jueves, 27 de enero de 2011

Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo A


Domingo 30 de Enero, 2011

Día del Señor
Dichosos los que trabajan por la paz
Ven, Señor, en ayuda de tu siervo

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Sofonías (2, 3; 3, 12-13)
Busquen al Señor, ustedes los humildes de la tierra, los que cumplen los mandamientos de Dios. Busquen la justicia, busquen la humildad. Quizá puedan así quedar a cubierto el día de la ira del Señor.
“Aquel día, dice el Señor, yo dejaré en medio de ti, pueblo mío, un puñado de gente pobre y humilde. Este resto de Israel confiará en el nombre del Señor.
No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera. Permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie los moleste”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 145
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (1, 26-31)
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura:
El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
Hoy las primeras lecturas nos hablan sobre la humildad y sobre el no sentirnos mejores que otros. Así, San Pablo nos dice: “Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos”. Es decir, Dios ha llamado y llama a quien quiere, pero sobre todo escuchan su llamado los que para el mundo pueden parecer insignificantes, pues los que siguen a Dios o lo buscan de corazón lo hacen con criterios que no son de este mundo, pues “Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios”. ¿Quiere decir esto que debemos dejar todo, toda formación, ser ignorantes, etc.? No, significa que la obra es de Dios y estamos “injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura: El que se gloría, que se gloríe en el Señor”. No hagamos gloria vana de cosas que son un don, y aunque sea o implique mucho esfuerzo de nuestra parte el conseguirlo, siempre es necesario ser humildes, es decir, reconocer lo que somos y lo9 que Dios obra en nosotros y que sin su ayuda no somos nada, y que además, sólo existimos porque Él nos dio la vida y nos redimió; así que desde el punto de partida le debemos todo a Dios.
Por eso el profeta Sofonías nos dice: “Busquen al Señor, ustedes los humildes de la tierra, los que cumplen los mandamientos de Dios. Busquen la justicia, busquen la humildad”. Y el que es humilde según Dios “no cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera”.
Y llegamos ahora al evangelio, donde el Señor nos regala en el discurso de la montaña (que es mucho más amplio) las llamadas Bienaventuranzas.
En principio las bienaventuranzas se pueden nuclear en la primera, pues es la que da la clave interpretativa, y es que el “dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”. Nos habla de algo importante, y se refiere a los pobres de Yahveh. Serán y son bienaventurados por ser pobres de espíritu, es decir, por ser humildes, por sentirse pobres en el espíritu y necesitados de Dios.
Jesús nos pide vivir estas bienaventuranzas, que para el mundo de por sí no lo son, pues el mundo predica y proclama otros valores, o antivalores donde el: “viví feliz”, “pasala bien”, “hacé la tuya”, “hacé lo que quieras aún a costa de la libertad del otro”, etc., son moneda corriente.
Pero el Señor nos invita a vivir lo de cada día (las alegrías y las penas, el sufrimiento, la injusticia, el maltrato, la guerra, la violencia, el desamor, etc.) desde la actitud del pobre de espíritu que todo lo espera de Dios y necesita de Él para estar bien, para vivir feliz aún en las luchas, en el dolor, en el sufrimiento y la injusticia, porque el amor y la misericordia triunfan sobre todo, y la muestra de ello la tenemos en Cristo Jesús que pasó haciendo el bien y nos enseñó la ley del amor.
Por eso, seremos dichosos y bienaventurados cuando vivamos todo esto desde Él, con Él y en Él.
Esto no es evasión del mundo y de lo que vivimos, al contrario, es vivir encarnados en la realidad que nos toca pero con la mirada puesta en el Señor que nos fortalece y nos da la vida de hijos de Dios.
Por eso: “Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”. Amén.

jueves, 20 de enero de 2011

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo A

Domingo 23 de Enero, 2011

Día del Señor
El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es la defensa de mi vida

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (8, 23—9, 3)
En otro tiempo el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí; pero en el futuro llenará de gloria el camino del mar, más allá del Jordán, en la región de los paganos.
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció.
Engrandeciste a tu pueblo e hiciste grande su alegría. Se gozan en tu presencia como gozan al cosechar, como se alegran al repartirse el botín. Porque tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano, como en el día de Madián.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 26
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación.
Lo único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del Señor toda mi vida, para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en su presencia.
El Señor es mi luz y mi salvación.
La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía.
El Señor es mi luz y mi salvación.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (1, 10-13. 17)
Hermanos: Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar. Me he enterado, hermanos, por algunos servidores de Cloe, de que hay discordia entre ustedes.
Les digo esto, porque cada uno de ustedes ha tomado partido, diciendo: “Yo soy de Pablo”, “Yo soy de Apolo”, “Yo soy de Pedro”, “Yo soy de Cristo”. ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados ustedes en nombre de Pablo?
Por lo demás, no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio, y eso, no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (4, 12-23)
Gloria a ti, Señor
Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo:
“Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores.
Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.
Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
En la liturgia de la Palabra de hoy, se dice que “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció”. Dios hace saber que está en ella. El profeta señala a Dios como esa luz que rompe la tiniebla; tal profecía en el futuro llenará de gloria el camino del mar, más allá del Jordán, en la región de los paganos. Porque Dios es quien quiebra su pesado yugo, esa barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano, como en el día de Madián.
En el evangelio se describe que Jesús comienza su actividad tomando como referencia los signos de los tiempos, pues dice el texto que “al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías: Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció”.
Vemos a Jesús que reacciona frente a los hechos que vive. El evangelista ve en este cambio de residencia el cumplimiento de una profecía, de la cual hemos hecho referencia anteriormente. Y las palabras con las que comienza su misión son una invitación a que cada uno reconsidere su vida y se sitúe en el proyecto y los deseos de Dios: el Reino de los cielos. Y su predicación iba acompañada de hechos que confirmaban o explicaban sus palabras: "recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas y... curando las enfermedades y dolencias del pueblo".
Y en su misión eligió personas que lo siguieran, discípulos que continuaran su misión en la tierra. Así se entiende la propuesta hecha por Él a un grupo de pescadores, y la respuesta, sin condiciones, de estos.
Pablo –respecto a la misión- insiste en que las comunidades cristianas no tienen más que un solo Señor: Jesucristo mismo. Por eso nadie tiene que buscarse ídolos que nos desvían de la misión; y tampoco sentirnos el centro de la misión, sino saber con realismo y humildad que somos simples servidores del Señor.
Por eso, ser cristiano significa sentirse llamado a una misión que está fundamentada en un encontrarse íntimo con Jesús que garantice y de fuerza para seguirle y continuar su misión evangelizadora.
No debemos temer frente a esto, pues “el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”
El Señor es mi luz y mi salvación. “La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía.
Que podamos sentirnos llamados por el Señor a colaborar con la construcción del Reino de Dios en este mundo, sintiéndonos simples servidores suyos, teniendo por centro de nuestras vidas al mismo Cristo Jesús. Amén.

domingo, 16 de enero de 2011

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo A

Domingo 16 de Enero, 2011

Día del Señor
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Que se postre ante ti, Señor, la tierra entera

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (49, 3. 5-6)
El Señor me dijo: “Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”.
Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a él y congregar a Israel en torno suyo —tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza—. Ahora, pues, dice el Señor: “Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 39
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé en el Señor con gran confianza, él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. El me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: “Aquí estoy”.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (1, 1-3)
Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, mi colaborador, saludamos a la comunidad cristiana que está en Corinto. A todos ustedes, a quienes Dios santificó en Cristo Jesús y que son su pueblo santo, así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos, les deseo la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (1, 29-34)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.
Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.
Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo ví y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
Nos encontramos con la lectura del evangelio de Juan que nos habla del testimonio que da Juan el Bautista sobre Jesús; y es que este evangelio recalca la preeminencia de Jesús por sobre la de Juan, pues pareciera ser que en la comunidad había un grupo de personas que recalcaba la persona de Juan como el mesías. Por eso se dice “en aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”. Hace una semana celebrábamos el bautismo de Jesús, y ahora volvemos a recordar este bautismo, remarcando la diferencia entre estos dos personajes y la misión de cada uno. Y en esto es válido el testimonio que dio Juan el Bautista: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo ví y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Todo el evangelio de Juan es una invitación a vivir y experimentar lo que vivó el apóstol, “el apóstol que Jesús amaba” como se autodenomina; no se dice el nombre, y es también con una intención, la de que todos nosotros, recorriendo estas páginas del evangelio podamos hacer experiencia de sentirnos amados por Jesús, y no sólo eso, sentirnos y vivenciar en carne propia este ser “el discípulo amado”.
El profeta Isaías nos da una mano para continuar nuestra reflexión… el Señor me dijo: “Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”. La experiencia de Jesús es la que estamos invitados a realizar, pero como discípulos amados, por eso, el que nos formó desde el seno materno para que fuéramos sus servidores nos dice “te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”. Jesús transmite a los suyos –sus discípulos- lo que Él mismo recibió, y es lo que nos comunica el apóstol Juan, que vivamos imitando a Jesucristo pero haciendo experiencia de sentirnos amados por Él como lo vivió el apóstol.
Pues, como dice Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios: “a todos ustedes, a quienes Dios santificó en Cristo Jesús y que son su pueblo santo, así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos”; todos estamos llamados a la santidad en la entrega diaria de ser apóstoles y testigos, dando testimonio de ese amor de predilección en nuestras vidas.
En definitiva… así como Juan Bautista reconoce que él es un simple servidor y alguien que prepara el camino para que otros puedan llegar a Jesús; así como el apóstol Juan nos deja su experiencia de discípulo amado; así como Pablo nos transmite su testimonio de apóstol apasionado y deseoso de una vida santa en comunidad por la gracia de Jesucristo… es así como debemos obrar nosotros: ser simples y humildes servidores que preparan el camino para que otros lleguen a Jesús, para que no seamos nosotros el centro sino sólo Él, para que les transmitamos nuestra experiencia de “discípulo amado” por el Señor, y deseemos con pasión una vida de santidad, tanto personal y comunitaria.
Porque quien vive enamorado del Señor no puede no transmitirlo, pues ese amor quema por dentro y es lo que vivieron Juan Bautista, Juan el apóstol y evangelista, Pablo, y tantos otros que se enamoraron de Jesús porque se sintieron amados por Él. Estamos invitados a hacer esta hermosa experiencia. Amén.

sábado, 8 de enero de 2011

Bautismo del Señor

Domingo 09 de Enero, 2011

Fiesta
Hijos de Dios, glorifiquen al Señor
“Este es mi Hijo amado; escúchenlo”

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (42, 1-4. 6-7)
Esto dice el Señor: “Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza.
Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano, te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 28
Te alabamos, Señor.
Hijos de Dios, glorifiquen al Señor, denle la gloria que merece. Postrados en su templo santo, alabemos al Señor.
Te alabamos, Señor.
La voz del Señor se deja oír sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es poderosa, la voz del Señor es imponente.
Te alabamos, Señor.
El Dios de majestad hizo sonar el trueno de su voz. El Señor se manifestó sobre las aguas desde su trono eterno.
Te alabamos, Señor.

Segunda Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10, 34-38)
En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa, con estas palabras: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. El envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos.
Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (3, 13-17)
Gloria a ti Señor.
En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo:
“Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo.
Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía, desde el cielo:
“Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.
Palabra del Señor.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida que vino a salvarnos y a encarnarse en el seno de María, los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
Con esta fiesta litúrgica llega a su fin el tiempo de Navidad para recomenzar con el tiempo ordinario hasta la Cuaresma.
El evangelio nos presenta el bautismo de Jesús en el río Jordán, pedido por Él a Juan, pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?”  Pero Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan lo bautizó. Es decir, Él que no tenía pecado a través de su bautismo hace santo y verdadero el bautismo que recibimos, pues por el bautismo de Jesús también se manifestó la Trinidad misma: “Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía, desde el cielo: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”. El ESPÍRITU SANTO desciende en forma de paloma, se oye la voz del PADRE, y el que es bautizado es el HIJO, el Verbo eterno de Dios encarnado para nuestra salvación.
El bautismo de Jesús nos revela también su misión –como dice el Señor a través del profeta Isaías-: “Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones”. Sí, es el elegido, el ungido de Dios, y con una misión concreta: “No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza”. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos lo recuerda también: saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Es lo que -como sabemos- vino a realizar Jesús, pero también para darnos el ejemplo y mostrarnos el camino, ¡Él es el Camino! Y el Señor, que es fiel a su designio de salvación nos dice también a nosotros: te llamé, te tomé de la mano, te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”. El Padre nos ha elegido, nos ha hecho hijos en el Hijo, y nos ha confiado una misión, la de ser otros Cristos en medio del mundo.
A su vez, las lecturas nos muestran algo que no es intrascendente y es que Dios no hace acepción de persona, su salvación es para todos, es universal, porque “Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. El envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos”.
Al cerrar este tiempo de Navidad con el Bautismo de Jesús, y abrir un nuevo ciclo del tiempo ordinario, nos vienen bien estos pensamientos, ya que el vivir la vida como cristianos no es otra cosa que vivir como verdaderos bautizados: ser otros Cristos, ser luz en el mundo, ser testigos y dar testimonio del gran regalo de la redención en nuestras vidas por obra de Dios en Cristo Jesús. Pidamos al Señor la gracia de permanecer fieles al llamado del Señor, viviendo como verdaderos hijos en el Hijo. Amén.