domingo, 12 de febrero de 2012

Sexto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Domingo 12 de Febrero, 2012

Día del Señor
Señor, muéstranos tu gloria y tu compasión
Sírveme de defensa, Dios mío

Primera Lectura
Lectura del libro del Levítico (13, 1-2. 44-46)
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: “Cuando alguno tenga en su carne una o varias manchas escamosas o una mancha blanca y brillante, síntomas de la lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón o ante cualquiera de sus hijos sacerdotes.
Se trata de un leproso, y el sacerdote lo declarará impuro. El que haya sido declarado enfermo de lepra, traerá la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando: ‘¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!’ Mientras le dure la lepra, seguirá impuro, y vivirá solo, fuera del campamento”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 31
Perdona, Señor, nuestros pecados.
Dichoso aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño.

Ante el Señor reconocí mi culpa, no oculté mi pecado. Te confesé, Señor, mi gran delito y tú me has perdonado.

Alégrense con el Señor y regocíjense los justos todos y todos los hombres de corazón sincero canten de gozo.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10, 31—11, 1)
Hermanos:
Todo lo que hagan ustedes, sea comer, o beber, o cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios. No den motivo de escándalo ni a los judíos, ni a los paganos, ni a la comunidad cristiana. Por mi parte, yo procuro dar gusto a todos en todo, sin buscar mi propio interés, sino eI de los demás, para que se salven. Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 40-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, adonde acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            En la primera lectura se nos presenta cómo en la tradición judía la enfermedad era considerada como una maldición o castigo de Dios como una consecuencia del pecado de la persona en cuestión o de su familia. Como se la consideraba contagiosa, había una norma que excluía a la persona enferma de la sociedad. Era un marginado de la sociedad el leproso, y era -literalmente hablando- un muerto en vida, y era considerada normalmente incurable.
            Si aparecían síntomas de la enfermedad, los sacerdotes tenían la función de examinar al enfermo y diagnosticar si eran síntomas de la lepra, si era así la persona se la declaraba como “impura”, con todo lo que significaba como hemos leído en la lectura del libro del Levítico.
            En el evangelio de Marcos, en el parágrafo que leemos hoy, Jesús se encuentra con un leproso, que además de padecer la enfermedad se ha arriesgado a transgredir la ley que lo obligaba a permanecer alejado de la ciudad y de la sociedad.
            Jesús siente compasión del leproso y ve la acción de querer acercarse a Él, y lo toca, transgrediendo también Él la norma religiosa; y es que Jesús tiene en cuenta a la persona, mira la caridad y el amor por encima de una ley que esclaviza y margina. Jesús está a favor de la vida, y por eso pone a las personas en el centro.
            El leproso se dirige a Jesús y le dice: «si quieres, puedes limpiarme», y Jesús obra el milagro diciéndole “Sí quiero, queda sano”.
            La transgresión del leproso en pasar las barreras de la ley puede verse como un acto grande de fe hacia Aquél que podía sanarlo de su enfermedad, pero también puede interpretarse como un acto donde la fe flaquea, pues más allá de romper con las normas para acercarse a Jesús, le dice “si quieres, puedes limpiarme”. No hay un pedido directo de que Jesús lo limpie de su lepra, puede entenderse ese “si quieres” como un delegar la responsabilidad en Jesús por si el milagro no se realiza, pero también se puede ver como un respetar el designio de Dios sobre él sin forzar la voluntad de Dios al respecto. Como sea que haya sido, creo que estas son preguntas que podemos hacernos sobre nosotros y nuestra vida, es decir, si realmente estamos convencidos que Dios puede obrar el bien en nosotros, y de que debemos respetar su voluntad en lo que Él decida sobre nosotros y nuestras vidas; lo cual es un acto grande de entrega y desprendimiento hacia el Señor porque normalmente deseamos que las cosas sucedan como nosotros deseamos.
            Realizado el milagro, Jesús le manda que realice lo prescripto por la ley cuando un leproso se veía curado: los sacerdotes eran los encargados de verificar que un leproso estaba sano para poder reincorporarse nuevamente a la sociedad.
            Otro tema que aparece al final es sobre el llamado “secreto mesiánico” en el evangelio según san Marcos: Se nos presenta a un Jesús que constantemente hace callar o prohíbe que se hable y se divulgue quién es Él. Podemos interpretarlo como una invitación a descubrir al verdadero Mesías y no en el que cada uno tiene según sus criterios y sus anhelos mesiánicos, que podían apartar a la persona del verdadero Mesías. En definitiva, tal secreto nos viene bien para descubrir y redescubrir siempre y constantemente a un Jesús siempre nuevo y distinto, que nos enriquece con su persona y su mensaje.
            Estamos llamados a descubrirlo en nuestras vidas, allí donde el dolor y el sufrimiento, donde las alegrías y esperanzas de cada día habitan, pues es ahí donde este Jesús se hace presente para sernos compañero de camino. Amén.

viernes, 3 de febrero de 2012

Quinto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Domingo 05 de Febrero, 2012

Día del Señor
Alabemos al Señor, nuestro Dios
Demos gracias al Señor por su misericordia

Primera Lectura
Lectura del libro de Job (7, 1-4. 6-7)
En aquel día, Job tomó la palabra y dijo:
“La vida del hombre en la tierra es vida de soldado y sus días, como días de un jornalero. Como el esclavo suspira en vano por la sombra y el jornalero se queda aguardando su salario, así me han tocado en suerte meses de infortunio y se me han asignado noches de dolor. Al acostarme, pienso: ‘¿Cuándo será de día?’ La noche se alarga y me canso de dar vueltas hasta que amanece.
Mis días corren más aprisa que una lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerda, Señor, que mi vida es un soplo. Mis ojos no volverán a ver la dicha”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 146
Alabemos al Señor, nuestro Dios.
Alabemos al Señor, nuestro Dios, porque es hermoso y justo el alabarlo. El Señor ha reconstruido a Jerusalén y a los dispersos de Israel los ha reunido.

El Señor sana los corazones quebrantados y venda las heridas, tiende su mano a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados.

El puede contar el número de estrellas y llama a cada una por su nombre. Grande es nuestro Dios, todo lo puede; su sabiduría no tiene límites.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9, 16-19. 22-23)
Hermanos:
No tengo por qué presumir de predicar el Evangelio, puesto que ésa es mi obligación. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por propia iniciativa, merecería recompensa; pero si no, es que se me ha confiado una misión. Entonces, ¿en qué consiste mi recompensa? Consiste en predicar el Evangelio gratis, renunciando al derecho que tengo a vivir de la predicación.
Aunque no estoy sujeto a nadie, me he convertido en esclavo de todos, para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles.
Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 29-39)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. El se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron:
“Todos te andan buscando”.
El les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            En la primera lectura, del libro de Job, se nos presenta a este hombre y su protesta ante Dios por el dolor, que no tiene comprensión. En esta parte se ve la queja de Job ante el poco sentido que tiene la vida cuando está marcada por el dolor… el diálogo lleva a hacerle ver a Job que después de todo la confianza debe ponerla en Dios más allá del dolor. El salmo canta la confianza en un Dios grande que todo lo puede; tal confianza es la que Jesús vivirá en la misma cruz cuando encomienda su espíritu al Padre.
            Jesús, en el evangelio de Marcos sana la suegra de Pedro, al atardecer muchos vienen a buscarlo para que siga sanando enfermos, liberando a los poseídos por espíritus malos. Jesús se muestra como el que puede poner fin al dolor y sufrimiento de la gente, y esto puede ser algo no tan bueno, pues parece ser que con Él todo está asegurado. Pero Jesús rechaza el éxito, pues es ambiguo (“todos te andan buscando”): ¿Por qué viene la gente a Jesús? ¿Por seguir al Mesías en su mensaje de salvación, de redención y conversión, o porque ven facilitada la vida en muchos aspectos? y frente a esto toma una decisión: irse a los pueblos vecinos a anunciar también allí el Evangelio, pues la salvación es para todos y no sólo para algunos, y además... Jesús no quiere dejarse “atrapar” por la gente como un simple “mano santa” que soluciona los problemas a la gente, Él quiere que descubran el verdadero mensaje de Dios y por ende, que descubran al verdadero Dios, es decir, “que no busquen los consuelos de Dios sino al Dios de los consuelos”.
            Esta misma libertad en Cristo es la que permite al apóstol Pablo ser servidor de todos (“Me he hecho todo a todos a fin de ganar a todos. Todo lo hago por el Evangelio”). No tiene problema en hacerse uno como los otros y con los otros, se amolda a las condiciones de vida de sus destinatarios del mensaje evangélico. Pablo anuncia así el Evangelio de la libertad, un Evangelio que libera, porque es el mensaje del AMOR de Dios.
            Sí, este mismo mensaje, esta misma acritud de Jesús y de Pablo nos ayudan a vivir unidos a Dios. Quien se pone en el camino trazado por Cristo Jesús, más allá de los problemas, dificultades, dolores… vivir en la confianza de un Dios que nos ha redimido y quiere que vivamos como tales, en la libertad de los hijos de Dios, en la confianza de saber que “todo lo puedo en Aquél que me conforta”. Amén.