viernes, 27 de mayo de 2011

Domingo de la VI Semana de Pascua - Ciclo A



Libro de los Hechos de los Apóstoles 8,5-8.14-17. 
Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo.
Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe.
Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados.
Y fue grande la alegría de aquella ciudad.
Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo.
Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

Salmo 66(65), 1-3a.4-5.6-7a.16.20. 
Del maestro de coro. Canto. Salmo. ¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: "¡Qué admirables son tus obras!". Por la inmensidad de tu poder, tus enemigos te rinden pleitesía;
toda la tierra se postra ante ti, y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.

Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres:
él convirtió el Mar en tierra firme, a pie atravesaron el Río. Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza; sus ojos vigilan a las naciones, y los rebeldes no pueden sublevarse.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí:

Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia.

Epístola I de San Pedro 3,15-18. 
Por el contrario, glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen.
Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo.
Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal.
Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu.

Evangelio según San Juan 14,15-21. 
Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes:
el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.
Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán.
Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". 
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que resucitó a Jesús de entre los muertos rompiendo las ataduras del pecado y de la muerte, permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en ustedes y sean signos de la presencia del resucitado en medio del mundo.
            En este tiempo nos acompañará el Evangelio de Juan en sus capítulos posteriores a la última cena, donde Jesús nos va dejando sus discursos como memoria y proyecto, como testamento a sus discípulos.
En esta parte del discurso inicia y termina casi con las mismas palabras, sólo que al inicio pone el amor como condición del cumplimiento de los mandamientos (“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”), y al final del discurso la condición para amarlo es el cumplir los mandamientos (“El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama”). En definitiva, lo que Jesús nos quiere transmitir es que no nos deja solos, Él está en nosotros y nosotros en Él por el Paráclito (“para que esté siempre con ustedes”) que nos da; Él es el “Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes”. El permanecer o estar en Jesús y en el Padre y Ellos en nosotros se realiza por la acción del Espíritu Santo que se nos es dado. Él es quien nos recuerda el mensaje de Jesús para vivirlo, interiorizarlo, asimilarlo, y “así comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes”.
Pues el que recibe los mandamientos de Jesús y los cumple, en ese acto ya está aceptando a Cristo en su vida, y se lo está amando, pues sus mandamiento no son otra cosa que Él mismo, la Palabra de Dios hecha carne, y Palabra de Amor; y así se da que el que ama a Cristo será amado por el Padre, y Jesús lo amará y se manifestará a él.
Todo esto es un mensaje de amor encarnado y vivido, donde nos lleva a la comunión con las personas divinas por el hecho mismo de vivir ese mensaje. Nos encontramos amando y siendo amados por Dios, y al ser un amor que se irradia, ese amor se transmite a los hermanos que nos rodean. Es lo que han vivido a pleno los santos y estamos llamados también a vivir nosotros. 
Así con nuestras vidas damos razón de la esperanza que tenemos. Y viviendo el mensaje de Dios con “suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia”, y si alguien nos calumnia, que nuestro testimonio no nos reproche nada delante de Dios, así nos comportamos como “servidores de Cristo”.
Porque “es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal”.
Porque “Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu”. Él nos ha mostrado el camino, imitémoslo en su entrega. Amén.

domingo, 22 de mayo de 2011

Quinto Domingo de Pascua – Ciclo A


Domingo 22 de Mayo, 2011

El Señor cuida de aquellos que lo temen

Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (6, 1-7)
En aquellos días, como aumentaba mucho el número de los discípulos, hubo ciertas quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de que no se atendía bien a sus viudas en el servicio de caridad de todos los días.
Los Doce convocaron entonces a la multitud de los discípulos y les dijeron: “No es justo que, dejando el ministerio de la Palabra de Dios, nos dediquemos a administrar los bienes. Escojan entre ustedes a sietehombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encargaremos este servicio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra”.
Todos estuvieron de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y éstos, después de haber orado, les impusieron las manos.
Mientras tanto, la palabra de Dios iba cundiendo. En Jerusalén se multiplicaba grandemente el número de los discípulos. Incluso un grupo numeroso de sacerdotes había aceptado la fe.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 32
El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya
Que los justos aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo. Demos gracias a Dios al son del arpa, que la lira acompañe nuestros cantos.
El Señor cuida de aquello que lo temen. Aleluya
Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. El ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades.
El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya
Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (2, 4-9)
Hermanos: Acérquense al Señor Jesús, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios; porque ustedes también son piedras vivas, que van entrando en la edificación deltemplo espiritual, para formar un sacerdocio santo, destinado a ofrecer sacrificios  espirituales, agradables a Dios, por medio de Jesucristo.  Tengan presente que está escrito: He aquí que pongo en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.
Dichosos, pues, ustedes, los que han creído. En cambio, para aquellos que se negaron a creer, vale lo que dice la Escritura:
La piedra que rechazaron los constructores ha llegado a ser la piedra angular, y también tropiezo y roca de escándalo.
Tropiezan en ella los que no creen en la palabra, y en esto se cumple un designio de Dios.
Ustedes, por el contrario, son estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada a Dios y pueblo de su propiedad, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (14, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”.
Entonces Tomás le dijo:
“Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”
Jesús le respondió:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.
Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”.
Jesús le replicó:
 “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no medan fe a mí, créanlo por las obras.
Yo les aseguro:
el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que resucitó a Jesús de entre los muertos rompiendo las ataduras del pecado y de la muerte, permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en ustedes y sean signos de la presencia del resucitado en medio del mundo.
            El texto del Evangelio que leemos en el día de hoy se refiere a uno de los discursos de Jesús en la Última Cena.
Jesús, sabiendo lo que iba a suceder y de lo que serían testigos sus discípulos, al presenciar su prendimiento, su pasión y muerte, se refiere a ellos diciéndoles que: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí”. Es que sabía muy bien a lo que se expondrían, sabía muy bien que se iban a escandalizar y que tal situación los llenaría de miedo y tristeza. La invitación de Jesús a no perder la paz va unida al creer en Dios y el creer en Él mismo. No se puede ser fuerte en una experiencia tal si no es desde la fe y la confianza en Dios. Las pruebas se viven y se superan poniendo todo en manos de Dios con una infinita confianza en Él.
Además de esto, les dice que no teman, pues Él se va, pero volverá, pues en la casa de su Padre hay muchas habitaciones: “Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes”. Les da una palabra de aliento en todo lo que tendrán que vivir. Su ausencia indica que Él está esperándonos junto a su padre, pues en su casa hay muchas moradas.
Y el camino (“…para llegar al lugar a donde voy”) aparentemente es conocido por ellos, así lo cree Jesús, pero parece no estar del todo claro, pues Tomás le dice: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”
Entonces Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Sí, Él es el camino, pues nos enseña cómo recorrer nuestra vida, cómo caminar en este mundo, y Él les dio y nos dejó su ejemplo para que lo sigamos a través de sus palabras y de sus obras, pero también a través de su enseñanza, que es Verdad, pues nos enseña la realidad divina, nos devela quién es Dios, su plan salvífico para con nosotros, y sólo viviendo en su Verdad seremos adoctrinados y salvados, y obtendremos de Él la Vida, pues siguiendo sus huellas y asumiendo su Palabra que es Palabra de Verdad, es que tendremos Vida, y Vida en abundancia. Sólo en Él encontramos la Vida pues con su encarnación, muerte y resurrección nos ha hecho renacer para una esperanza viva, nos ha hecho renacer para la Vida eterna, y todo lo que no signifique seguirlo y aceptarlo será perder el camino, será muerte y oscuridad, será el apartarnos de su amor salvador.
Pero también Felipe se hace portavoz de sus compañeros que no comprenden del todo a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Y Jesús le replica: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con  ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?”. Felipe –y el resto de los discípulos- no comprenden que Jesús es el Verbo de Dios, la Palabra hecha carne, el Dios-con-nosotros, y que por tanto quien ve a Jesús ve al Padre, pues Él nos lo ha revelado, nos lo ha dado a conocer, Jesús es el verdadero rostro de Dios Padre que con ternura busca a sus hijos dispersos por el mundo.
Y Jesús continúa diciendo al respecto: “Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia  cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras.  Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no medan fe a mí, créanlo por las obras”. Sí, por sus frutos los reconocerán, los frutos, las obras de Jesús son reveladoras de la existencia de un Dios que se desvive por el hombre, que quiere su bien, que quiere que viva en plenitud su vida de hijo de Dios. Pues en Jesús permanece el padre y Jesús permanece en el Padre.
Y la invitación va más allá todavía… pues Jesús nos asegura que “el que crea en mí, hará las obras  que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre”. Si el Padre y Jesús permanecen el uno en el otro, y nosotros en Jesús, haremos las mismas obras que Él, pues es Dios quien obra en nosotros. Es el gran misterio de Dios, que nos hace partícipes de su misma vida divina en nuestra humilde humanidad pecadora e imperfecta.
Esto nos lleva a reflexionar y a darnos cuenta de la grandeza de Dios, del inmenso amor de Dios por nosotros, y de lo que Él realiza en y por nosotros colaborando en la obra de la redención.
Señor Jesús, ayúdanos a recorrerte como Camino de nuestras existencias, asimilando tu Palabra, tu Verdad, que nos hace libres y así recibir la Vida que nos colma de alegría. Amén.

jueves, 12 de mayo de 2011

Domingo del Buen Pastor - Ciclo A


Domingo 15 de Mayo, 2011

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
El Señor es mi pastor, nada me falta
Yo soy el buen pastor, dice el Señor

Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 14. 36-41)
El día de Pentecostés, se presentó Pedro junto con los Once ante la multitud y levantando la voz, dijo:
“Sepa todo Israel con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado”.
Estas palabras les llegaron al corazón y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
“¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” Pedro les contestó:
“Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo. Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los  paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos”.
Con éstas y otras muchas razones, los instaba y exhortaba, diciéndoles: “Pónganse a salvo de este mundo corrompido”.
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres mil personas.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial Salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.
El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas  oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me faltará. Aleluya.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (2, 20-25)
Hermanos: Soportar con paciencia los sufrimientos que les vienen a ustedes por hacer el bien, es cosa agradable a los ojos de Dios, pues a esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes y les dejó así un ejemplo para que sigan sus huellas.
El no cometió pecado ni hubo engaño en su boca; insultado, no devolvió los insultos; maltratado, no profería amenazas, sino que encomendaba su causa al único que juzga con justicia; cargado con nuestros pecados, subió al madero de la cruz, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Por sus llagas ustedes han sido curados, porque ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (10, 1-10)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas.
A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado.
Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos.
El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que resucitó a Jesús de entre los muertos rompiendo las ataduras del pecado y de la muerte, permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en ustedes y sean signos de la presencia del resucitado en medio del mundo.
            Hoy celebramos con toda la Iglesia la jornada mundial de oración por las vocaciones, y los textos nos ayudan a reflexionar y orar sobre este tema.
            En este caso nos referimos a la vocación a la vida consagrada y sacerdotal.
El evangelio comienza diciendo que Jesús habla a los fariseos y se refiere a ellos hablándoles a través de imágenes: la del pastor y sus ovejas, pero también la de la puerta del redil.
Jesús dice: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta  por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas”. Es decir, el pastor verdadero no necesita saltar por otro lado para entrar donde su rebaño, le basta entrar por la puerta, pues si alguien entre por otro lado no es justamente para pastorear a su rebaño sino que entra por otro lado para no ser visto y así robar del rebaño. Por eso dice Jesús que al pastor “le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera”. El pastor conoce a sus ovejas, les pone nombre y las reconoce, pues está siempre con ellas, no las abandona, y las cuida, por eso las conoce bien y ellas saben de él, no le temen, y siguen su voz, por eso, “cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.
            Pero ellos no entendieron lo que Jesús les quería decir, y añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado”. El Señor mismo se pone como “puerta” del redil, por donde entran y salen las ovejas y su pastor; es decir, gracias a Él, que es el Pastor y la Puerta por excelencia, es que tanto el pastor como rebaño viven en armonía, en conocimiento mutuo, porque quien hace de unión y puente es Cristo mismo, es que gracias a Él se tiene vida eterna.
Jesús dice: “Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos.
El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en  abundancia”. La puerta es el punto de unión de dos realidades, la de adentro y la de afuera; es decir, la realidad de la vida en comunidad, la seguridad, la interioridad, etc. y por otra parte el salir para buscar nuevos pastos, alimentarse, dejarse conducir, dejarse guiar para recibir el verdadero y buen alimento, al cual el pastor conduce porque conoce lo mejor para sus ovejas.
            Seguramente los fariseos al escuchar estas palabras habrán sentido que se refería a ellos… y es que si ellos no entran por la puerta –Jesús- son unos ladrones y salteadores; y si ellos tampoco hacen entrar y salir al rebaño por esa puerta –Jesús- no podrán conducir al rebaño y alimentarlo con el verdadero alimento. El Señor quiere dejarnos en claro que los pastores deben ser como Él, imitarlo, y a la vez deben saber que no son el centro sino que el centro, la puerta, es el mismo ¡CRISTO JESÚS!
            Hoy vivimos realidades de pastores, de hombres y mujeres (Beatos como Juan Pablo II y Madre Teresa de Calcuta) que dan su vida por el rebaño, que tienen por Puerta y Verdadero Pastor a Jesucristo. Personas que se sacrifican y viven con celo pastoral su misión de ser mediadores entre Dios y su rebaño. Pero también asistimos a situaciones que destruyen al rebaño y a los pastores, situaciones de debilidad, situaciones de pecado, aunque también de persecución y de calumnias. Todo ello es verdad, por eso la Iglesia de Dios es Santa (por Dios mismo) y pecadora a la vez (porque está hecha de hombres y mujeres imperfectos). Por eso estamos celebrando esta jornada para dar gracias a Dios por las vocaciones, para pedir a Dios muchas y santas vocaciones, y para que sean realmente instrumentos de Dios.
            Oremos a Dios para que nunca deje de suscitar en su Iglesia pastores santos según su voluntad, y fortalezca a su Iglesia con el testimonio de santidad de hermanos entregados por la construcción del Reino en la tierra. Amén.
Porque “el Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia  fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.
Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término”.


miércoles, 4 de mayo de 2011

Tercer Domingo de Pascua – Ciclo A


Domingo 08 de Mayo, 2011

Enséñanos, Señor, el camino de la vida
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio

Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 14. 22-33)
El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo:
“Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece.
Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero, como era profeta, y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción.
Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos.
Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 15
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1, 17-21)
Hermanos: Puesto que ustedes llaman Padre a Dios, que juzga imparcialmente la conducta de cada uno según sus obras, vivan siempre con temor filial durante su peregrinar por la tierra.
Bien saben ustedes que de su estéril manera de vivir, heredada de sus padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, al cual Dios había elegido desde antes de la creación del mundo, y por amor a ustedes, lo ha manifestado en estos tiempos, que son los últimos.
 Por Cristo, ustedes creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de gloria, a fin de que la fe de ustedes sea también esperanza en Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (24, 13-35)
Gloría a ti, Señor.
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. El les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?”
El les preguntó: “¿Qué cosa?”
Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”.
Entonces Jesús les dijo:
“¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos.
Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”.
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron:
“De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que resucitó a Jesús de entre los muertos rompiendo las ataduras del pecado y de la muerte, permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en ustedes y sean signos de la presencia del resucitado en medio del mundo.
Nos detendremos en la lectura del evangelio. Intentaremos realizar distintas miradas.
Por un lado, el texto nos ofrece una comprensión de lo que se realiza en cada Eucaristía. Dos de los discípulos vuelven desilusionados por lo de la muerte de Jesús; en el camino, Jesús se hace el encontradizo y les pregunta por lo que están viviendo, y les explica las Escrituras yendo de camino, e iluminándoles con Ella la existencia. Al llegar al lugar, Jesús parte el pan para ellos y lo reconocen en ese gesto. Él desaparece y los dos discípulos se ponen de camino a anunciar lo que han vivido en su encuentro con el crucificado-resucitado. En cada Eucaristía sucede lo mismo: cada uno de nosotros se acerca con sus historias, sus problemas, sus experiencias, sus expectativas, en fin… con sus vidas. Al encontrarnos Jesús nos explica las Escrituras sobre Él en nuestras vidas, y nos prepara para la Eucaristía. Esta es la liturgia de la Palabra; y al celebrar a continuación la liturgia de la Eucaristía, Jesús se hace presente en medio nuestro en la fracción del pan, donde lo reconocemos como Señor y Dios nuestro. Y al final, somos enviados a anunciar lo que hemos celebrado: el encuentro con Jesús en nuestras vidas. Somos enviados a dar testimonio de lo que hemos sido testigos, de lo que hemos visto y oído.  
            Por otro lado, podemos hacer otra lectura del texto evangélico.
Dice el texto que “el mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén… Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero… no lo reconocieron. El les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?” Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?”… “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron”.  Seguramente, estos dos discípulos se volvían a su pueblo desilusionados de todo pues esperaban la liberación de Israel por parte de Jesús, un “profeta poderoso en obras y palabras”. Su concepción del Mesías era un tanto errado, esperaban un Mesías triunfalista, derrocador del poder de los romanos que los sometía. Pero Jesús no había venido a anunciar esto.
Y se ve que era tanta su desilusión que hasta estaban escépticos. Seguramente –si eran discípulos- habrían escuchado alguna vez cuál era la misión del Cristo, de lo que le iba a suceder, pero les pasó como al resto de los discípulos y apóstoles: no creyeron en lo que Jesús les había anunciado. Habían estado muchas veces preocupados en saber quién era el más grande y seguramente esto no les ayudó a escuchar con apertura y claridad el mensaje del Cristo.
Y tal escepticismo se reflejaba en su comentario – además, ¿cómo dar crédito al mensaje de las mujeres que decían que lo habían visto?-: “Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”. Les parecía todo habladurías, y no daban crédito a lo que les decían a pesar de que Jesús lo había anunciado: “al tercer día resucitaré”.
Entonces el peregrino –Jesús- arremete y les dice: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él. Jesús les hace una catequesis sobre la historia de la salvación teniendo como centro a Él mismo. Trata de hacerles entender lo que realmente pasó, pero no se apura a quitarle las vendas de sus ojos, es más, va de camino con ellos “hasta en dirección equivocada” para hacerlos entrar en el verdadero Camino explicándoles la Verdad, mostrándose como la Verdad, para que tengan Vida, y vida eterna.
Y al acercarse al pueblo a donde se dirigían, Jesús hizo ademán de seguir; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. En todo el recorrido Jesús fue preparando sus corazones para que le abrieran y lo dejaran entrar y quedarse con ellos y en ellos, sólo les faltaba que se les quitara las vendas de sus ojos de la incredulidad, que no les dejaban reconocerlo. Y así fue que cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. En el momento en que se les abren los ojos de la fe, ya no necesitan más de la presencia física de Jesús, pues ya él entró en sus corazones y pasó a formar parte de sus vidas. Ya todo comenzaba a cobrar sentido y se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”.
Este encuentro con el Señor produjo tal cambio en sus vidas, que se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron:
“De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. De discípulos desilusionados y tristes, pasaron a ser discípulos anunciadores de lo que habían visto y oído. Testigos cualificados de la presencia del resucitado en sus vidas.
¿Cuántas veces nos sucede como a los discípulos de Emaús? Vivimos desalentados, decepcionados, tristes cuando las cosas no salen como lo esperamos o como creíamos que debía ser, y más cuando es algo importante… muchas veces el primer culpable de todo es Dios, porque no responde o no corresponde a lo que esperamos, a lo que pensamos y creemos. Pero el Señor se pone a nuestro lado, sin presionarnos, sin forzarnos a creer, simplemente se coloca como compañero de camino, nos escucha nuestras críticas, nuestros enojos, nuestros desahogos, etc. y camina a nuestro lado aún cuando estamos equivocados, y nos espera, nos va dando signos de su presencia, para que poco a poco vayamos abriendo el corazón y dejarlo entrar. La Palabra de Dios y Eucaristía son armas claves para nuestra vida, y para descubrir presente al Señor en nuestras vidas.
Gracias Señor por no dejarnos solos, por caminar a nuestro lado, por ser Camino para recorrer contigo; por ser Verdad a descubrir de tus labios y abrazarla con la fe; por ser Vida eterna para nuestras vidas dolidas y golpeadas por el pecado y nuestras miserias. Bendito y alabado seas Señor Dios nuestro por quedarte con nosotros cuando la tarde se hace noche, porque contigo nunca se esconde el sol. Amén.