jueves, 26 de agosto de 2010

Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Domingo 29 de Agosto, 2010

Dios da libertad y riqueza a los cautivos
Dios mío, ten piedad de mí

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácide) (3, 19-21. 30-31)
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor, porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria.
No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad.
El hombre prudente medita en su corazón las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 67
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
Ante el Señor, su Dios, gocen los justos, salten de alegría. Entonen alabanzas a su nombre. En honor del Señor toquen la cítara.
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio; él fue quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los cautivos.
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
A tu pueblo extenuado diste fuerzas, nos colmaste, Señor, de tus favores y habitó tu rebaño en esta tierra, que tu amor preparó para los pobres.
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (12, 18-19. 22-24)
Hermanos: Cuando ustedes se acercaron a Dios, no encontraron nada material, como en el Sinaí: ni fuego ardiente, ni oscuridad, ni tinieblas, ni huracán, ni estruendo de trompetas, ni palabras pronunciadas por aquella voz que los israelitas no querían volver a oír nunca.
Ustedes, en cambio, se han acercado a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres, y a los espíritus de los justos que alcanzaron la perfección. Se han acercado a Jesús, el mediador de la nueva alianza.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (14, 1. 7-14)
Gloria a ti, Señor.
Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola:
“Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. 
Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí  mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten asu vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará,  cuando resuciten los justos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, el Señor que dirige nuestros corazones para que amemos a Dios esté con todos ustedes.
La lectura del libro del Eclesiástico que nos propone la liturgia en el día de hoy nos da la clave para leer e interpretar el evangelio, pues nos da la regla de cómo proceder, de cómo comportarnos frente a los demás sin sentirnos superiores a los otros aún cuando por algún motivo o circunstancia alguien ocupe un puesto superior a los demás: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor,  porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria”.
Fue así que un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. 
Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí  mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
Quizás no busquemos los primeros puestos de esta manera, pero sí muchas veces sentimos la tentación de ser reconocidos por los hombres, sentimos la tentación de querer estar ocupando puestos importantes para sentirnos importantes o para que la gente nos tenga como que somos “alguien”, que no valoricen por lo que hemos edificado, por el lugar o el puesto conseguido… quizás eso nos haga sentir más valiosos a los ojos de los demás y más importantes que los demás…
O cuando a veces tratamos de ayudar a los demás, o de prestar un servicio, podemos caer en la tentación de hacerlo pensando -consciente o inconscientemente- en nosotros mismos o en la recompensa que tendremos. En el fondo, quizás es porque no conozco lo que significa verdaderamente dar o darme gratuitamente; o no sé lo que significa ser humilde en verdad.
La humildad significa reconocerse por lo que uno es y tal cual es, sin sentirse superior a los demás, no es complejo de inferioridad, timidez, o falta de autoestima, sino que es la verdad de lo que soy, ni más ni menos. Y la gratuidad es salir de uno mismo, del egocentrismo, y en esto el evangelio nos lo dice, que la gratuidad está en el amor verdadero, cuando "comercializo" o busco recompensa en el amor, éste se destruye y muere. Por eso Jesús luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede  ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un  banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque  ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará,  cuando resuciten los justos”.
Que podamos aprender de las enseñanzas del Señor a ser humildes y generosos en el amor verdadero para que nuestra recompensa sea Dios sólo y su resurrección. Amén. 

sábado, 21 de agosto de 2010

Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Domingo 22 de Agosto, 2010




Ten piedad de mí, Dios mío

Que alaben al Señor todas las naciones



Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Isaías (66, 18-21)

Esto dice el Señor: “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua. Vendrán y verán mi gloria. Pondré en medio de ellos un signo, y enviaré como mensajeros a algunos de los supervivientes hasta los países más lejanos y las islas más remotas, que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria, y ellos darán a conocer mi nombre a las naciones.

Así como los hijos de Israel traen ofrendas al templo del Señor en vasijas limpias, así también mis mensajeros traerán, de todos los países, como ofrenda al Señor, a los hermanos de ustedes a caballo, en carro, en literas, en mulos y camellos, hasta mi monte santo de Jerusalén. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial Salmo 116

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos.

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre.

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.



Segunda Lectura

Lectura de la carta a los hebreos (12, 5-7. 11-13)

Hermanos: Ya se han olvidado ustedes de la exhortación que Dios les dirigió, como a hijos, diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a los que ama, y da azotes a sus hijos predilectos. Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos?

Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad. Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes; caminen por un camino plano, para que el cojo ya no se tropiece, sino más bien se alivie.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (13, 22-30)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”

Jesús le respondió:

“Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo:

‘¡Señor, ábrenos!’ Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’.

Entonces le dirán con insistencia: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él replicará: ‘Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal’. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera.

Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en el Señor, que la gracia y la paz de parte del padre de las misericordias esté con ustedes.

Hoy la liturgia nos presenta una serie de textos que nos hablan de algunos temas como la corrección, el estar atentos, sobre los que se salvan, etc.

Nos detendremos en la segunda lectura y en el evangelio.

El evangelio nos presenta a Jesús que mientras se encamina a Jerusalén enseñando por ciudades y pueblos, alguien le pregunta: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”

Jesús venía hablando a la gente sobre el Reino de Dios, sin embargo, la pregunta que le hacen va dirigida a la posibilidad de salvación; y es que el entrar en el Reino de Dios implica un camino de salvación. Por eso Jesús les dijo: “Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo:

‘¡Señor, ábrenos!’ Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’. Entonces le dirán con insistencia: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’”. Y es que la salvación no depende del sólo conocimiento de Dios, va más allá de ese “conocerlo”, por eso él les replicará: “Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal”.

Lo que sucede es que no basta con saber sobre Jesús o tener fe en él, no basta la sola fe, es necesario que esa fe sea vivida a pleno, “con” compromiso, y no sólo “por” compromiso. La carta a los hebreos nos ayuda a entender un poco mejor de lo que se trata cuando se nos dice: “Ya se han olvidado ustedes de la exhortación que Dios les dirigió, como a hijos, diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a los que ama, y da azotes a sus hijos predilectos. Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos?” Es que Dios quiere lo mejor de nosotros, y sólo cuando el oro es acrisolado es que se saca lo mejor de sí. Lo mismo sucede con nosotros, por eso Dios nos corrige, para que crezcamos en Él. “Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad. Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes…”.

Y así, con nuestro testimonio y la gracia de Dios que actúa en nosotros, hará que muchos “vengan del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”. Porque así lo dice el Señor Dios a través del profeta Isaías: “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua. Vendrán y verán mi gloria. Pondré en medio de ellos un signo, y enviaré como mensajeros a algunos de los supervivientes hasta los países más lejanos y las islas más remotas, que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria, y ellos darán a conocer mi nombre a las naciones”. Amén.

viernes, 13 de agosto de 2010

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

Domingo 15 de Agosto, 2010

Misa del día
Santo es su nombre
María fue llevada al cielo y los ángeles se alegran

Primera Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (11, 19; 12,1-6. 10)
Se abrió el templo de Dios en el cielo y dentro de él se vio el arca de la alianza. Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y a punto de dar a luz y gemía con los dolores del parto.
Pero apareció también en el cielo otra figura: un enorme dragón, color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y una corona en cada una de sus siete cabezas. Con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.
Después se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo, en cuanto éste naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue
llevado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios.
Entonces oí en el cielo una voz poderosa, que decía: “Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 44
De pie, a tu derecha, está la reina.
Hijas de reyes salen a tu encuentro. De pie, a tu derecha, está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
De pie, a tu derecha, está la reina.
Escucha, hija, mira y pon atención: olvida a tu pueblo y la casa paterna; el rey está prendado de tu belleza; ríndele homenaje, porque él es tu señor.
De pie, a tu derecha, está la reina.
Entre alegría y regocijo van entrando en el palacio real. A cambio de tus padres, tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra.
De pie, a tu derecha, está la reina.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (15, 20-27)
Hermanos: Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos.
En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; 
después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo. 
Enseguida será la consumación, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte, porque todo lo ha sometido Dios bajo los pies de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (1, 39-56)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Entonces dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas 
el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen. Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, 
destronó a los potentados y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, 
su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre”.
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, el Señor que dirige nuestros corazones para que amemos a Dios esté con todos ustedes.
La solemnidad del 15 de agosto celebra la gloriosa Asunción de María al cielo: fiesta de su destino de plenitud y de bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hechos hermanos teniendo "en común con ellos la carne y la sangre" (Hb 2, 14; cf. Gal 4, 4). La solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene lugar ocho días después y en la que se contempla a Aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre (Marialis Cultus, n. 6).
La primera lectura relata el combate que se da entre una mujer a punto de dar a luz y un monstruo poderoso que se ha apropiado de una buena parte del mundo y quiere arrebatarle el hijo a la mujer en el momento que nazca. Este relato del Apocalípsis nos lleva a mirar en estos personajes a María que va a dar a luz a Jesús, y al gran dragón como el mismo Satanás que busca la perdición de la humanidad entera y que no quiere dejar que se salven por la acción del Cordero, del Mesías, el Cristo, el Hijo nacido de María Virgen. Es la representación de la lucha entre la Iglesia y el poder del mal, pero también nos muestra a María-Madre-Iglesia que da a luz a sus hijos y que son perseguidos por el diablo y sus seguidores. Pero sabemos que esta batalla está ya vencida por Cristo: “Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías”.
La segunda lectura puede ayudarnos a entender que así como Cristo es el nuevo Adán, que trae la primicia de la resurrección, debido a la muerte que había entrado en el mundo por el primer hombre, así también en María, la nueva Eva encontramos las primicias de Aquella que es de nuestra raza y está ahora resucitada en la gloria de Dios. Ella intercede por nosotros, sus hijos, que todavía peregrinamos en este mundo y sufrimos los combates del maligno.
Y es que Ella, antes de concebir a la Palabra en su seno, había ya concebido a Dios en su corazón. Ella, que visitó a Isabel y se mostró solícita a las necesidades de los demás, hoy sigue atenta a las necesidades de nosotros sus hijos. Por eso su canto de alabanza y gloria a Dios por las obras que realizó y realiza en Ella y a través de Ella en bien de la humanidad.
Con esta solemnidad que celebramos hoy, María se transforma en nuestra esperanza y en nuestro compromiso para transformar este mundo, para que sea un lugar de fraternidad.  María hoy nos invita a mirar a la realidad con ojos nuevos y descubrir la presencia de Dios en este mundo en que vivimos.
Ella llegó ya donde nosotros esperamos un día estar, mientras nos acompaña y asiste con su maternidad porque esta fiesta es suya pero también nuestra, ya que: "Es la fiesta de su destino de plenitud y bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos teniendo en común con ellos la carne y la sangre" (Marialis Cultus, n. 6).
Que al celebrar a María alimentemos nuestro amor hacia Ella, la humilde sierva del Señor que concibiendo a Dios en su corazón lo dio a luz y nos lo hizo cercano a nosotros para que podamos un día llegar a Él. Amén.

domingo, 8 de agosto de 2010

Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario- Año C

Domingo 08 de Agosto, 2010

Dichoso el pueblo escogido por Dios
Que los justos aclamen al Señor

Primera Lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (18, 6-9)
La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a nuestros padres, para que se confortaran 
al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído.
Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios nos cubriste de gloria a tus elegidos.
Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. Y ya desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 32
Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Que los justos aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo. Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, dichoso el pueblo que eligió por suyo.
Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
Dichoso el pueblo escogido por Dios.
En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. 
Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado.
Dichoso el pueblo escogido por Dios.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (11, 1-2. 8-19)
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores. Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe, vivió como 
extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él.
Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. 
Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra.Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.
Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (12, 32-48)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. 
Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón. Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá.
Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.
Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre”.
Entonces Pedro le preguntó a Jesús: “¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?” El Señor le respondió: “Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene.
Pero si este siervo piensa: ‘Mi amo tardará en llegar’ y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales.
El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, el Señor que dirige nuestros corazones para que amemos a Dios esté con todos ustedes.
El evangelio de hoy tiene relación con la parábola del domingo anterior del rico necio. La actitud de confianza: “no temas, rebaño mío, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino”. 
Esta exhortación expresa la ternura y protección que Dios ofrece a su pueblo. Si unimos el texto del domingo pasado con el de hoy, comprendemos que el reino es regalo, lo demás es superfluo.
Lucas nos invita a la vigilancia, consciente de la ausencia de su Señor, a una comunidad que espera su regreso. Cristo ha venido en la carne y ha de venir en gloria; si bien está fuera de la historia actúa en ella. La historia presente, tiempo de la iglesia, es tiempo de vigilancia.
El punto clave está en la invitación “estén preparados”, es decir, lo importante es el hoy. El Reino es, al mismo tiempo, presente y algo todavía por venir. De ahí la doble actitud 
a cultivar por parte del cristiano: desprendimiento y vigilancia. Desprenderse de los los bienes
de este mundo buscando las cosas del cielo.
La vida del cristiano debe ser toda ella una preparación para elencuentro con el Señor. Preparación que no debe fundarse en el temor y en el miedo a la muerte o al juicio, sino una espera fundamentada en el gozo del encuentro definitivo con el Señor, encuentro con Cristo que conduce a la Casa del Padre.
La pregunta de Pedro y la respuesta de Jesús, nos demuestra que tal exhortación a actuar y perseverar en vigilancia toca en primer lugar a los que son “la cabeza” de la comunidad, o para los que “están al servicio” de la comunidad. La resurrección a la vida depende del modo como ejercitaron ese servicio.
Todo esto puede llevar a preguntarnos ¿cuál es mi tesoro, qué es lo que me mueve?
¿En qué está puesta nuestra esperanza? ¿Somos capaces de reconocer a Dios que viene en cada momento?
Vivamos siempre unidos a Aquél que puede darnos el gozo de ser y de vivir en este mundo confiados en su voluntad. Que nada ni nadie pueda quitarnos esta felicidad de la espera gozosa en el Señor viviendo lo ordinario en modo extraordinario. Amén.