jueves, 27 de mayo de 2010

Santísima Trinidad

= Domingo 30 de Mayo, 2010




Solemnidad

¡Qué admirable, Señor, es tu poder!

Escúchanos, Señor



Primera Lectura

Lectura del libro de los Proverbios (8, 22-31)

Esto dice la sabiduría de Dios:

“El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras más antiguas. Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio, antes de que la tierra existiera. Antes de que existieran los abismos y antes de que brotaran los manantiales de las aguas, fui concebida.

Antes de que las montañas y las colinas quedaran asentadas, nací yo. Cuando aún no había hecho el Señor la tierra ni los campos ni el primer polvo del universo, cuando él afianzaba los cielos, ahí estaba yo.

Cuando ceñía con el horizonte la faz del abismo, cuando colgaba las nubes en lo alto, cuando hacía brotar las fuentes del océano, cuando fijó al mar sus límites y mandó a las aguas que no los traspasaran, cuando establecía los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él como arquitecto de sus obras, yo era su encanto cotidiano; todo el tiempo me recreaba en su presencia, jugando con el orbe de la tierra y mis delicias eran estar con los hijos de los hombres”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial

Salmo 8

¡Qué admirable, Señor, es tu poder!

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas, que has creado, me pregunto: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano, para que de él te preocupes?

¡Qué admirable, Señor, es tu poder!

Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo sometiste bajo sus pies.

¡Qué admirable, Señor, es tu poder!

Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas.

¡Qué admirable, Señor, es tu poder!



Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (5, 1-5)

Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en el cual nos encontramos; por él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.

Más aún, nos gloriamos hasta de los sufrimientos, pues sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud sólida, la virtud sólida engendra la esperanza, y la esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Juan (16, 12-15)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. El me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío.

Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas, que el amor del Padre y el Hijo, la comunión con el Espíritu Santo, nos colmen con su paz y su amor.


Hoy celebramos uno de los misterios más grandes de nuestra fe, la Santísima Trinidad: al Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, que con su único Hijo y el Espíritu Santo, son un solo Dios, un solo Señor, no en la singularidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola substancia divina.


Y esto lo creemos porque Él lo reveló, de su Hijo y también del Espíritu Santo, de modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos a tres personas distintas, en la unidad de un solo ser e iguales en su majestad.


La revelación de Dios como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental del mensaje del Nuevo Testamento. El misterio de la Santísima Trinidad ha sido evento salvador antes que una doctrina, pues el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad.


En esta salvación trinitaria, la iniciativa le corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; donde Jesús, en la obediencia al Padre realiza históricamente la salvación con su obediencia al Padre, que por amor se entrega a la muerte; y quien realiza la actualización perenne es el Espíritu Santo, que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo que es la Iglesia.


Las lecturas nos llevan a ilustrar lo que es este misterio trinitario. La primera lectura de los Proverbios es un himno a la sabiduría divina, que es trascendente pues es el proyecto de Dios, su Palabra; pero también es encarnada pues se realiza en la creación y en la historia.


Este himno, ha sido en la tradición cristiana un preanuncio de la encarnación del Verbo (Jn 1), que “al principio estaba junto a Dios…” (Jn 1,2-3), y que al final de los tiempos “se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14).


La carta a los Romanos, san Pablo afirma la dimensión trinitaria de la vida creyente, y el evangelio (Jn 16,12-15) habla del Espíritu como defensor (“Paráclito”) y maestro, es el “Espíritu de la verdad”, que tiene por misión el “llevar a la verdad completa” a todos los hombres


La Revelación tiene su origen en el Padre, se realiza por el Hijo y se perfecciona en la Iglesia con el Espíritu Santo.


¿Y qué nos dice todas estas cosas a nosotros, los creyentes? Esta acción de Dios Uno y Trino la conocemos a través de su manifestación en la historia, en nuestra historia que al ser tocada por Dios se ha convertido en historia de salvación.


La Trinidad nos habla de una comunidad en el amor, una comunidad donde Dios-Amor nos crea y nos redime, todo por amor. Tal comunidad es el ejemplo a seguir en nuestra vida, como comunidad de creyentes, vivir unidos en un solo espíritu y una sola alma por el amor.


Creer en Dios Uno y Trino significa dejarme transformar por el amor inconmensurable de Dios que me ama hasta la locura de salir de sí mismo, para crearme, darse a conocer, salvarme y brindarme lo mejor: su misma vida divina.


Que esta fiesta solemne de la Trinidad nos haga tomar conciencia de nuestro ser cristianos, de nuestro bautismo en nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, para que seamos sus testigos en todo el mundo hasta el fin de los tiempos. Amén.

domingo, 23 de mayo de 2010

Domingo de Pentecostés

Domingo 23 de Mayo, 2010


Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra
¡Qué numerosas son tus obras, Señor!

Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11)
El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban.
Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse.
En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Atónitos y llenos de admiración, preguntaban: “¿No son galileos, todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judíos y prosélitos; también hay cretenses y árabes.
Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 103
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.

Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. ¡Qué numerosas son tus obras, Señor! La tierra está llena de tus creaturas.
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.

Si retiras tu aliento, toda creatura muere y vuelve al polvo. Pero envías tu espíritu, que da vida, y renuevas el aspecto de la tierra.
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.

Que Dios sea glorificado para siempre y se goce en sus creaturas. Ojalá que le agraden mis palabras y yo me alegraré en el Señor.
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (12, 3-7. 12-13)
Hermanos: Nadie puede llamar a Jesús “Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo.
Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Secuencia
Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz, para iluminarnos.
Ven ya, padre de los pobres, luz que penetra en las almas, dador de todos los dones. Fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz en las horas de duelo. Eres pausa en el trabajo; brisa, en un clima de fuego; consuelo, en medio del llanto.
Ven, luz santificadora, y entra hasta el fondo del alma de todos los que te adoran. Sin tu inspiración divina los hombres nada podemos y el pecado nos domina. Lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y cura nuestras heridas.
Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad, endereza nuestras sendas. Concede a aquellos que ponen en ti su fe y su confianza tus siete sagrados dones. Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 19-23)
Gloria a ti, Señor.
l anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”.
Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo:
“Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.







Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas, que el Cristo resucitado de entre los muertos que nos envía su Espíritu, nos colme con su paz y su amor.
Hoy celebramos con toda la Iglesia la venida del Espíritu prometido por Jesús. El Espíritu es la misma vida de Dios. En la Biblia es sinónimo de vida, de dinamicidad. El Espíritu derramado en Pentecostés nos remonta al corazón mismo de la experiencia cristiana y eclesial.

Los Hechos de los Apóstoles nos relatan el evento de Pentecostés, el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús (Lc 24,49: “Por mi parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto”; Hch 1,5.8: “Ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días... ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo”).

Jesús resucitado, al enviar al Espíritu Santo, capacita a la naciente comunidad para una misión universal. Pentecostés es una fiesta judía conocida como “fiesta de las semanas” (Ex 34,22; Num 28,26; Dt 16,10.16; etc.) o “fiesta de la cosecha” (Ex 23,16; Num 28,26; etc.), que se celebraba siete semanas después de la pascua.

Lucas utiliza en primer lugar el símbolo del viento para hablar del don del Espíritu: “De repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso y llenó la casa donde se encontraban” (Hch 2,2). El evento ocurre “de repente”, es una forma de decir que se trata de una manifestación divina. El ruido llega “del cielo”, es decir, del lugar de la trascendencia, desde Dios. Y es como el rumor de una ráfaga de viento impetuoso.

Tanto en hebreo como en griego, espíritu y viento se expresan con una misma palabra (hebreo: ruah; griego: pneuma). No es extraño, que el viento sea uno de los símbolos bíblicos del Espíritu. Recordemos el gesto de Jesús en el evangelio, cuando “sopla” sobre los discípulos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22).

“Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos” (Hch 2,3).El fuego, que es símbolo de Dios como fuerza irresistible y trascendente. Todo lo que entra en contacto con él, como sucede con el fuego, queda transformado. El fuego es también expresión del misterio de la trascendencia divina. En efecto, el ser humano no puede retener el fuego entre sus manos, siempre se le escapa; y, sin embargo, el fuego lo envuelve con su luz y lo conforta con su calor. Así es el Espíritu: poderoso, irresistible, trascendente. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”.

El Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia de la humanidad: la misión universal de la Iglesia. El día de Pentecostés, la gente venida de todas las partes de la tierra “les oía hablar en su propia lengua” (Hch 2,6.8).

Jesús “se presentó en medio de ellos” (v.19). El texto habla de “resurrección” como venida del Señor. Cristo Resucitado no se va, sino que viene de forma nueva y plena a los suyos (cf. Jn 14,28: “me voy y volveré a vosotros”; Jn 16,16-17) y les comunica cuatro dones fundamentales: la paz, el gozo, la misión, y el Espíritu Santo.


Los dones pascuales por excelencia son la paz y el gozo. La misión que el Hijo ha recibido del Padre ahora se vuelve misión de la Iglesia: el perdón de los pecados y la destrucción de las fuerzas del mal que oprimen al ser humano. Para esto Jesús dona el Espíritu a los discípulos. En el texto, en efecto, sobresale el tema de la nueva creación: Jesús “sopló sobre ellos”, como Yahvé cuando creó al ser humano en Gen 2,7 o como Ezequiel que invoca el viento de vida sobre los huesos secos (Ez 37).


Con el don del Espíritu el Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. La misión de la Iglesia que continúa la obra de Cristo realiza la renovación de la humanidad como en una nueva obra creadora en virtud del poder vivificante del Resucitado.


Todo esto nos habla de la misión a la cual nos envía el Señor a través de la acción del Espíritu. Nos llama a ser una nueva creación con su Iglesia, y este estar llenos de su Espíritu nos impulsa a dar testimonio de la obra redentora de Cristo.

domingo, 16 de mayo de 2010

La Ascensión del Señor – Ciclo C


Solemnidad

Señor Jesús, intercede por nosotros

Dios es el rey del universo



Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (1, 1-11)

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.

Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.

Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.

Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial Salmo 46

Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.

Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo.

Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.

Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos.

Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.

Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo.

Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.



Segunda Lectura

Lectura de la carta a los hebreos (9, 24-28; 10, 19-23)

Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.

En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para la salvación de aquellos que lo aguardan, y en él tienen puesta su esperanza.

Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad de poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un sacerdote incomparable al frente de la casa de Dios.

Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable. Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las promesas es fiel a su palabra.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (24, 46-53)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.

Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios



Queridos hermanos y hermanas, que el Cristo resucitado de entre los muertos nos resucite también a nosotros y que su paz y su amor permanezcan siempre con ustedes.



San Agustín

Sermón sobre la Ascensión del Señor, Mai 98, 1-2

Nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con él.

Escuchemos al Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Y así como él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido.

Él fue ya exaltado sobre los cielos; pero sigue padeciendo en la tierra todos los trabajos que nosotros, que somos sus miembros, experimentamos. De lo que dio testimonio cuando exclamó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Así como, tuve hambre, y me disteis de comer.

¿Por qué no vamos a esforzarnos sobre la tierra, de modo que gracias a la fe, la esperanza y la caridad, con las que nos unimos con él, descansemos ya con él en los cielos? Mientras él está allí, sigue estando con nosotros; y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con él allí. Él realiza aquello con su divinidad, su poder y su amor; nosotros, en cambio, aunque no podemos llevarlo a cabo como él con la divinidad, sí que podemos por el amor hacia él.

No se alejó del cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros, cuando regresó hasta él. Él mismo es quien asegura que estaba allí mientras estaba aquí: nadie subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.

Esto se refiere a la unidad, ya que es nuestra cabeza, y nosotros su cuerpo. Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con él, en virtud de que él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios.

En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: «Así es Cristo», sino: Así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros.

Bajó, pues, del cielo por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.



Hermanos y hermanas en Cristo, en virtud de la sangre de Jesucristo, por su muerte y resurrección, y sobre todo por su ascensión al cielo, tenemos la seguridad de poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo. Es decir, Él que nos redimió por su cruz y resurrección nos ha abierto el camino al Paraíso, para que donde Él está estemos también nosotros.

Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque Jesucristo, que nos hizo las promesas es fiel a su palabra. Amén.

viernes, 7 de mayo de 2010

HISTORIA DE LA VIRGEN DE LUJAN


Patrona de la República Argentina

Desde el Brasil partió la imagencita de la Virgen de Luján, hoy venerada en la Basílica. Los acontecimientos se remontan al siglo XVII, cuando Antonio Farías Saa, un hacendado portugués afincado en Sumampa, le escribió a un amigo suyo de Brasil para que le enviara una imagen de la la Virgen en cuyo honor quería levantar una ermita.
En el año 1630 –probablemente en un día del mes de mayo– una caravana de carretas, salida de Buenos Aires rumbo al norte llevando dos imágenes, las que hoy conocemos como 'de Luján' y 'de Sumampa'. La primera representa a la Inmaculada y la segunda a la Madre de Dios con el niño en los brazos. Inmediatamente ambas imágenes emprendieron un largo viaje en carreta con la intención de llegar hasta Sumampa...
Aquí me quedo, decidió la Virgen
En aquel tiempo, las caravanas acamparon al atardecer. En formación cual pequeño fuerte, se preparaban para defenderse de las incursiones nocturnas de las bestias o los malones de los indios. Luego de una noche sin incidentes, partieron a la mañana temprano para cruzar el río Luján, pero la carreta que llevaba las imágenes no pudo ser movida del lugar, a pesar de haberle puesto otras fuertes yuntas de bueyes. Pensando que el exceso de peso era la causa del contratiempo, descargaron la carreta pero ni aún así la misma se movía. Preguntaron entonces al carretero sobre el contenido del cargamento. "Al fondo hay dos pequeñas imágenes de la Virgen", respondió.
Una intuición sobrenatural llevó entonces a los viajantes a descargar uno de los cajoncitos, pero la carreta quedó en su lugar. Subieron ese cajoncito y bajaron el otro, y los bueyes arrastraron sin dificultad la carreta. Cargaron nuevamente el segundo y nuevamente no había quien la moviera. Repetida la prueba, desapareció la dificultad. Abrieron entonces el cajón y encontraron la imagen de la Virgen Inmaculada que hoy se venera en Luján. Y en el territorio pampeano resonó una palabra que en siglos posteriores continuaría brotando de incontables corazones: ¡Milagro! ¡Milagro!
La "Patroncita Morena"
De común acuerdo, se decidió llevar el pequeño cajón a la vivienda más cercana, la de la familia de Don Rosendo de Oramas, donde la imagen fue colocada en lugar de honra.Enterados del prodigio, muchos vecinos acudieron a venerar la imagen y, al crecer la concurrencia, Don Rosendo le hizo construir una ermita donde la Reina de los Cielos permaneció hasta 1674.
Se la llamó 'La Virgen Estanciera' y la 'Patroncita Morena'. El negro Manuel, un pequeño esclavo negro que trabajaba en esa estancia fue testigo de toda esa maravilla. Viendo sus patrones el intenso amor que demostraba a la Virgen, lo destinaron al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos de los peregrinos. Al fallecer Don Rosendo, su estancia quedó abandonada, pero Manuel continuó, con santa constancia, el servicio que se había impuesto.
Muy preocupada con la soledad de la Virgen en esos parajes, la señora Ana de Matos, viuda del capitán español Marcos de Sequeira, propietaria de una estancia ubicada sobre la margen derecha del río Luján y muy bien defendida, no viendo ningún interés de las autoridades civiles y eclesiásticas, le solicitó al administrador de Don Rosendo la cesión de la imagen de la Virgen de Luján. Ella le aseguró el cuidado y la construcción de una capilla digna y cómoda, facilitando la estadía de los peregrinos. Juan de Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña Ana de Matos le pagó por la cesión de la imagen.
Feliz de haber logrado su propósito, la instaló en su oratorio, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió ahí para rezar, descubrió con asombro y angustia que la Virgen no estaba en su altar.
Ello volvió a ocurrir varias veces hasta que, el obispo de Buenos Aires, fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y el gobernador del Río de la Plata, don José Martínez de Salazxar, organizaron el traslado en forma oficial y con todos los honores que merecía Nuestra Señora, acompañada por doña Ana y el negro Manuel, quien esta vez acompañó a su querida Señora.
De este modo la Virgen permaneció en su nueva residencia. Con motivo de esta intervención de la autoridad eclesiástica y confirmado todo lo acontecido por el prudente prelado, se autorizó oficialmente el culto público de la 'Pura y Limpia Concepción del Río Luján'.
Un milagro da origen a la parroquia
Los peregrinos aumentaron notablemente.
En 1677 la señora de Matos donó el terreno donde hoy se levanta la Basílica. En 1684 llegó a Luján el sacerdote Pedro de Montalvo. Sumamente enfermo, pidió a la Virgen su curación, por lo que una vez obtenida quedó como primer capellán, dedicándose por completo a su culto.
El P. Montalvo pertenecía a una noble familia y gozaba de vastas e influyentes relaciones. Con mucho entusiasmo se dedicó a la terminación de la capilla con la ayuda de sus relaciones y de las autoridades coloniales, quienes venciendo obstáculos de toda índole, tuvieron la inigualable satisfacción de inaugurar en 1685 el nuevo Santuario, al que se trasladó la imagen en solemne Procesión, el 8 de Diciembre. Así tuvo su primer palacio la Reina del Plata y su primer custodio oficial, Don Pedro de Montalvo.
Luján, el pueblo de la Virgen, fue creciendo en importancia y se le otorgó el título de Villa. Alrededor de la capilla surgía una población para atender a los peregrinos que acudían de lejos. En vista de ello, el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires constituyó la Parroquia de Nuestra Señora del Río Luján el 23 de octubre de 1730 y designó al P. José Andjujar como su primer párroco.
Don Juan de Lezica y Torrezuri
En 1737 vivía en Bolivia un español, Don Juan Lezica y Torrezuri, español nacido en Vizcaya, quien seriamente enfermo y desahuciado por los médicos, viajó hasta Luján a pedir su curación.
Comenzó una novena a los pies de la Virgen, con el único remedio de beber agua traída de un manantial, mezclada con el aceite de la lámpara de la capilla. El milagro se produjo y, agradecido, volvió a Bolivia.
Nuevamente se dirigió a Luján donde se repitió el milagro, lo que lo decidió a levantar un templo a María Santísima. El obispo Mons. Marcellano y Agramont lo nombró "Fundador, bienhechor síndico del Santuario de Nuestra Señora de Luján". Las obras demoraron 8 años y se concluyeron en 1762, año en que los cabildantes de Luján eligieron y juraron a Nuestra Señora como Reina y Patrona. La Virgen protegió en varias ocasiones a la Villa contra pestes y sequías.
Nuestra primera divisa

El 27 de Junio de 1806, los ingleses invadieron Buenos Aires; el domingo 1º de Julio se prohíbe la celebración de los cultos a Nuestra Señora del Rosario con la solemnidad acostumbrada y el Capitán de Navío de la Real Armada D. Santiago de Liniers y Bremont hace voto solemne a Nuestra Señora ofreciendo las banderas que se tomasen al invasor de reconquistar la ciudad, firmemente persuadido de que lo lograría bajo tan alta protección.
Don Juan Martín de Pueyrredon también comienza a organizar la reacción. Munido de un exorto del gobernador Ruiz Huidobro recluta voluntarios de la campaña por los establecimientos rurales de Pilar, Baradero, Morón, Salto, Arrecifes y Luján.
El 28 de Julio los paisanos se reunieron en Luján, sitio alejado de la ciudad de Buenos Aires, en el que contaban con el apoyo del alcalde Gamboa y del párroco Vicente Montes Carballo. Después del oficio de la Misa, recibieron del Cabildo local el Real Estandarte de la Villa, que en una de sus caras tenía la imagen de la Virgen y en la otra las armas de la Corona, para usarlo frente a las tropas.
A falta de escapularios, que esos gauchos respetuosos de la Fé necesitaban como un escudo protector, el cura les entregó dos cintas que seguramente habrá comprado de prisa en una tienda del pueblo, de colores celeste y blanco, las cuales, no habiendo uniformes, también servían de identificación entre los heroicos voluntarios.
La Virgen de Luján y sus colores, divisa y escapulario en la reconquista de la Patria, ya hace doscientos años.
El P. Jorge María Salvaire C. M. milagrosamente salvado de los indios
En 1872, cuando la villa estaba floreciente, llegó a ella como párroco el P. Jorge María Salvaire francés de origen, lazarista o vicentino.
Dos años después, sus superiores le ordenaron ir a misionar entre los indios infieles quienes, acusándolo de haber llevado una peste de viruela, lo apresaron y lo condenaron a morir lanceado.
El se confió a la Virgen y le prometió dedicar su vida a publicar sus milagros y engrandecer su santuario si se salvaba. Al instante apareció un joven indio, hijo del cacique, y echó su poncho sobre el Padre, en señal de protección. Ese indio lo reconoció a Salvaire (le había salvado la vida en días pasados) y le concedió la libertad.
Fiel a sus promesas, el P. Salvaire redactó su monumental "Historia de Nuestra Señora de Luján", publicada en 1884.
En 1886 viajó a Europa y allí hizo confeccionar una corona para la Virgen. La hizo bendecir por el Papa León XIII quien concedió la autorización para la celebración de su fiesta propia. El 8 de Mayo de 1887 se realizó la Coronación Pontificia de manos de Mons. de Aneiros.
La construcción de la actual Basílica
En ese mismo año de 1887 se colocó la piedra fundamental del nuevo templo. Emprendía así el P. Salvaire la difícil tarea de "engrandecer" la iglesia de Luján. Del punto de vista humano era una pretensión descabellada, sobre todo si tomamos en consideración la ofensiva laicista de aquel momento: obligatoriedad de la escuela laica, matrimonio civil , extrema escasez de clero.
Además, la Argentina padecía una aguda crisis económica.
¿Cómo lanzarse en esas circunstancias a una obra de tal envergadura? El P. Salvaire sonreía, pues conocía la providencialidad de la Virgen sobre estos hechos: poco tiempo después, Monseñor Federico Aneiros respaldó financieramente su proyecto. ¡Cuántas veces se lo vió salir al padre los sábados bien temprano, con su valija negra, partiendo hacia Buenos Aires, donde mendigaba a sus amigos dinero para pagar a los constructores!
Luego de la muerte de Salvaire en 1889, el R. P. Vicente María Dávani C. M., con mano de hierro y un corazón noble, se hace cargo de la terminación de la Basílica, en 1922.
Ilustres visitantes
En una larguísima serie de visitantes ilustres, entre ellos muchísimos próceres argentinos y dignatarios eclesiásticos, se destacan ilustres eclesiásticos como Juan Mastai Ferreti y el Cardenal Eugenio Pacelli, más tarde consagrados Papas con el nombre de Pío IX y Pío XII. Ambos pontífices, son por sorprendente coincidencia, quienes proclamaron los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la gloriosa Asunción de María a los cielos.
El 11 de Junio de 1982, en plena guerra de las Malvinas, el Papa Juan Pablo II oró ante la Virgen de Luján, a quien entregó la Rosa de Oro, condecoración que significa una altísima distinción y es conferida por los Papas a imágenes, personalidades católicas, naciones, ciudades, basílicas y santuarios.
La Rosa de Oro porta la Bendición Papal, está ungida con el Santo Crisma y espolvoreada con incienso. Es una rama de rosal con hojas, flores y pimpollos, realizado en oro puro y colocada en un vaso renacentista de plata, todo resguardado en un estuche de oropel ornado con el escudo del Papa.
En Abril de 1987 nuevamente Juan Pablo II visitó el santuario de Luján donde oró por la paz de la Patria.
El Tercer Centenario
En el 1930, el Obispo de La Plata, Monseñor Francisco Alberti, tuvo el honor de formular a la autoridad pontificia la solemne demanda de confirmar el vivido y aclamado Patronazgo de la Virgen de Luján sobre la Argentina, el Uruguay y el Paraguay. Tal hecho sucedió, luego de autorizado, cuando el 5 de Octubre encontró reunidos a los tres Jerarcas de la Iglesia en las naciones del Plata, con gran pompa y decoro, mientras el Santuario lucía sus mejores galas. Los acompañaban la casi totalidad del Episcopado y la representación de los gobiernos de la Nación y la Provincia. En aquel ambiente de devoción, los Jerarcas juraron oficialmente el maternal Patronazgo.
Pasóse después a la Plaza Belgrano donde continuó la ceremonia entre el tremolar de las banderas, los triunfales acentos de las campanas echadas a vuelo, el cantar incesante de la multitud entusiasmada y mil detalles más. Luego del discurso de Monseñor De Andrea, Obispo titular de Temnos, y de exponerse los deberes que entrañaba para el pueblo en el plano nacional e internacional, recabó ante los presentes el juramento de vasallaje. Momento de indescriptible emoción y de júbilo fue aquel en que un "Si, juramos", estentóreo, vibrante y leal partió de mil bocas atronando los espacios, eternizándose en el tiempo y penetrando hasta el Cielo.
Aciagos tiempos en que la V¡rgen de Luján fue a las catacumbas...
Aciagos y tristes días vivía la Patria. A la malevolencia contra el Clero, trocada en soez calumnia, siguió muy pronto una abierta persecución. Al frustrado conato de revolución del 16 de Junio de 1955 se contestó con la quema de Iglesias y la prisión de numerosos Obispos, sacerdotes y laicos católicos. Nubarrones negrísimos se cernían sobre el cielo de la Patria. Decreto tras decreto, la persecución se abría constantemente brechas más amplias. Hablábase incluso de provocar, mediante una completa intervención del Estado, una ruptura de las relaciones con Roma y la creación de una Iglesia Nacional, dirigida por una burocracia revolucionaria.
Temiendo que se diera aquel paso hacia la herejía y la muerte, se tomaron medidas preventivas. Una de ellas tuvo lugar la obscura noche del 22 de Agosto. Con previa autorización, el Cura Párroco de Luján, asistido por dos nobles servidores, sacó del trono inseguro de su camarín la auténtica e histórica Imagen de la Virgen, reemplazándola por una réplica perfecta, preparada prudentemente de antemano. Levantóse el acta de lo efectuado, y con precauciones infinitas fue depositada la Imagen en un cajón dispuesto de antemano, en el que se encerró también el acta.
Un viejo automóvil partió esa noche, con tres sacerdotes, en el silencio de la cruel persecución que preveían justamente, pues muchos hermanos habían sido muertos. Bajo pretexto de preparar una salida de caza, llegaron a la estancia de la familia Tabacco, donde vivían los señor y señora Tabacco y unos pocos peones. Llenos de lágrimas, dolor y alegría, los dos ancianos tomaron la responsabilidad de mantener oculta la verdadera Imagen, jurando silencio. Nadie se enteró de lo acontecido.
Luego de la Revolución Libertadora y la caída del terrible régimen imperante, el Domingo 27 de Noviembre, a plaza llena, la imagen volvió en una sorpresiva pero solemnísima procesión a su Basílica, cuando por fin, el Interventor Municipal de Luján, Capital de Corbeta D. Carlos Gorostegui, tuvo el altísimo honor de llevar en brazos la auténtica Imagen hasta las dependencias parroquiales, donde, bajo la celosa pero cálida custodia del Sr. Obispo, el Sr. Cura la revistió de sus tradicionales galas antes de restituirla a su Trono.
Los viejecitos Tabacco no quedaron olvidados por su nobilísima colaboración y fidelidad; el Sr. Cura les obsequió la replica de la Imagen que había sustituido esos meses en el Camarín a la auténtica, por ellos, celosa y amablemente custodiada.

domingo, 2 de mayo de 2010

Quinto Domingo de Pascua – Ciclo C

Domingo 02 de Mayo, 2010


Bendeciré al Señor eternamente
El Señor es compasivo y misericordioso

Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (14, 21-27)
En aquellos días, volvieron Pablo y Bernabé a Listra, Iconio y Antioquía, y ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad designaban presbíteros, y con oraciones y ayunos los encomendaban al Señor, en quien habían creído.
Atravesaron luego Pisidia y llegaron a Panfilia; predicaron en Perge y llegaron a Atalía. De ahí se embarcaron para Antioquía, de donde habían salido, con la gracia de Dios, para la misión que acababan de cumplir.
Al llegar, reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 144
Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas.
Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

Que te alaben, Señor, todas tus obras y que todos tus fieles te bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas.
Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

Que muestren a los hombres tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino. Tu reino, Señor, es para siempre, y tu imperio, por todas las generaciones.
Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.

Segunda Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (21, 1-5)
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.

También vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada como una novia, que va a desposarse con su prometido. Oí una gran voz, que venía del cielo, que decía: “Esta es la morada de Dios con los hombres; vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo. Dios les enjugará todas sus lágrimas y ya no habrá muerte ni duelo, ni penas ni llantos, porque ya todo lo antiguo terminó”.

Entonces el que estaba sentado en el trono, dijo: “Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (13, 31-33. 34-35)
Gloria a ti, Señor.

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas, que el Cristo resucitado de entre los muertos nos resucite también a nosotros y que su paz y su amor permanezcan siempre con ustedes.


El texto del evangelio que nos regala la liturgia en el día de hoy, tiene su contexto en la Última Cena de Jesús, en el capítulo 13 del evangelio según san Juan.


Recordemos que en el cuarto evangelio, el relato de la Última Cena tiene algo en particular: Juan dedica un buen espacio al rito del lavatorio de los pies, este gesto que realiza el Maestro con los suyos, que luego será explicado por Él mismo, es un punto clave para entender esta parte del evangelio de hoy.


Imaginémonos la escena… Jesús está con los suyos, en la intimidad de la celebración de la Pascua, sabe que será su última pascua con los suyos, y por eso mismo es como que les deja un legado muy importante que ellos mismos deberán continuar a través de los siglos.


“Y, levantándose, Jesús se puso a lavarle los pies a sus discípulos… terminado el gesto, Jesús les explicó el sentido: “¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman "el Maestro" y "el Señor", y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deberán lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes”.


Tal gesto, fue algo fuerte en los discípulos, y Jesús se aseguró que tal acción fuera traducida en una actitud permanente en la vida de sus apóstoles; y con esto mismo les dijo que les daba un mandamiento nuevo: “que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: si se aman los unos a los otros”.


Si uno de nosotros supiera el momento justo de su muerte y pensara en dejar un legado importante a los suyos, ¿cuál sería? Jesús nos dejo un signo y un mandamiento. Un signo que es una actitud de vida: el servicio humilde y el abajamiento; y un mandamiento que consiste en amarnos como Él nos amó: ¡hasta dar la vida! Pero tal mandamiento tiene una clave importante, y es que van a reconocernos auténticos discípulos de Jesús en el amor que nos tenemos los unos a los otros.


Cuántas veces este mandamiento no se cumple del todo, pero es parte de nuestra fragilidad humana, que mida la entrega y el amor en lo que pueda dar también a cambio; o dando un amor limitado por nuestras heridas, o amando no con la medida de Jesús sino con nuestra propia medida.


Dejémonos amar por Dios, por Jesús con este amor pascual, de entregarse el todo por el todo por cada uno de nosotros, sin medida alguna, para que pudiéramos ser en Él y vivir en Él.


Pidamos al Señor que nos libere de nuestras dolencias y heridas, de nuestros egoísmos y cálculos, para poder amar sin medida, pues la medida del amor con la cual propone que amemos es Él mismo, es decir, un amor que no tuvo límites pues se dio por entero sin dejarse nada a cambio.


Señor Jesús, te amamos por lo que hiciste por nosotros, por tu amor incondicional, haz que podamos vernos liberados de nuestras esclavitudes para poder vivir el mandamiento que nos propones: aamarnos como Tú nos has amado. Amén.