viernes, 25 de febrero de 2011

Octavo Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo A


Domingo 27 de Febrero, 2011

Día del Señor
Sólo en Dios he puesto mi confianza
La palabra de Dios es viva y eficaz

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (49, 14-15)
“Sión había dicho: ‘El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el olvido’. ¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti”, dice el Señor todopoderoso.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 61
Sólo en Dios he puesto mi confianza.
Sólo en Dios he puesto mi confianza, porque de él vendrá el bien que espero. El es mi refugio y mi defensa, ya nada me inquietará.
Sólo en Dios he puesto mi confianza.
Sólo Dios es mi esperanza, mi confianza es el Señor: es mi baluarte y firmeza, es mi Dios y salvador.
Sólo en Dios he puesto mi confianza. 
De Dios viene mi salvación y mi gloria; él es mi roca firme y mi refugio. Confía siempre en él, pueblo mío, y desahoga tu corazón en su presencia.
Sólo en Dios he puesto mi confianza.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (4, 1-5)
Hermanos: Procuren que todos nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, lo que se busca en un administrador es que sea fiel. Por eso, lo que menos me preocupa es que me juzguen ustedes o un tribunal humano; pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. Es cierto que mi conciencia no me reprocha nada, pero no por eso he sido declarado inocente. El Señor es quien habrá de juzgarme. Por lo tanto, no juzguen antes de tiempo; esperen a que venga el Señor. Entonces él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas, pondrá al descubierto las intenciones del corazón y dará a cada uno la alabanza que merezca.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (6, 24-34)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo, en resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero.
Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas?
¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?
¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?
No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
El pedido que nos hace Jesús mediante la lectura del evangelio de este domingo puede ser un tanto difícil de cumplir o de llevar, pues nos dice: “no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?” y cuánta verdad hay en ello, pero cuántas veces vivimos sumergidos en un mundo de preocupaciones, no sólo por el dinero sino también por otras cosas que no son esenciales pero que hacen a la vida diaria.
También nos dice: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo, en resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”. Pero quién no se preocupa hoy en día por el dinero, pues se hace necesario para poder vivir, sin él no puedo tener un mínimo de estabilidad en la vida, en la sociedad, sin él no se puede mantener una familia, sin él no me puedo realizar, es preciso proveerme de lo que necesito para vivir.
Sí, es verdad, en este caso no estoy sirviendo al dinero, sino que me sirvo de él para poder vivir, pero aún en esto Jesús nos dice nuevamente: “¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan... si Dios viste así a la hierba del campo… ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe? No se inquieten pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos?” Pero Jesús vuelve a insistir: “Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura”. No se nos dice que nos despreocupemos de las cosas terrenales, sino que nos ocupemos lo necesario, pues “a cada día le bastan sus propios problemas”, pero en todo esto el Señor nos pide que busquemos primero el Reino de Dios y su justicia, porque viviendo según su voluntad y según su mirada es que aún en lo poco que tengamos o no, el Señor no nos hará faltar nada. Sólo nos pide FE, fe para confiar en Él, fe para caminar según su voluntad, fe para que nos dejemos guiar por Él…
Creo que este es uno de los puntos más complicados para nosotros, los hombres y mujeres que vivimos en el día a día en este mundo. A veces aún trabajando duro las cosas no alcanzan y vivimos con la angustia del mañana, pero el Señor nos invita confiar en Él. Es una invitación a lanzarnos al vacío que muchas veces se puede sentir al no tener todo lo que necesitamos para vivir, pero es un vacío que se llena con la confianza en Dios de que no nos hará faltar nada si caminamos según su amor y voluntad.
A veces puede surgir de nuestro corazón: “El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el olvido. ¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti”, dice el Señor.
Las lecturas de hoy son precisamente una llamada fuerte a confiar en Dios, en su Providencia, en su amor, pidamos con el Salmo 61 esa gracia de poner nuestra confianza sólo en Dios.
Digamos con fe: “Sólo en Dios he puesto mi confianza, porque de él vendrá el bien que espero. El es mi refugio y mi defensa, ya nada me inquietará. Sólo Dios es mi esperanza, mi confianza es el Señor: es mi baluarte y firmeza, es mi Dios y salvador. De Dios viene mi salvación y mi gloria; él es mi roca firme y mi refugio. Confía siempre en él, pueblo mío, y desahoga tu corazón en su presencia”. Amén.


sábado, 19 de febrero de 2011

Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo A


 Domingo 20 de Febrero, 2011

Día del Señor
Confío, Señor, en tu misericordia
El Señor es compasivo y misericordioso

Primera Lectura
Lectura del libro del Levítico (19, 1-2. 17-18)
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: ‘Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo.
No odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor’ ”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 102
El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice al Señor, alma mía que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.
El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados.
El Señor es compasivo y misericordioso.
Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama.
El Señor es compasivo y misericordioso.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3, 16-23)
Hermanos: ¿No saben ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el templo de Dios, será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo.
Que nadie se engañe: si alguno de ustedes se tiene a sí mismo por sabio según los criterios de este mundo, que se haga ignorante para llegar a ser verdaderamente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios, como dice la Escritura:
Dios hace que los sabios caigan en la trampa de su propia astucia. También dice: El Señor conoce los pensamientos de los sabios y los tiene por vanos.
Así pues, que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre, ya que todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo y Pedro, el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes; ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 38-48)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarle la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
Han oído ustedes que se dijo:
Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
Las lecturas de este domingo continúan un poco la temática del domingo pasado sobre el cumplimiento de la ley y la plenitud dada por Jesús al respecto, pero aquí se profundiza más sobre el amor al prójimo.
Dice Jesús a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarle la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda”.
Sí, es difícil lo que nos pide el Señor aquí, que no reaccionemos mal frente al mal que nos puedan hacer y frente a aquel que nos hace daño, sino que actuemos de manera distinta al principio del “ojo por ojo, diente por diente”. Pues esta norma era como una medida para “hacer justicia” frente al que me hacía algún tipo de daño y que sólo debía responder en igual medida a la ofensa hecha, es decir: si me golpearon en la mejilla derecha, yo puedo golpear también en la mejilla, más no; si me roban la túnica, yo puedo cobrarme con algo similar, etc. Esta “ley” estaba puesta como medida para que no se cometieran ciertos abusos al hacer justicia o “tomar venganza” ante algo malo que me hicieran.
Jesús no toma partido de esta ley, sino que pone el amor y el perdón por encima de las ofensas que podamos recibir. Él mismo lo vivió en carne propia y nos dejó el ejemplo para que lo imitemos.
 También, respecto al: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”, Jesús nos dice: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial”. No hay aquí distinción entre amigos y enemigos, somos todos HERMANOS de un mismo PADRE “que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos”, pues para Dios no hay acepción de personas, Él nos mira y ama porque somos creación suya y nos ama aún cuando lo rechacemos, y nos sigue dando oportunidades.
Como dice el libro del Levítico: “No odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. Amar aún al que me hace daño es un mandato divino, pero que no consiste sólo en intentar amar así sin más al que obra mal, sino que consiste en corregirlo con amor y con la sabiduría que viene de Dios para ayudarlo a crecer. Porque “hermanos: ¿No saben ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el templo de Dios, será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo”; sí, somos templo donde Dios habita y por eso al amar a nuestros hermanos amamos a Dios también que habita en él. Por eso merece respeto mi hermano, y ser corregido y amado con respeto por ser templo de Dios.
Jesús nos invita a que demos un paso serio y responsable, “porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”; nos llama a que seamos perfectos como lo es nuestro Padre Dios. Como dijo el Señor a Moisés: “Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: ‘Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo”; así nos lo vuelve a repetir a nosotros.
En definitiva: Dios, que es perfecto quiere que seamos perfectos –santos- como lo es Él, pero esta santidad no se vive en lo abstracto, sino en lo concreto de cada día, donde se pone a prueba mi amor y mi paciencia al encontrarme con mi hermano y con el cual no siempre me llevo bien; donde me encuentro con quien me puede hacer daño y es difícil de perdonar… sí, eso es lo que Jesús nos pide, ser perfectos como el Padre lo es, y nos dio el ejemplo para seguirlo, amando a todos aún a los que nos hacen daño, y ayudando a crecer a nuestros hermanos para mayor gloria de Dios y salvación de la humanidad.
Señor, te pedimos nos concedas la gracia de poder vivir lo que nos pides. Amén.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Sexto Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo A


Domingo 13 de Febrero, 2011

Día del Señor
Dichoso el que cumple la voluntad del Señor
Sírveme de defensa, Dios mío

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácide) (15, 16-21)
Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya. El Señor ha puesto delante de ti fuego y agua; extiende la mano a lo que quieras. Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado lo que él escoja.
Es infinita la sabiduría del Señor; es inmenso su poder y él lo ve todo. Los ojos del Señor ven con agrado a quienes lo temen; el Señor conoce todas las obras del hombre. A nadie le ha mandado a ser impío y a nadie le ha dado permiso de pecar.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 118
Dichoso el que cumple la voluntad del Señor.
Dichoso el hombre de conducta intachable, que cumple la ley del Señor. Dichoso el que es fiel a sus enseñanzas y lo busca de todo corazón.
Dichoso el que cumple la voluntad del Señor.
Tú, Señor, has dado tus preceptos para que se observen exactamente. Ojalá que mis pasos se encaminen al cumplimiento de tus mandamientos.
Dichoso el que cumple la voluntad del Señor.
Favorece a tu siervo para que viva y observe tus palabras. Ábreme los ojos para ver las maravillas de tu voluntad.
Dichoso el que cumple la voluntad del Señor.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame a cumplir tu voluntad y guardarla de todo corazón.
Dichoso el que cumple la voluntad del Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2, 6-10)
Hermanos: Es cierto que a los adultos en la fe les predicamos la sabiduría, pero no la sabiduría de este mundo ni la de aquellos que dominan al mundo, los cuales van a quedar aniquilados. Por el contrario, predicamos una sabiduría divina, misteriosa, que ha permanecido oculta y que fue prevista por Dios desde antes de los siglos, para conducirnos a la gloria. Ninguno de los que dominan este mundo la conoció, porque, de haberla conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Pero lo que nosotros predicamos es, como dice la Escritura, que lo que Dios ha preparado para los que lo aman, ni el ojo lo ha visto, ni el oído lo ha escuchado, ni la mente del hombre pudo siquiera haberlo imaginado. A nosotros, en cambio, Dios nos lo ha revelado por el Espíritu que conoce perfectamente todo, hasta lo más profundo de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 17-37)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud.
Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo:
Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
También han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio; pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.
También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio; pero yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su mujer al adulterio y el que se casa con una divorciada comete adulterio.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.
Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
El texto del Evangelio de hoy nos plantea el eterno problema de la letra y el espíritu de la Ley, de lo esencial y lo accidental, de lo permanente y lo variable.
Cuando Jesús dice a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud”, se refiere a que viene a darle un sentido a la Ley, a darle fundamento. La primera afirmación del v. 17 muestra que la no abolición de la Ley no significa su cumplimiento mecánico y material. Darle plenitud es darle sentido y significado. El v. 17 enuncia que Jesús no ha venido a anular la Ley de Moisés ni las enseñanzas de los profetas, sino a darles su verdadero significado. Y nos pone cuatro ejemplos concretos al respecto:
1° Ejemplo (vv. 21-26). “No matar”: El discípulo de Jesús no puede contentarse con no matar, debe ser una persona que genere concordia, evitando que nadie se sienta ofendido.
2° Ejemplo (vs. 27-30). “No cometer adulterio”: el sentido pleno es que el discípulo no puede contentarse con no tener relaciones sexuales con la mujer de otro, sino que debe saber tener pureza de intenciones y vivir la castidad de corazón.
3° Ejemplo (vs. 31-32). “En caso de divorcio dar a la mujer un acta de separación”: es decir, que la proteja del ex marido; e un sentido va en la línea de reconocer y valorar la mujer; pero de lo que aquí se trata no es sólo del divorcio, sino de la mujer, pues el acta de separación garantizaba a la mujer un mínimo de reconocimiento y de valoración. Lo que Jesús está pidiendo es igualdad de reconocimiento jurídico y moral a la mujer que al varón.
4° Ejemplo (vs. 33-37). “Cumplir lo prometido bajo juramento”: en el sentido de ser personas de palabra. Pero va un poco más allá, y es que no hace falta llegar a juramentos, sino la firmeza en la toma de decisiones, cuando es SÍ, que sea SÍ, y cuando es NO, que sea NO.
Y Jesús continúa diciendo que “el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos”. Pues la Ley no es simplemente cumplir, sino vivir el espíritu de la Ley por la cual fue creada para servicio del hombre. Por eso, debemos vivirla y enseñarla no como los fariseos -que son en cierto modo esclavos de la ley y hasta se olvidan del prójimo por cumplirla-, sino que debemos actuar como Jesús nos enseña.
Las lecturas también nos presentan otro tema, el de la libertad y la responsabilidad humana en el obrar. Como dice el libro del Eclesiástico: “Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya. El Señor ha puesto delante de ti fuego y agua; extiende la mano a lo que quieras. Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado lo que él escoja”. Está en nosotros guardar y vivir los mandamientos de la ley de Dios, pues Él nos ha dado la libertad en el obrar, y por tanto debemos hacernos cargo de lo que decidimos con nuestra inteligencia y voluntad. Sí, porque es “infinita la sabiduría del Señor; es inmenso su poder y él lo ve todo. Los ojos del Señor ven con agrado a quienes lo temen; el Señor conoce todas las obras del hombre”, y no por eso nos obliga a hacer lo que no queremos, pero el Señor quiere que vivamos según su voluntad, que es la que nos hace libres en verdad. Nos invita a un camino de bien y de bondad, pues “a nadie le ha mandado a ser impío y a nadie le ha dado permiso de pecar”, somos nosotros los que al optar por el pecado estamos negándonos a la acción de su gracia.
Por eso, “dichoso el hombre de conducta intachable, que cumple la ley del Señor. Dichoso el que es fiel a sus enseñanzas y lo busca de todo corazón”.
Te pido y te pedimos Señor: “Favorece a tu siervo para que viva y observe tus palabras. Ábreme los ojos para ver las maravillas de tu voluntad”. “Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame a cumplir tu voluntad y guardarla de todo corazón”. Amén.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Quinto Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo A


Domingo 06 de Febrero, 2011

Día del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Danos tu luz y tu verdad

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (58, 7-10)
Esto dice el Señor: “Comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano.
Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha.
Entonces clamarás al Señor y él te responderá; lo llamarás, y él te dirá: ‘Aquí estoy’.
Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 111
El justo brilla como una luz en las tinieblas.
Quien es justo, clemente y compasivo, como una luz en las tinieblas brilla. Quienes, compadecidos, prestan y llevan su negocio honradamente jamás se desviarán.
El justo brilla como una luz en las tinieblas.
El justo no vacilará; vivirá su recuerdo para siempre. No temerá malas noticias, porque en el Señor vive confiadamente.
El justo brilla como una luz en las tinieblas.
Firme está y sin temor su corazón. Al pobre da limosna, obra siempre conforme a la justicia; su frente se alzará llena de gloria.
El justo brilla como una luz en las tinieblas.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (2, 1-5)
Hermanos: cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado.
Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 13-16)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo.
No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús que se dirige a sus discípulos diciéndoles: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor?... Ustedes son la luz del mundo… Cuando se enciende una vela… se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa”. Mediante estas dos imágenes el Señor transmite a los suyos una misión, ser sal y luz en medio del mundo, dando sabor y luz a los demás. Pero no basta con ser sal y luz, pues la sal puede perder su sabor y la luz puede ser ocultada. Por eso dice que si la sal pierde su sabor ¿cómo se hará para que vuelva a recuperarse? Ya no sirve. Y si la luz se oculta ¿de qué sirve? No sirve para nada. Por esto su mensaje: “Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.
Es decir, ser sal y ser luz en medio del mundo significa testimoniar a Cristo a través de nuestras buenas obras, a través del testimonio vivo y fecundo de dar sabor y sentido, luz y claridad a la vida del hombre, para que se sientan ellos atraídos y deseen vivir también como nosotros al ver nuestro testimonio y nuestra entrega a Dios y al prójimo. Porque –como rezamos en el salmo- “el justo brilla como una luz en las tinieblas”.
Y ¿cuáles pueden ser estas buenas obras de las que nos habla Jesús? A través del profeta Isaías se nos revelan las palabras del Señor: “Comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano”. Sí, son las obras de caridad, pues así como Jesús pasó haciendo el bien a la humanidad, sin distinción o diferencia alguna, así debemos obrar realizando obras de caridad, pues es así como “surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia… Entonces clamarás al Señor y él te responderá; lo llamarás, y él te dirá: ‘Aquí estoy’”.
Y estas obras deben ayudar a que se obre el bien y se destierre el mal, porque “cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía”. Esta es la promesa de Dios: renunciando al mal y creciendo en el bien es que seremos Luz del mundo y Sal de la tierra.
Pero ¡cuidado!, que esta “empresa” de testimoniar a Cristo no es nuestra, no somos nosotros los principales, sino Dios mismo que obra en nosotros y a través de nosotros con su Providencia de Padre.
Como dice San Pablo: “Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres”. Así es, quien obra es Dios, quien nos elige es Dios, quien nos envía es Dios, para que acerquemos un pedacito de cielo a esta humanidad sedienta de Dios –aún cuando no se dé cuenta de esta necesidad-.
Esta empresa es de Dios, nosotros somos sus simples servidores que enamorados de Él llevamos a los demás la luz de la fe y la sal de la sabiduría, de vivir y de poder gustar a Dios y las cosas de Dios en lo cotidiano y simple de la vida, pues es ahí donde Dios se hace presente a cada uno para que su vida sea redención.
Porqué no nos animamos a colaborar con más fuerza y decisión en esta hermosa obra de llevar a Dios a los demás, sobre todo los más necesitados. Que el Señor nos dé la fuerza y la valentía de testimoniarlo siempre y en todas partes. Amén.