martes, 16 de abril de 2013

Domingo del Buen Pastor


Cuarto Domingo de Pascua – Ciclo C




El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo
Ha resucitado Jesús, el Buen Pastor



Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (13, 14. 43-52)

En aquellos días, Pablo y Bernabé prosiguieron su camino desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, y el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos piadosos acompañaron a Pablo y a Bernabé, quienes siguieron exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.
El sábado siguiente casi toda la ciudad de Antioquía acudió a oír la palabra de Dios. Cuando los judíos vieron una concurrencia tan grande, se llenaron de envidia y comenzaron a contradecir a Pablo con palabras injuriosas.
Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía:
“La palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos. Así nos lo ha ordenado el Señor, cuando dijo: Yo te he puesto como luz de los paganos, para que lleves la salvación hasta los últimos rincones de la tierra”.
Al enterarse de esto, los paganos se regocijaban y glorificaban la palabra de Dios, y abrazaron la fe todos aquellos que estaban destinados a la vida eterna.
La palabra de Dios se iba propagando por toda la región. Pero los judíos azuzaron a las mujeres devotas de la alta sociedad y a los ciudadanos principales, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, hasta expulsarlos de su territorio.
Pablo y Bernabé se sacudieron el polvo de los pies, como señal de protesta, y se marcharon a Iconio, mientras los discípulos se quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 99
El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo.

Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño.

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba.


Segunda Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (7, 9. 14-17)

Yo, Juan, vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca y llevaban palmas en las manos.
Uno de los ancianos que estaban junto al trono, me dijo: “Estos son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero.
Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono los protegerá continuamente. Ya no sufrirán hambre ni sed, no los quemará el sol ni los agobiará el calor. Porque el Cordero, que está en el trono, será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (10, 27-30)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi padre.
El Padre y yo somos uno”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas, que Jesucristo, el Buen Pastor resucitado de entre los muertos nos resucite también a nosotros y nos conduzca hacia reino eterno, y que su paz y su amor permanezcan siempre con ustedes.

La Iglesia nos propone -como es de costumbre en este domingo cuarto de pascua-, dedicarlo a la figura de Jesús Buen Pastor, y también con este motivo recordamos a los pastores del pueblo de Dios suscitados por Él para apacentar el rebaño.

La imagen del pastor, en tiempos de Jesús, era para el pueblo de Israel una figura muy común. Eran un pueblo de pastores, acostumbrados desde sus orígenes a ser nómades, pues dichos pastores acompañaban al rebaño a distintos lugares buscando encontrar pastos tiernos para que se alimentara el rebaño.

Hoy en día, en las tierras de Jesús todavía encontramos en ciertas partes esta imagen del pastor que acompaña y apacienta a sus ovejas.

La figura del pastor es muy importante para el rebaño, pues es quien en verdad las cuida, vela por ellas, las acompaña, las guía, las cura… y es quien pasa todo el tiempo con ellas; todo esto hace que haya una sintonía y conocimiento entre el pastor y las ovejas. El pastor conoce a cada una en forma especial, hasta le pone un nombre a cada una si es posible para identificarlas. Conoce y sabe cómo son todas y cada una, sabe de aquellas más débiles y de las robustas, sabe de las que son más distraídas y de las que siempre están alertas a cualquier cosa, sabe de las confiadas y de las desconfiadas, en definitiva, las conoce a cada una como son. 

Pero además, las ovejas conocen al pastor, saben quién es, lo reconocen y reconocen su vos y lo siguen, no así con un extraño. Las ovejas siguen su vos aún cuando no lo pueden ver, y siguen el sonido que hace el bastón (el callado) mientras va caminando, pues es lo que va marcando el camino para que ellas lo sigan, aún en la oscuridad, cuando la luz no está pero sienten el sonido de sus pasos y de su callado.

Es por eso que Jesús habla con razón de este Buen Pastor y su rebaño diciendo: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”.

Sólo que Jesús, Pastor eterno, es mucho más que un simple pastor, pues Él no sólo nos acompaña, nos guía y sostiene, sino que hasta es capáz de algo mucho más grande: “Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás".

Pero también en Jesús nadie podrá arrebatarnos si estamos en sus manos, pues el Padre nos ha confiado en sus manos y tiene todo poder para realizar su obra, pues es capaz de dar su vida y de recobrarla en rescate por sus rebaño: "Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi padre. El Padre y yo somos uno”.

El pastoreo de Jesús sobre nosotros es de una dimensión mayor, pues él da la vida por sus ovejas, y esa vida entregada se convierte en vida para su rebaño, para cada una de sus ovejas, y esa vida entregada es vida eterna para la salvación de ellas.

Sí, es Jesús mismo quien nos sostiene, nos conoce por nombre y nos conduce a pastos tiernos, nos alimenta y nos cuida, y en su entrega definitiva nos regala su vida eterna.
Pidamos al Señor que siga siendo el Pastor de nuestras vidas y podamos escuchar su voz y seguirlo; pero también que sostenga y acompañe a los pastores de su Iglesia para sepan cuidar a su rebaño en la misión encomendada por Él.
Pidamos que hayan muchas y santas vocaciones, renovadas, que se entreguen desinteresadamente a Dios para ser pastores del rebaño de Dios. Amén.