miércoles, 26 de octubre de 2011

Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A


Domingo 30 de Octubre, 2011

Día del Señor
Señor, consérvame en tu paz
Escucha, Señor, la oración de tus hijos

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Malaquías (1, 14—2, 2. 8-10)
Yo soy el rey soberano, dice el Señor de los ejércitos; mi nombre es temible entre las naciones.  Ahora les voy a dar a ustedes, sacerdotesestas advertencias: Si no me escuchan y si no se proponen de corazón dar gloria a mi nombreyo mandaré contra ustedes la maldición”.
Esto dice el Señor de los ejércitos:
Ustedes se han apartado del camino, han hecho tropezar muchos en la ley; han anulado la alianza que hice con la tribu sacerdotal de Leví.  Por eso yo los hago despreciables y viles ante todo el pueblo, pues no han seguido mi camino y han aplicado la ley con parcialidad”.
¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos traicionamos entre hermanos, profanando así la alianza de nuestros padres?
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 130
Señor, consérvame en tu paz.
Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos soberbios; no pretendo grandezas que superen mi capacidad.

Estoy, Señor, por lo contrariotranquilo y en silencio,
como niño recién amamantado en los brazos maternos.

Que igual en el Señor esperen los hijos de Israel, ahora siempre.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (2, 7-9. 13)
Hermanos: Cuando estuvimos entre ustedes, los tratamos con la misma ternura con la que una madre estrecha en su regazo a sus pequeños.
Tan grande es nuestro afecto por ustedes, que hubiéramos querido entregarles, no solamente el Evangelio de Dios, sino también nuestra propia vida, porque han llegado a sernos sumamente queridos.
Sin duda, hermanos, ustedes se acuerdan de nuestros esfuerzos y fatigas, puestrabajando de día y de noche, a fin de no ser una carga para nadie, les hemos predicado el Evangelio de Dios.
Ahora damos gracias a Dios continuamente, porque al recibir ustedes la palabra que les hemos predicado, la aceptaron, no como palabra humanasino como lo que realmente es: palabra de Dios, que sigue actuando en ustedes, los creyentes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo (23, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les diganpero no imiten sus obrasporque dicen una cosahacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente.
Ensanchan las filacterias las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.
A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidorporque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            En la primera Lectura, escrito por el profeta Malaquías (מַלְאָכִי) -posiblemente este no era el verdadero nombre del autor, puesto que Malaki significa 'mi mensajero', 'mi enviado' o 'mi ángel' en hebreo-, clero (especialmente) y fieles se habían alejado de las enseñanzas de Dios por medio de los profetas, llegándose a refugiar en el culto; de ahí quiere sacar Malaquías al pueblo, donde los levitas son responsables principales pues han traicionado su misión de ayudar en la liturgia y de enseñar la Ley, llegando a escandalizar a los fieles con sus interpretaciones laxistas y arrastrando al pueblo a apartarse de la Ley: “Ustedes se han apartado del camino, han hecho tropezar a muchos en la ley; han anulado la  alianza que hice con la tribu sacerdotal de Leví”.   
            En el Evangelio, Jesús se dirige a los discípulos y al pueblo denunciando la conducta de los escribas y fariseos para prevenirlos de su mala influencia: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y  fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosay hacen otra”.  Los escribas y fariseos se sientan en la cátedra de Moisés porque ellos eran aceptados por Israel como maestros legítimos de la Ley, encargados de estudiarla y explicarla al pueblo, es por eso que Jesús reconoce su doctrina, su enseñanza, su magisterio y ordena al pueblo que cumplan lo que ellos dicen (pero no lo que ellos hacen…): “Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente.
Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’”. Sí, Jesús denuncia la hipocresía de estos que se hacen llamar “maestros” pero que no ayudan para nada a llevar la carga que imponen a los demás.
            En efecto, los escribas y fariseos hacían en torno a la Ley una carga insoportable que ni ellos mismos cumplían, pues se debía cumplir hasta los más mínimos detalles.
            Se hacían llamar "rabí" ("mi maestro"). También se hacían llamar "padre" y "preceptores", el punto no está en que se hagan llamar así, sino en sus actitudes que no corresponden con lo que en teoría son o deben ser, en fin, son incoherentes; y Jesús dice al respecto : “Ustedes, en cambio, no dejen que los  llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.
A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Jesús critica todo estos títulos con los cuales se ponen por encima de los demás, pues no se trata de ponerse títulos, creerse importantes respecto a los demás, sino que el punto es ser servidores de los otros, y sentirse hijos de un mismo Padre, pues todos somos hermanos.
            La crítica de Jesús a los escribas y fariseos puede compararse con la crítica del profeta Malaquías, porque en ambas situaciones quienes deben dar el ejemplo y guiar y ayudar al pueblo no lo hacen, y crean confusión y apartan a la gente del verdadero camino de Dios.
            Y ¿por qué nosotros usamos estos términos que Jesús critica? Simplemente porque deben ser usados como una participación en la Paternidad de Dios, es decir, sólo se podrían usar para significar una misión encomendada por Dios teniendo bien en claro que no son títulos sino SERVICIOS a través de los cuales se guía, acompaña y ayuda al pueblo de Dios.
            En la segunda Lectura, vemos el ejemplo de Pablo que nos ayuda a entender cómo debe ser esto del servicio sobre lo cual venimos reflexionando: “Cuando estuvimos entre ustedes, los tratamos con la misma ternura con la que una madre estrecha en su regazo a sus pequeños. Tan grande es nuestro afecto por ustedes, que hubiéramos querido entregarles, no solamente el Evangelio de Dios, sino también nuestra propia vida, porque han llegado a sernos sumamente queridos”.
            Pidamos hermanos y hermanas al Señor que nos ayude a comprender lo que significa la hermosa misión del servidor, para no servirnos de los demás sino servir a los demás a imagen del Dios y Padre bueno que nos ama y nos sostiene como “una madre estrecha en su regazo a sus pequeños”. Amén.

miércoles, 19 de octubre de 2011


Domingo 23 de Octubre, 2011

Jornada Mundial de las Misiones
Alégrese el corazón de los que buscan al Señor
Tú, Señor, eres mi refugio
Bendito seas, Señor, que me proteges

Primera Lectura
Lectura del libro del Éxodo (22, 20-26)
Esto dice el Señor a su pueblo:
“No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada, tus mujeres quedarán viudas y tus hijos, huérfanos.
Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque no tiene otra cosa con qué cubrirse; su manto es su único cobertor y si no se lo devuelves, ¿cómo va a dormir? Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 17
Tú, Señor, eres mi refugio. 
Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza, el Dios que me protege y me libera.

Tú eres mi refugio, mi salvación, mi escudo, mi castillo. Cuando invoqué al Señor de mi esperanza, al punto me libró de mi enemigo.

Bendito seas, Señor, que me proteges; que tú, mi salvador, seas bendecido. Tú concediste al rey grandes victorias y mostraste tu amor a tu elegido.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (1, 5-10)
Hermanos: Bien saben cómo hemos actuado entre ustedes para su bien. Ustedes, por su parte, se hicieron imitadores nuestros y del Señor, pues en medio de muchas tribulaciones y con la alegría que da el Espíritu Santo, han aceptado la palabra de Dios en tal forma, que han llegado a ser ejemplo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya, porque de ustedes partió y se ha difundido la palabra del Señor; y su fe en Dios ha llegado a ser conocida, no sólo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes; de tal manera, que nosotros ya no teníamos necesidad de decir nada.
Porque ellos mismos cuentan de qué manera tan favorable nos acogieron ustedes y cómo, abandonando los ídolos, se convirtieron al Dios vivo y verdadero para servirlo, esperando que venga desde el cielo su Hijo, Jesús, a quien él resucitó de entre los muertos, y es quien nos libra del castigo venidero.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (22, 34-40)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            En el Evangelio de hoy volvemos a ver que los que interrogan a Jesús lo hacen con una mala intención, de probarlo y de agarrarlo en alguna afirmación para atacarlo. Quienes lo cuestionan son un grupo de fariseos luego del fracaso de los saduceos contra Jesús. Quizás para nosotros la pregunta no tiene mucha relevancia, pues conocemos el mensaje de Jesús, pero para ellos -los contemporáneos a Jesús- era una cuestión tratada en las distintas escuelas rabínicas, pues los Maestros de la Ley distinguían y decían que los preceptos eran 248 y las prohibiciones 365 en total.
            Por eso mismo la pregunta –más allá de la intención de quienes preguntan- era compleja, pues en medio de tantas prescripciones uno podía marearse, pero la respuesta de Jesús aporta algo nuevo, pues no subraya el precepto del amor a Dios como único, fundamental y en primer lugar respecto a los demás, pues se suponía que los judíos sabían y conocían la prioridad absoluta de Dios por sobre todo y por tanto este precepto que recitaban dos veces al día (por la mañana y por la noche) debía ser el principal entre todos (Dt 6, 4-5), y que además se lo bordaba en las mangas de los vestidos y se lo escribía en los dinteles de las puertas.
            Lo que agrega Jesús como nuevo es: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”. Si bien no pone a un mismo nivel el precepto del amor a Dios y el precepto del amor al prójimo, pues tienen su orden de prioridad, sí declara más exactamente que ambos preceptos son inseparables y forman el centro y fundamento de toda la Ley y los Profetas.
            La respuesta de Jesús es fundamental para la vida cristiana, para quien se decide seguirlo, pues es justamente lo que Él enseñó: el amor a Dios no se entiende separado del amor al prójimo, y esto lo demuestra en muchas oportunidades, como lo hace en la parábola del buen samaritano, no por nada dice habla de dos personajes religiosos que pasan y no hacen nada y quien se detiene a socorrer al que está herido es un samaritano; quienes son levitas o doctores de la Ley saben muy bien de la ley del amor a Dios, pero les cuesta quizás vivirlo con el prójimo. Jesús mismo lo demostró cuando lo crucificaron: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; “te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” (al ladrón arrepentido)... y así podríamos pasar muchos texto que hablan de esta unidad en el amor. Es que Dios es Amor, y quien ama a Dios debe –por tanto- amar a sus hermanos. San Juan lo expresa en su primera carta de una manera clara y tajante: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano, al que ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4,20). Y así es, pues querer separar -en la vida cristiana- el mandamiento del amor a Dios y del amor al prójimo sería algo tan absurdo como intentar separar a Cristo su humanidad de su divinidad. Estos dos mandamientos, si bien tienen una distinción, los dos aparecen como dos aspectos de un mismo mandamiento, pues no se entienden separados el uno del otro; y tal es así que cualquier otra ley que sea representación de la voluntad divina debe ser expresión de este amor único en sus dos aspectos.
            Por otra parte, Jesús da un nuevo sentido al concepto de “prójimo”, pues el judaísmo, sobre todo en tiempo de Jesús, miraba en el prójimo sólo aquellos que compartían las mismas creencias, pero no así el extranjero y el pagano (como lo presenta la 1° lectura del libro Éxodo que hoy leemos: Ex 22, 20-26). Esto que hace Jesús, de incluir en toda persona al prójimo, es algo nuevo, pues cualquiera es objeto del amor de Dios, y así debe ser para todo aquél que viva verdaderamente el seguimiento de Jesús.
            Aquí se dejan de lado las diferencias de raza, creencias y condición para tomar a cada persona por prójimo y por objeto del mismo amor a Dios; con esto el mismo Jesús anula toda diferencia y discriminación. Pero hay todavía una cosa más, Jesús manda amar al prójimo como a sí mismo; por tanto, hay un mayor compromiso en el cuidado del otro, y si seguimos con la reflexión, podríamos decir que al amar a Dios lo hacemos porque Él nos amó primero, y si nos amamos personalmente con un poco del amor y de la misericordia que Él nos tiene, entonces ese amor al prójimo como a sí mismo se transforma en un amor como Dios mismo nos ama. Por eso debemos afirmar que el primado del amor de Dios, a quien hay que amar con todas las fuerzas, debe ocupar el primer lugar en nuestro corazón junto con el amor al prójimo.
            Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de sentirnos amados profundamente por Él, para poder también nosotros amar a nuestros hermanos (prójimo) de cualquier condición con el amor con que nosotros somos amados por Él. Amén.