un rostro de amor, y que es tan grande su amor que nos envía a su Hijo hecho hombre por la encarnación para que nos veamos –por su intermedio- liberados del pecado y de la muerte eterna. Y este acto es un acto de fe libre, el de creer en Él.
            Y todo esto, ¿en qué hace referencia a lo que estamos celebrando? Creo que es una hermosa lectura para poder meditar sobre lo que es la Santísima Trinidad; Ella es AMOR, es relación de amor entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, es comunidad de amor, fuente inagotable de amor, y de un amor tan grande que no puede estar sólo en Ella sino que se desborda hacia afuera, y en ese acto de amor somos creados nosotros y sostenidos, y más aún, amados de tal manera que aún cuando habíamos elegido otro camino, Dios se abaja hasta nosotros para devolvernos la dignidad de creaturas, ¡de hijos! Qué hermoso intercambio de amor que llega hasta nosotros y nos ama con amor eterno, hasta el punto de que uno de la Trinidad se hace como nosotros para que nosotros lleguemos a ser como Ellos, como Él. Y esto es más grande aún cuando pensamos en este misterio de la Trinidad al ver que uno como nosotros (Jesús = Dios y hombre verdadero) está en el seno mismo de la Trinidad.
            Por eso hagamos nuestras las palabras de san Pablo: “Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente, vivan en paz y armonía. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes”. Sí, vivamos en alegría al saber que un Dios tan grande se mete en nuestra historia y hace que sea historia de salvación; alegría porque pensar en la Trinidad es pensar y amar  y sentirnos amados, y tal amor debe reinar también entre los hombres y mujeres, por eso, “salúdense los unos a los otros con el saludo de paz”. 
Que “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes”. Amén

miércoles, 8 de junio de 2011

Domingo de Pentecostés


Domingo 12 de Junio, 2011

Solemnidad
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra
¡Qué numerosas son tus obras, Señor!

Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11)
El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban.
Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse.
En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Atónitos y llenos de admiración, preguntaban:
“¿No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judíos y prosélitos; también hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 103
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. ¡Qué numerosas son tus obras, Señor! La tierra llena está de tus creaturas.
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
Si retiras tu aliento, toda creatura muere y vuelve al polvo. Pero envías tu espíritu, que da vida, y renuevas el aspecto de la tierra.
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
Que Dios sea glorificado para siempre y se goce en sus creaturas. Ojalá que le agraden mis palabras y yo me alegraré en el Señor.
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (12, 3-7. 12-13)
Hermanos: Nadie puede llamar a Jesús “Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo.
Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos,  forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Secuencia
Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz, para iluminarnos.
Ven ya, padre de los pobres, luz que penetra en las almas, dador de todos los dones. Fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz en las horas de duelo. Eres pausa en el trabajo; brisa, en un clima de fuego; consuelo, en medio del llanto. Ven, luz santificadora, y entra hasta el fondo del alma de todos
los que te adoran.
Sin tu inspiración divina los hombres nada podemos y el pecado nos domina. Lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y cura nuestras heridas.  Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad, endereza nuestras sendas. Concede a aquellos que  ponen en ti su fe y su confianza tus siete sagrados dones.
Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 19-23)
Gloria a ti, Señor.
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.
Dicho esto, les mostró las manos y el costado.
Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”.
Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo:
“Reciban al Espíritu Santo.
A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que resucitó a Jesús de entre los muertos rompiendo las ataduras del pecado y de la muerte, permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en ustedes y sean signos de la presencia del resucitado en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo derramado en Pentecostés.
            Hoy celebramos con gran alegría el gran acontecimiento de Pentecostés. Para toda la Iglesia es un acontecimiento fuerte.
            El texto de los Hechos de los Apóstoles dice que “El día de Pentecostés, todos los discípulos  estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando  sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron  todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse”.
            Por la acción del mismo Espíritu se derrama sobre los discípulos los dones y carismas para que fortalecidos con su fuerza vayan y anuncien las maravillas de Dios realizadas en y a través de Jesucristo. Porque “Nadie puede llamar a Jesús “Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”.
Y así como “Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el  Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. En verdad, aunque haya multiplicidad de carismas, de servicios y de actividades, quien suscita todo esto en los hombres es Dios, es el Espíritu Santo, y la unidad en esto viene de Él. Pero todo servicio y carisma es un don para el bien común, nadie tenga como suyo algo que le ha sido dado de lo Alto, ni retenga para sí lo que dios le ha confiado para los demás, pues la Iglesia se enriquece a través de la acción del Espíritu Santo que derrama sus carismas sobre los que quiere, pero con una misión específica.
“Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos,  forman un solo cuerpo, así también es Cristo”. Ningún carisma y servicio es igual al otro y sin embargo colaboran a la obra de Dios, como en el cuerpo cada miembro y cada órgano tiene una función específica para bien de todo su mismo cuerpo. “Porque… todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo  Espíritu para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu”.
Y nadie se sienta menos por no tener algo que anhela por creerlo un carisma superior. Ya San Pablo nos lo dijo: “aspiren a los carismas superiores”… esto es, por sobre todo la caridad, pues si tengo por gracia de Dios muchos carismas, es por un don de su amor y para amar más y mejor a Dios y al prójimo y no para enseñorearme de algo que no es mío, o para creerme más que los otros.
Quien se deja guiar por la acción del Espíritu sabe discernir estas cosas, y le será dada la sabiduría para poder vivir y poner al servicio de los demás el carisma que se le ha confiado con tanto amor, por parte de Dios, para sus hermanos.
            Que en este día glorioso podamos invocar al Santo Espíritu de Dios para que descienda sobre nosotros, sobre su Iglesia, para que la purifique, la restaure, la plenifique con carismas y dones especiales para ser cada vez más imagen del verdadero rostro de Dios en el mundo. Amén.