viernes, 31 de diciembre de 2010

Santa María, Madre de Dios

Sabado 01 de Enero, 2011




Solemnidad

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos

Que te alaben, Señor, todos los pueblos



Primera Lectura

Lectura del libro de los Números (6, 22-27)

En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo:

“Di a Aarón y a sus hijos:

‘De esta manera bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz’. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial Salmo 66

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora.

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones.

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero.

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.



Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4, 4-7)

Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos.

Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor



Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (2, 16-21 )

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían, quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



Comentario a la Palabra de Dios



Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida que vino a salvarnos y se encarnó en el seno de María Virgen, los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.

Hoy celebramos la fiesta de «Santa María Madre de Dios». Hoy es también el primer día del año civil, y la Jornada Mundial por la Paz.

Pero detengámonos por el momento a comentar los textos bíblicos que nos propone la liturgia para el día de hoy.

La lectura del libro de los Números es la bendición que Dios la reveló a Moisés para que éste a su vez la enseñara a Aarón y a sus hijos, los sacerdotes de Israel, para que con ella bendijeran al pueblo.

Tal bendición la hacemos nuestra al comenzar el nuevo año. Pedimos a Dios que se revele, que nos muestre su rostro y con él nos regale su paz, la paz tan anhelada por la humanidad entera. Pero no basta que él nos muestre su rostro y nos bendiga sino que a la vez es un compromiso a empeñarnos también nosotros en la construcción de la paz.

Es también un buen momento para hacer un balance de lo que hemos vivido y de lo que nos proponemos como proyecto para el 2011. Es como realizar un examen de conciencia pero mirándonos desde Dios, con su mirada y su misericordia, pero también con su pedido de conversión.

En la carta a los gálatas Pablo nos enseña que el tiempo que vivimos es un tiempo de plenitud y de gracia, porque Dios ha enviado a su Hijo, «nacido de mujer y nacido bajo la ley», semejante en todo a nosotros, en nuestra humanidad, menos en el pecado. Tal abajamiento de Dios, nos ha alcanzado la gracia de llegar a ser hijos de Dios, llamándolo “Abba”, es decir, Padre.

Esta realidad es tarea y misión: la de vivir realmente como verdaderos hijos de Dios, y el de poder transmitir a los hermanos tal dignidad.

El celebrar a María Madre de Dios nos ayuda a mirar el misterio de la encarnación desde el “Sí” de María con el cual nos hemos convertido en hijos por y en el Hijo. La MATERNIDAD de María es la mayor de las gracias que recibió. Y todas las otras gracias están en función de esta. Porque su virginidad y el nacer sin mancha de pecado original están en función de esta: ser MADRE de Dios. Tal maternidad es también nuestra, pues somos hijos en el Hijo.

Celebrar la maternidad de María no es quitarle lugar a Jesús, a Dios mismo, sino que es celebrar la Vida que se nos ha dado a partir de Ella. Debemos mirarla como modelo e imitarla en su obrar, pues Ella ya había concebido a Dios antes del anuncio del Ángel, pues ella vivía en las cosas de Dios.

Celebrar a María como Madre: la «maternidad divina de María», y uno de los tres «dogmas» marianos, es dar gloria a Dios por sus designios de salvación sobre el género humano.

En este contexto celebrativo es bueno recordar que tal dogma ocurrió en el Concilio de Éfeso, en el año 431, con Cirilo de Alejandría.

La Constitución Dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, en su capítulo octavo (nn. 52-69) ofrece la mejor síntesis de la mariología para nuestros tiempos.

El tiempo de Navidad, donde celebramos el amor de Dios encarnado, es un tiempo donde la ternura, el amor, la fraternidad, el cariño familiar, se hacen palpables; y la ternura de Dios hacia nosotros expresada en Jesús hecho niño, nos llena de vida y esperanza. Por eso, al comenzar este nuevo año, agradezcamos con todo el corazón la alegría de vivir amando y sentirnos amados por un Dios que se abajó hasta nosotros porque nos ama con locura.

Muy feliz año 2011, y que al comenzarlo de manos de María lo consagremos a Ella y a Jesús, para que podamos experimentar su gracia, la de ser hijos de Dios y de María. Amén.

martes, 28 de diciembre de 2010

El sentido de la NAVIDAD


Queridos hermanos y hermanas en el Señor:


Que la Paz que provienen del Verbo hecho carne por nuestra salvación estén con todos ustedes.

Desgraciadamente hoy en día está muy desvirtuado el sentido de lo que es la Navidad, se presenta al famoso Papá Noel con su vestimenta roja, sus renos y sus regalos como centro de la Navidad. O nos encontramos para festejar preocupándonos de la fiesta pero olvidándonos de lo que festejamos...

Hoy quiero compartirles un pensaiento sobre la Navidad y lo que significa para mí el misterio que estamos celebrando, el MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN.
Celebrar la Navidad es celebrar el misterio de la encarnación de Jesús en nuestras vidas. El mismo Jesús, la Palabra que se hace carne, viene a tomar y asumir nuestra misma naturaleza humana. Eso mismo nos pide que hagamos nosotros: que aprendamos a vivir encarnados en nuestra propia vida y realidad, pues es ahí donde Dios se nos hace presente y transforma nuestra historia en historia de salvación.

Es verdad que no por ello se nos facilitan las cosas, pues la vida continúa... con sus luces y sombras, con sus alegrías y penas, con sus esperanzas y desalientos, pero lo importante es que podamos hacernos cargo y asumir nuestra realidad, lo que nos toca vivir (como Jesús asumió nuestra condición) para que Dios pueda entrar en ella y transformarla.

En este tiempo nos encontramos viviendo seguramente alegrías y también desafíos y pruebas, pero es bueno vivirlo personal (y comunitariamente) desde la certeza de que Dios  nos ama... "me ama con amor eterno" y que no deja de mostrarnos y mostrarme su amor aún en las dificultades y pruebas, y por eso debemos estar infinitamente agradecidos.

Que en esta NAVIDAD podamos experimentar el amor y la ternura de un Dios que se abajó hasta nosotros para darnos su gracia y regalarnos la posibilidad de ser como Él, HIJOS DE DIOS.

Muy feliz NAVIDAD en el Señor, y un buen año 2011 cargado de la gracia de Dios.

¡¡Alabado sea Jesucristo!! Les dejo mi bendición.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Tercer Domingo de Adviento - Ciclo A

Domingo 12 de Diciembre, 2010

El Señor siempre es fiel a su palabra
El Espíritu del Señor está sobre mí

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (35, 1-6.10)
Esto dice el Señor: “Regocíjate, yermo sediento. Que se alegre el desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se alegre y dé gritos de júbilo, porque le será dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes.
Digan a los de corazón apocado:
‘¡Animo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos’.
Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un ciervo el cojo, y la lengua del mudo cantará. Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 145
Ven, Señor, a salvarnos.
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
Ven, Señor, a salvarnos.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
Ven, Señor, a salvarnos.
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente. Reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
Ven, Señor, a salvarnos.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (5, 7-10)
Hermanos: Sean pacientes hasta la venida del Señor. Vean cómo el labrador, con la esperanza de los frutos preciosos de la tierra, aguarda pacientemente las lluvias tempraneras y las tardías.
Aguarden también ustedes con paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca.
No murmuren, hermanos, los unos de los otros, para que el día del juicio no sean condenados. Miren que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de paciencia en el sufrimiento a los profetas, los cuales hablaron en nombre del Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 2-11)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Jesús les respondió: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”.
Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan:
“¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino. Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él”.
Palabra del Señor.
Gloría a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida que viene a salvarnos y a encarnarse en el seno de María, los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
Las lecturas de este domingo nos dan la clave de la espera en el Señor, ¿qué esperamos de Él? ¿Cuáles son los signos de su presencia en medio nuestro?
Y es que Juan, quien se encontraba en la cárcel, habiendo oído hablar de las obras de Cristo, mandó preguntar por medio de dos discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Pero ¿cómo? ¿No era precisamente el mismo Juan quien bautizó en el Jordán a mismo Mesías, a Jesús? Y es que al escuchar Juan hablar de las cosas que hacía y decía Jesús, se daba cuenta de que su mensaje y el de Jesús no eran el mismo. Juan siempre había anunciado que llegaba el fin, que se acercaba la ira divina, que el juicio era inminente, por eso el hacha estaba ya puesta a la raíz de los árboles, etc. Así fue como Juan no tuvo temor de mandar a preguntar si Jesús era realmente el Mesías esperado o no. Juan, sin embargo, nunca criticó ni cuestionó el proceder de Jesús.
Y Jesús no les da una respuesta directa, sino que les dice: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”.
A su vez Jesús le dijo a la gente acerca de Juan: “¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino”.
Estamos ante una situación donde se intenta dar una mayor claridad a la misión de cada uno. Jesús nos hace ver que Juan Bautista no es alguien que viene de la aristocracia, sino que es un profeta, el mayor de ellos, el que prepara el camino al Mesías, y al decir quién es Juan el Bautista aclara también quién es Él mismo, pues si el otro es el precursor, Él –Jesús- es el Mesías esperado.
Pero volvamos a lo anterior… el pensamiento y discurso donde anuncia Juan el Bautista la venida del Mesías no coincide mucho con lo que escucha que Jesús está realizando, tiene sus dudas. Pero lo que responde Jesús a los discípulos de Juan no es otra cosa que lo anunciado desde antiguo por los profetas: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio.” Es decir, basta retomar la primera lectura de hoy del profeta Isaías donde se anuncia lo que sucederá en tiempos del Mesías: “Regocíjate… verán la gloria del Señor… Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes. Digan a los de corazón apocado: ‘¡Animo! No teman… Se iluminarán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un ciervo el cojo, y la lengua del mudo cantará. Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado”. Es en definitiva lo que le hace ver Jesús a Juan, bastan estos signos para saber que Él es en verdad el Mesías que debía venir.
Quizás el problema se generó cuando Juan sentía que lo que había anunciado en su duro discurso no se cumplía, pues de Jesús no salía condenación alguna, sino al contrario, compasión, bondad…
Muchas veces nos creamos imágenes de Dios que no son del todo correctas, como le sucedió a Juan, pero lo bueno fue que Juan no cuestionó o criticó a Jesús, sino al contrario, humildemente –estando en la cárcel- mandó preguntar con sus discípulos si Él en verdad era el anunciado de los tiempos, el Mesías.
Santiago nos dice al respecto: “No murmuren, hermanos, los unos de los otros, para que el día del juicio no sean condenados. Miren que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de paciencia en el sufrimiento a los profetas, los cuales hablaron en nombre del Señor”.
En este tiempo de espera y de conversión, contemplemos con alegría al verdadero Dios, con humildad descubrámoslo como Él mismo se nos quiera dar a conocer.
Aguardemos con humildad, paciencia y firmeza el ánimo, porque la venida del Señor está cerca. Amén.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Segundo Domingo de Adviento - Ciclo A

Domingo 05 de Diciembre, 2010

Bendigan al Señor eternamente
Preparen el camino del Señor

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (11, 1-10)
En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios.
No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío. Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león comerá paja con el buey.
El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No hará daño ni estrago por todo mi monte santo, porque así como las aguas colman el mar, así está lleno el país de la ciencia del Señor.
Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 71
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra.
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Que bendigan al Señor eternamente y tanto como el sol, viva su nombre. Que sea la bendición del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones.
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (15, 4-9)
Hermanos: Todo lo que en el pasado ha sido escrito en los libros santos, se escribió para instrucción nuestra, a fin de que, por la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza.
Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, acójanse los unos a los otros como Cristo los acogió a ustedes, para gloria de Dios. Quiero decir con esto, que Cristo se puso al servicio del pueblo judío, para demostrar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas y que por su misericordia los paganos alaban a Dios, según aquello que dice la Escritura: Por eso te alabaré y cantaré himnos a tu nombre.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (3, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo:
“Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca”.
Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su arrepentimiento y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han arrepentido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias.
El los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. El tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida que viene a salvarnos y a encarnarse en el seno de María, los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
El adviento es un tiempo de esperanza, virtud que crea en nosotros la voluntad para esperar contra toda esperanza. Por eso el Adviento es un tiempo utopía, y así lo presenta el profeta Isaías; es uno de los profetas bíblicos en general que nos describen la utopía bíblica (componente esencial del judeocristianismo).
Isaías describe un mundo fraterno, sin injusticia, en armonía. Tal utopía es el llamado «Reino o Reinado de Dios», pues Dios transforma el mundo, la injusticia en justicia, el pecado en perdón, el odio en amor, etc. Por eso decimos con el salmo 71: “Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. Ven, Señor, rey de justicia y de paz”.
La segunda lectura, de la carta a los romanos, habla también de esperanza: «mantengamos la esperanza»; es decir, mantengamos la tensión histórico-utópica de la cual nos hablan las Escrituras. Es decir, comprometernos a vivir en la historia, encontrando a Dios, su Reino y reinado ya presente y actuando en este mundo, con la esperanza puesta en la realización futura de tal utopía anunciada; utopía realizable porque Dios ya está reinando. Por eso, toda utopía que nos saque y nos aleje de vivir encarnados en la realidad es falsa. La utopía bíblica en cambio es real y realizable porque la realiza Dios mismo, y es ahí donde está puesta nuestra esperanza.
El evangelio de Mateo presenta la figura de Juan Bautista anunciando también una utopía, la de la realización del Reinado de Dios, pero para eso pide vivir con los pies en la tierra pidiendo a sus contemporáneos la conversión sincera del corazón, «porque el reinado de Dios está cerca».
Hoy día, podemos vivir esta utopía en medio del mundo sabiendo que el Reino de Dios está ya presente en medio nuestro en Jesucristo. El anuncio apocalíptico de lo que sucederá no mueve los corazones a la verdadera conversión, sino que muchas veces mueve por el miedo, pero si nos fijamos bien, el Bautista anuncia: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca”. “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”; su intención es mover a la conversión ante la llegada inminente del Mesías y su reinado.
Hoy día asistimos también a una nueva llamada a la conversión, la cual está orientada a un encuentro personal con el Señor, un mirar nuestras vidas desde el amor de un Dios que se abaja a nuestra humanidad para hacernos partícipes de la utopía de su divinidad.
¿Qué esperamos para que se cumpla ya en este mundo esa utopía suya de regalarnos su gracia y hacernos suyos con su amor para llegar a ser verdaderos hijos y herederos de su Reino? Amén. 

martes, 23 de noviembre de 2010

Primer Domingo de Adviento-Ciclo A

Domingo 28 de Noviembre, 2010

Vayamos con alegría al encuentro del Señor
Oremos al Señor, nuestro Dios

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (2, 1-5)
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y Jerusalén:
En días futuros, el monte de la casa del Señor será elevado en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas y hacia él confluirán todas las naciones.
Acudirán pueblos numerosos, que dirán: “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor”.
El será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra.
¡Casa de Jacob, en marcha! Caminemos a la luz del Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 121
Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
¡Qué alegría sentí, cuando me dijeron: “Vayamos a la casa del Señor”! Y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas.
Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
A ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor.
Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
Digan de todo corazón:
“Jerusalén, que haya paz entre aquellos que te aman, que haya paz dentro de tus murallas y que reine la paz en cada casa”.
Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
Por el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir: “La paz esté contigo”. Y por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes.
Vayamos con alegría al encuentro del Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (13, 11-14)
Hermanos: Tomen en cuenta el momento en que vivimos. Ya es hora de que se despierten del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer.
La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz.
Comportémonos honestamente, como se hace en pleno día. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias. Revístanse más bien, de nuestro Señor Jesucristo y que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los malos deseos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (24, 37-44)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Así como sucedió en tiempos de Noé, así también sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo trigo, una será tomada y la otra dejada.
Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor, el Dios de la vida, los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico, que llamamos “Ciclo A”, que no coincide con el año civil, sino que el año litúrgico tiene un ritmo propio marcado por tiempos donde la Iglesia despliega todo el misterio de la salvación en Cristo Jesús. Por eso, el centro de todo está dado por la Pascua de Jesús.
El ciclo de Adviento que hoy empezamos es un aspecto del misterio de la redención, y que nos lleva a centrarnos en la encarnación del Hijo que por su muerte y resurrección salvará a la humanidad.
Así, el año litúrgico es memorial y celebración actualizada del misterio de Jesús.
Con el Adviento nos preparamos a la Navidad, y una connotación propia de este tiempo es la espera y el estar alertas, pero con esperanza cristiana. Es una esperanza gozosa, pero no por ello no es exigente. Se centra en el amor infinito de un Dios que nos ama con amor eterno y por eso envía a su Hijo para redimirnos; pero a la vez, en este tiempo estamos en la doble espera: por un lado, la segunda venida de Jesús en su gloria; y por otro, la 1° venida de Jesús en la carne, es decir, la encarnación.
Hoy se hace necesario y urgente tener una mirada desde la ESPERANZA CRISTIANA, pues vivimos en un tiempo donde todo cambia rápidamente y donde todo nos lleva a vivir descentrándonos de Cristo para centrarnos en las cosas del mundo, y eso hace que experimentemos un vivir un tanto incierto, un futuro y un presente con frecuencia amenazador; es como si se perdieran razones para esperar.
La fe y la esperanza cristianas nos llevan a esperar no en los hombres sino en Dios, pues Él es la Plenitud de la Vida que ama al mundo y viene.  Porque Dios es fiel a su amor.
La esperanza cristiana está en que Dios sigue siendo fiel hoy y siempre al igual que ayer.
Esta espera gozosa y vigilante (“Ya es hora de que se despierten del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer”) no debe hacernos vivir la venida del Señor con la angustia de un "fin de los tiempos" catastrófico, sino un "retorno del Señor" a quien amamos y nos ama; y entonces tal espera y encuentro con Él no será en la angustia sino en la alegría de un encuentro con el Amado, pero tal espera “en el momento en que vivimos” debe ser exigente, por eso San Pablo nos invita a despojarnos pues de las obras de las tinieblas y revestirnos con las armas de la luz. Nos invita a que nos “comportemos honestamente, como se hace en pleno día. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias. Revístanse más bien, de nuestro Señor Jesucristo y que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los malos deseos”.
La vigilancia está también acentuada en el Evangelio, y tal “vigilar” o estar en vela significa estar preparados, porque no sabemos qué día va a venir el Señor. Este estar atentos a la venida de Jesús es un vivir lo cotidiano en atención a las cosas futuras, a las promesas de Dios, pues lo que viviremos en ese encuentro con Él ya lo vamos preparando hoy, viviendo lo de todos los días con la alegría de una mirada puesta en las cosas eternas y en la promesa de un Dios que ama la vida y que quiere no la muerte del pecador sino que se convierta y viva.
Comencemos este tiempo rico en gracia de Dios como un camino de conversión fuerte que nos lleva a vivir con la esperanza puesta en Jesucristo, y con los pies en la tierra. Amén.