sábado, 21 de noviembre de 2009

Jesucristo, Rey del Universo.



Solemnidad
Señor, tú eres nuestro rey
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Daniel (7, 13-14)
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y fue introducido a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 92
Señor, tú eres nuestro rey.
Tú eres, Señor, el rey de todos los reyes. Estás revestido de poder y majestad.
Señor, tú eres nuestro rey.
Tú mantienes el orbe y no vacila. Eres eterno, y para siempre está firme tu trono.
Señor, tú eres nuestro rey.
Muy dignas de confianza son tus leyes y desde hoy y para siempre, Señor, la santidad adorna tu templo.
Señor, tú eres nuestro rey.

Segunda Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (1, 5-8)
Hermanos míos: Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra; aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Miren: él viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquellos que lo traspasaron. Todos los pueblos de la tierra harán duelo por su causa.
“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (18, 33-37)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó:
“Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.
Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
Con esta solemnidad de Cristo Rey culminamos el tiempo litúrgico para iniciar otro con el Adviento el próximo domingo.
Las dos primeras lecturas nos hablan del fin de los tiempos, de la Parusía, de la venida del Hijo de Dios en su gloria como Rey eterno.
Y las características de esta venida son: que viene entre las nubes del cielo. Que recibe la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo sirven. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido. Que Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra es Aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre.
Él dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso”.
La venida de Cristo en su gloria, al final de los tiempos es una venida en gloria y con poder, pues se sienta como Rey y juez eterno para juzgar a las naciones. Pero dice también que es el que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre, por eso tiene autoridad sobre nosotros, y quiere que nos salvemos.
Pero todo esto será en vano si no vivimos ya desde ahora esta venida de Jesús en lo cotidiano, con la atención puesta en su gracia y en lo que nos regala la vida, para ser dignos de recibir su amor y ser portadores de tal amor a los demás, a los que nos rodean, y ser nosotros signos de su venida en medio de los hombres y mujeres ¡de hoy!
Nada se construye en un instante, y menos nuestra vida, por eso debemos ser conciente de que el amor de Dios y nuestra conversión se va realizando en lo poco, en lo cotidiano, en las luchas y en las penas, en las alegrías y en las esperanzas diarias, donde se va crisolando nuestro corazón, sólo así dejaremos que Jesucristo sea el Rey del universo, el Rey de nuestros corazones, el Rey en nuestras vidas.
Que podamos hacer realidad lo que Jesús quiere, Él que es la Verdad nos ayude a escuchar esa Verdad, escuchar su voz y seguirlo hasta el final.
¡Viva Cristo Rey en nuestras vidas!

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario – año B


Enséñanos, Señor, el camino de la vida
Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Daniel (12, 1-3)
En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo.
Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo.
Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 15
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (10, 11-14. 18)
Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados.
Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado. Porque una vez que los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (13, 24-32)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.
Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
En el contexto de las lecturas que se nos proponen para este domingo, entramos en la lógica de lo que será el final, el fin de los tiempos.
Por un lado, el profeta Daniel habla de un tiempo en el cual se levantará el Arcángel Miguel, y que entonces se salvará el pueblo de Dios, y que muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo. Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.
Lo mismo se nos describe en el evangelio por boca de Jesús: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo”.
El pensar en el fin del mundo, en el final de nuestras vidas, en la muerte, en un juicio particular y final, en una vida después de la muerte en la resurrección, etc., son temas que desde siempre han estado, sólo que muchas veces vivimos como si todo lo que tenemos, todo lo que somos, lo que existe, lo creado, fuera a durar para siempre. Lo cierto es que somos creación y no el Creador, y por tanto somos caducos, tenemos un principio y un final.
Los temas tratados en estas lecturas corresponden a los llamados “Novísimos”, es decir, las cosas que se refieren al final de la vida, la muerte, el juicio, el destino eterno: el cielo o el infierno. Es lo que también llamamos Escatología. El término proviene del griego “ésjatos”: ‘último’ y logos: ‘estudio’. Es decir, trata de los ésjata, o realidades últimas.
Son temas que hacen a nuestra vida de creyentes y que no podemos dejar de lado, pues nuestra vida, nuestra existencia va encaminada al encuentro definitivo con Cristo.
Pero para que el pensar en estas cosas no nos alarme en modo angustioso y nos quite la paz y la armonía, es necesario pensarlos y vivirlos cada día y a cada instante de nuestra existencia. Es decir, cada opción que yo hago, cada decisión que yo tomo repercute en la eternidad. No se llega a una vida de santidad por saber el momento en el cual vamos a morir, o en el momento en el cual se presentará Jesús para llevarnos con Él, sino que la vida de santidad cristiana se construye en el día a día, en las opciones que hago optando por Cristo y los hermanos, tratando de vivir el evangelio, de llevar una vida digna del nombre cristiano.
Es verdad que el pensar en el fin, en la muerte y en el juicio nos aterra muchas veces, pero ese miedo no nos sirve para cambiar, para convertirnos y vivir una vida de gracia en abundancia. Debemos aprender a vivir sabiendo que somos peregrinos en este mundo y que el Señor nos regala su gracia para que la usemos para bien y evitemos el mal.
Estar atentos, vigilando, no significa estar sin hacer nada, esperando sin esperanza, ¡NO!, estar vigilantes significa estar en las cosas de Dios, pues Él me visita a diario y a cada instante para que yo ejercite la gracia que se me regala y la use en bien de los hermanos y de mi salvación.
Que nuestra Opción Fundamental sea Jesucristo, su mensaje, su Reino, el amor a Dios y al prójimo.
Para esto es necesario saber discernir los signos de los tiempos.
“Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta”.
Que podamos crecer en la escucha de la Palabra de Dios y en saber leer y discernir los signos de los tiempos, donde Dios se hace presente en lo cotidiano, para que el día del Señor no nos sorprenda como un ladrón.
¡Alabado sea Jesucristo!

Solemnidad de Todos los Santos



Del Señor es la tierra y lo que ella tiene
Vengan a mí todos los que están fatigados

Primera Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (7, 2-4. 9-14)
Yo, Juan, vi a un ángel que venía del oriente. Traía consigo el sello del Dios vivo y gritaba con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar.
Les dijo: “¡No hagan daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que terminemos de marcar con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios!” Y pude oír el número de los que habían sido marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil, procedentes de todas las tribus de Israel.
Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca; llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: “La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”.
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios, diciendo:
“Amén. La alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro Dios”.
Entonces uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica blanca?” Yo le respondí: “Señor mío, tú eres quien lo sabe”.
Entonces él me dijo: “Son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 23
Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos.
Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso.
Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
Ese obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Esta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob.
Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3, 1-3)
Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como él.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
Hoy celebramos con toda la Iglesia la solemne fiesta de Todos los Santos. Hoy nos unimos con la Iglesia celeste y triunfante en modo especial, pues recordamos a todos aquellos que pasaron por esta tierra haciendo el bien como lo hizo Jesús, en un modo heroico, viviendo las virtudes con empeño y generosidad en la entrega a Dios y los hermanos.
El libro del Apocalipsis nos habla de este grupo de redimidos, que han blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero.
La 1° Carta de Juan nos habla de ese amor que nos ha tenido el Padre para llamarnos “¡HIJOS!”, pues en verdad lo somos, ya que por el bautismo hemos sido incorporados a su familia, Él nos ha adoptado como hijos suyos queridos, y en ese bautismo recibido radica la santidad a la que somos llamados ¡Porque Él mismo es Santo!
El evangelio nos regala las bienaventuranzas, ese discurso dicho por Jesús desde un monte, así como el pueblo de Israel recibió desde un monte, por manos de Moisés, las tablas de la Ley, ahora es Jesús quien nos entrega “la nueva ley”, es decir, nos regala un proyecto de vida.
Quizás para muchos es algo absurdo, pues cómo puede ser que se diga a alguien dichoso por el hecho de sufrir, de padecer, de llorar, de ser perseguido, calumniado, de ser encarcelado… pero de lo que aquí habla Jesús no es del mal, sino de la bienaventuranza, y tal bienaventuranza se logra o se llega a vivir cuando se asume la vida con una actitud distinta, y es la actitud que nos pide Jesús mismo, y que se resume en: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”. ¿Quiénes son estos pobres de espíritu? Son los pobres de Yahveh, son los que viven la pobreza en espíritu, es decir, los que viven anhelando, deseando la riqueza que viene de Dios, y por eso es espiritual. Pobres de espíritu son los que viven necesitando todo de Dios, viven con la necesidad de que Dios los llene, que Dios los colme de su amor, de su gracia, de su espíritu. Éstos son los pobres de espíritu de que hablan las bienaventuranzas.
Es –en definitiva- lo que vivieron los santos: sabiéndose criaturas, hijos de Dios amados por Él, supieron reconocerse criaturas y no el Creador, supieron reconocerse limitados, pobres, pecadores, pero enriquecidos por la gracia de Dios. Supieron vaciarse de todo con tal de ganar al Todo con mayúsculas. Se despojaron de todo y así, en esa miseria, en esa pobreza, se enriquecieron del don de Dios, de su amor, de su misericordia, de su gracia, y llegaron a ser así BIENAVENTURADOS, y ahora brillan como lámparas en el cielo y son un modelo para nosotros aquí en la tierra, porque fueron “imitadores” de Cristo.
Todos, por el bautismo estamos llamados a la santidad, qué bueno sería que cada uno se tomara en serio la propuesta que viene de Dios, y deseara ser santo, no para estar en los altares, sino para vivir esta aventura de amor con Dios y el prójimo, y que es capaz de llenar una vida como nos lo atestiguan los santos.
Que esta solemnidad nos haga reflexionar sobre nuestras vidas y nos haga desear la santidad. Ellos nos aseguran que se puede, que es posible ser santos en esta vida, y que para ello contamos con la gracia de Dios.