miércoles, 16 de mayo de 2012

Solemnidad de la Ascensión del Señor – Ciclo B


Domingo 20 de Mayo, 2012

Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono
Vayan y enseñen a todas las naciones

Primera Lectura
Lectura del libro de los hechos de los Apóstoles (1, 1-11)
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.
Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.
Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó:
“A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.
Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
“Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 46
Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo.

Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos.

Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios (4, 1-13)
Hermanos:
Yo, Pablo, prisionero por la causa del Señor, los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz.
Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es también sólo una la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.
Cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha dado.
Por eso dice la Escritura:
Subiendo a las alturas, llevó consigo a los cautivos y dio dones a los hombres. ¿Y qué quiere decir “subió”? Que primero bajó a lo profundo de la tierra. Y el que bajó es el mismo que subió a lo más alto de los cielos, para llenarlo todo.
El fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros. Y esto, para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (16, 15-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
“Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado.
Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.
El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que resucitó a Jesucristo de entre los muertos permanezca siempre con todos ustedes y que su paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            Hoy celebramos con toda la Iglesia el misterio de la ascensión del Señor. El mismo crucificado y resucitado, sube a la diestra del Padre para prepararnos un lugar y esperarnos e interceder por nosotros ante el Padre.
            Antes de partir nos dejó una misión: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará”; es la misión que todo bautizado ha recibido, la de ser misioneros, dando a conocer la Palabra de Dios; pero puede que alguien decida no creer en este anuncio, entonces sucederá que rechace la salvación de Dios, a eso se refiere con: “El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará”, pues no acepta por propia voluntad dejarse transformar por Dios, y así se cierra a la acción de la gracia redentora.
            Y Jesús promete a aquellos que crean estas señales: “en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien”. Sí, puede que al leer esto nos venga a la mente algún cuento de fábula, pero las promesas del Señor son verdaderas, sólo que nuestra fe no llega a creer tantas cosas y por eso limitamos la acción de Dios.
            Muchas veces no damos crédito a la fuerza del testimonio y de la predicación de la Palabra en nuestras vidas, en nuestro entorno, con aquellos más cercanos y los que no lo son tanto; y todo esto hace que se ponga a prueba nuestra fe, preferimos quizás seguir los caminos fáciles de este mundo que nos propone lo contrario al anuncio de Cristo.
            Estas palabras de Jesús se cumplen en aquellos que creen: “Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban”; pues eso mismo sucedió con Jesús, aquello que predicaba era confirmado con sus obras, y sus obras ratificaban su palabra y su testimonio, así mismo, quien vive realmente la Palabra de Dios la anunciará con su testimonio, con palabras y obras.
            Pero como Él sabe de nuestra debilidad e incredulidad, nos dijo: “recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.
            Pero ¿qué tiene que ver todo este discurso con la fiesta de hoy? Justamente en que el crucificado-resucitado es el mismo que sube al cielo, y es el mismo que nos espera allá, en el Reino del Padre, pero quiso que antes de unirnos a Él continuáramos su acción de redención en el mundo, siendo sus testigos hasta el fin.
            Su partida no es un abandono de su parte, sino una promesa doble: por un lado, la promesa de enviarnos su Espíritu; y por otro, la promesa de que un día nos encontraremos con Él.
Mientras tanto, debemos ir creciendo en gracia delante de Dios, por eso el apóstol Pablo nos exhorta a que vivamos de una manera digna de la vocación con que hemos sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándonos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz, porque hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que hemos sido llamados.
            Pues a cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor divino a la medida de los dones de Cristo. Él mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.
            Sí, ésa es nuestra misión, ser en Cristo “otros Cristos”, es decir, llevar una vida conforme al Evangelio de Jesús, preparándonos y ayudando a nuestros hermanos a prepararse para que –habiendo vivido una vida plena en Cristo-, podamos entrar en la gloria que Él nos ha preparado de ante mano.
            Todo lo que hacemos en esta tierra resuena en la eternidad, y si no hemos sido buenos con nosotros y con los demás, si no hemos sido testimonios del amor de caridad hacia Dios, hacia el prójimo y hacia nosotros mismos, entonces se vuelve difícil llegar a donde está Él.
            Que podamos abrir nuestros ojos y sobre todo nuestros corazones a la acción divina, para ser sus testigos en todo el mundo SIEMPRE y en TODO LUGAR, sin miedo al qué dirán o vergüenza por testimoniar a Jesús. ¡Ánimo, Él ha vencido el mundo y está a nuestro lado! Amén.