sábado, 31 de diciembre de 2011

Santa María, Madre de Dios

Domingo 01 de Enero, 2012

Solemnidad

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos

Que te alaben, Señor, todos los pueblos


Primera Lectura
Lectura del libro de los Números (6, 22-27)
En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo:
“Di a Aarón y a sus hijos:
‘De esta manera bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz’.
Así invocarán mi nombre
sobre los israelitas y yo los
bendeciré”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 66
Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros.
Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora.

Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones.

Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero.


Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4, 4-7)
Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos.
Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor

 Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (2, 16-21)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían, quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su
corazón.
Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.
Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo nacido en la humildad de nuestra carne de María Virgen, esté con todos ustedes.

Hoy celebramos con la liturgia la más grande de todas las fiestas de María Virgen, la de «Santa María Madre de Dios», también la «octava de Navidad» por ser el octavo día solemne vivido como un único día con la solemnidad de la navidad, y además por tradición judía «la circuncisión de Jesús», donde al octavo día del nacimiento del niño se lo circuncidaba y se le imponía el nombre.
Hoy también a nivel civil comenzamos un nuevo año, y celebramos la Jornada Mundial por la Paz. Es decir, celebramos muchas cosas en un solo día.
San Pablo en su carta a los Gálatas en el pasaje que hemos leído, nos enseña en pocos renglones una verdad importantísima para nosotros como cristianos, y nos dice que en la plenitud de los tiempos, porque es en él donde Dios ha enviado a su Hijo, «nacido de mujer y nacido bajo la ley», semejante en todo a nosotros, menos en el pecado, y que al nacer el Hijo de Dios en nuestra carne nos ha alcanzado la gracia mayor de llegar a ser también nosotros hijos de Dios, por eso el espíritu que se nos ha dado nos hace invocar «Abba», es decir, Padre. Y por esta gracia enorme de ser hijos en el Hijo nos da una nueva dignidad, la de ser libres, herederos del amor de Dios. Pero esta gracia, si bien es un don inmerecido que proviene de Dios mismo, nosotros debemos hacerla crecer y fructificar para no perder esa dignidad dejando de lado la herencia o malgastando la herencia que nos ha regalado el Padre. Por tanto es don y tarea la de ser hijos de Dios en el Hijo Único de Dios.
El Hijo de Dios viene en la humildad de nuestra carne, es decir, siendo Dios, y sin dejar de serlo asume en el seno de María nuestra misma naturaleza, por eso mismo ser hijos en el Hijo significa que Dios se hizo como nosotros para que nosotros lleguemos a ser como Él, y Él nos mostró el camino: es el de la encarnación, vivir encarnados como hijos en este mundo y en esta realidad que nos toca vivir haciendo presente a Dios siempre y en todo momento.
En el Evangelio se nos presenta la escena de los pastores que -avisados por los ángeles- van a adorar al niño recién nacido. El evangelista Lucas, resalta que el Niño nace humildemente en un pesebre, entre los pequeños y los humildes, que como los pastores de Belén, esperan al salvador, al Mesías anunciado, y son ellos los primeros en ver y adorar al Niño, y ver realizadas las promesas de Dios. El hecho de que se nombre a los pastores creo que no es casualidad, eran personas no muy bien vistas, algunos con fama de ladrones, eran personas ignorantes y por tanto incapaces de cumplir la ley judía; pues bien, a ellos en primer lugar los ángeles invitan a saludar y a adorar al Mesías recién nacido.
La gran fiesta de la Madre de Dios que hoy celebramos es porque todos los "títulos" o gracias recibidas en María son en atención a los méritos de Jesucristo, y por ser LA MADRE DEL SALVADOR, por eso la honramos como MADRE DE DIOS, no porque haya engendrado o creado a Dios, sino porque María es Madre de LA PERSONA DIVINA DE JESÚS, persona donde existen verdaderamente la dos naturalezas divino-humana sin mezcla ni confusión.

En la primera lectura, la de los Números, nos encontramos con una bendición dada a Aarón, porque Dios la reveló a Moisés para que éste la enseñara a Aarón y sus hijos (los sacerdotes del pueblo de Israel), para que sea usada con pueblo.

Es una buena manera de comenzar el año, recibiendo esta bendición de Dios y de la mano de María como Madre de Dios y Madre Nuestra, pidiendo por la Paz y tratando de vivir en la coherencia de sabernos hijos en el Hijo como don y tarea.

Ponemos en las manos del Señor Jesús y de María este año 2011 que termina y este 2012 que comienza, para que nos ayude a ser mejores personas, mejores cristianos, encarnados donde Dios nos ha sembrado y floreciendo con la gracia de Dios dando testimonio de su gran amor por la humanidad expresada en Jersús. Amén.

jueves, 22 de diciembre de 2011


Domingo 25 de Diciembre, 2011
Solemnidad de la Natividad del Señor-Ciclo B

Hoy nos ha nacido el Salvador
Regocíjese todo ante el Señor
Que todos los pueblos aclamen al Señor
Cantemos al Señor un canto nuevo

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (52, 7-10)
¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que anuncia la paz, al mensajero que trae la buena nueva, que pregona la salvación, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”!
Escucha: Tus centinelas alzan la voz y todos a una gritan alborozados, porque ven con sus propios ojos al Señor, que retorna a Sión.
Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor rescata a su pueblo, consuela a Jerusalén. Descubre el Señor su santo brazo a la vista de todas las naciones. Verá la tierra entera la salvación que viene de nuestro Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 97
Toda la tierra ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria.

El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel.

La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor.

Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro rey.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (1, 1-6)
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por medio del cual hizo el universo.
El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen fiel de su ser y el sostén de todas las cosas con su palabra poderosa.
El mismo, después de efectuar la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la majestad de Dios, en las alturas, tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más excelso es el nombre que, como herencia, le corresponde.
Porque ¿a cuál de los ángeles le dijo Dios: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy? ¿O de qué ángel dijo Dios: Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo? Además, en otro pasaje, cuando introduce en el mundo a su primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (1, 1-18)
Gloria a ti, Señor.
En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. El era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino testigo de la luz.
Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.
Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”.
De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que se encarnó y nació del seno purísimo de María permanezca siempre con todos ustedes y que su paz habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            Hoy celebramos la fiesta del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo y se inicia el tiempo de Navidad.
La lectura del libro de Isaías es un canto de alabanza porque se anuncia la liberación de Jerusalén a través del anuncio de que el pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz, y esa luz es gracias al anuncio del nacimiento de un niño que será causa de liberación y de salvación para todo el pueblo, y Él restablecerá la justicia y el derecho entre los suyos. En el contexto en que se escribe el libro de Isaías, la mayoría del pueblo de Israel se encuentra exiliado en Babilonia, son esclavos de los Asirios. Para nosotros hoy, esa promesa se cumple en Cristo Jesús, que se encarna y viene a traernos la luz de la vida y nos alcanza la salvación, es el mensajero que trae buenas nuevas.
            La carta a los Hebreos expresa que muchas veces y de múltiples maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas, pero en estos últimos tiempos nos habló por medio de su Hijo a quien instituyó heredero de todo. Este himno es a Cristo Jesús, el Verbo y Palabra de Dios. Y es en cierto sentido lo que el Evangelio nos presenta hoy: En el principio la Palabra se encuentra al lado de Dios y por ella son hechas todas las cosas. Es la Palabra preexistente, junto a Dios y antes de todos lo tiempos. Esta Palabra, que es Jesús puso su Morada entre nosotros, se hace carne, asume la condición humana, se hace uno de nosotros.
            Jesús es el Dios con nosotros viene a asumir nuestra carne, nuestra vida humana, nuestro pecado, pero también su venida es una venida de redención, de inmenso amor, y en su nacimiento, está reflejada en la ternura de un niño.
            No hay en la historia gesto más grande que este, el de un Dios hecho como nosotros para poder llevarnos a Él. Esto es signo de un gran amor por ti, por mí, por la humanidad entera.
            El signo de la encarnación del Verbo divino no fue para facilitarnos la vida, para quitarnos el sufrimiento, o para que vivamos despreocupados sin asumir su Palabra, sino que vino para enseñarnos a vivir, para que aprendiéramos a vivir como Él, es decir, encarnados en nuestra propia realidad que es en ella donde Él se nos manifiesta y es en esa realidad donde Dios nos sembró y donde debemos florecer; es así que vino para darle sentido a nuestras vidas, a nuestro dolor y a nuestras alegrías.
            Este es un hermoso gesto de amor de parte de Dios, que aún siendo pecadores e inmerecedores de su gracia, se haya abajado a nuestra condición humana para regalarnos su misma vida divina.
            Por eso, que esta Navidad no pase desapercibida, que sea una verdadera Navidad, una verdadera fiesta para celebrar a Dios hecho niño, al Dios con nosotros, al Dios hecho carne.
            Esta es la misma dinámica que estamos invitados a asumir y a vivir como cristianos, es mediante la encarnación, asumiendo la realidad donde vivimos donde Dios nos sale al encuentro. Él quiere que vivamos encarnados, para hacer que nuestra realidad sea una historia de salvación escrita por Él en nuestras vidas. ¡¡MUY FELIZ Y BENDECIDA NAVIDAD!! Amén.

martes, 13 de diciembre de 2011

Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo B


Domingo 18 de Diciembre, 2011

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor
Tú eres mi padre, el Dios que me protege

Primera Lectura
Lectura del segundo libro de Samuel (7, 1-5. 8-12. 14. 16)
Tan pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: “¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de campaña?” Natán le respondió:
“Anda y haz todo lo que te dicte el corazón, porque el Señor está contigo”.
Aquella misma noche habló el Señor a Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto:
‘¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa para que yo habite en ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más famosos de la tierra.
Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a mi pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de todos tus enemigos.
Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ ”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 88
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos.

Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’.

El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice”.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (16, 25-27)
Hermanos: A aquel que puede darles fuerzas para cumplir el Evangelio que yo he proclamado, predicando a Cristo, conforme a la revelación del misterio, mantenido en secreto durante siglos, y que ahora, en cumplimiento del designio eterno de Dios, ha quedado manifestado por las Sagradas Escrituras, para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único, infinitamente sabio, démosle gloria, por Jesucristo, para siempre. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (1, 26-38)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que no conozco ningún varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo, en la espera gozosa del Señor que viene.
            En la lectura del segundo libro de Samuel se nos presenta una profecía en la cual Dios le dará una descendencia a David, es decir, el linaje de David permanecerá sobre el trono de Israel. Tal promesa la tradición interpretará en relación al Mesías, y este como hijo y descendiente del Rey David. Los evangelistas Mateo y Lucas muestran en sus genealogías a un Jesús descendiente del linaje David, y además se usa el título cristológico “Hijo de David” para hablar del Mesías Jesús; por tanto, Jesús es el Mesías esperado de los tiempos en el cual se cumplen las promesas de Dios.
            El salmo 88 vuelve a confirmar lo de la primera lectura: “Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’.
El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice”.
            La segunda lectura, de la carta de Pablo a los Romanos, dirige una oración de alabanza a Jesucristo, en quien Dios revela el misterio mantenido oculto por siglos y que ahora ha sido dado a conocer a todos. Jesús mismo nos revela el rostro del Padre y es salvación para todos los hombres.
            En el evangelio leemos el anuncio del ángel a María donde se le pone de manifiesto que será la madre de Jesús, pero María, antes de concebir en su seno, concibió a Jesús en su corazón, pues con su actitud de escucha de la palabra de Dios, se convierte en discípula y misionera, porque es capaz de reconocer la acción de Dios en su vida y en la historia. María recibe el anuncio del ángel y se sorprende pero reconoce la acción de Dios y le dice sí.
            Si bien el niño que nacerá de María es el Salvador, el Mesías, Dios no quiere pasar por encima de la voluntad humana y espera el “Sí” de María para poder realizar su obra. Es el misterio de la encarnación. María es la mujer que vive encarnada en la historia de su tiempo y de su pueblo, y por eso la encarnación de Jesús en ella hace que María viva en manera especial la acción de Dios en la historia como historia de salvación.  
            El tiempo del Adviento es un tiempo de espera dichosa en la Natividad. Para nosotros cristianos preparar y celebrar la Navidad es asumir la misma dinámica que vivió María en su “Sí” a Dios: es vivir encarnados en las realidades de nuestro tiempo en la actitud de escucha atenta y activa de la Palabra de Dios que viene a encarnarse en nuestros corazones para regalarnos su redención. Amén.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Tercer Domingo de Adviento – Ciclo B



Domingo 11 de Diciembre, 2011

Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador
El Espíritu del Señor está sobre mí

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (61, 1-2. 10-11)
El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros y a pregonar el año de gracia del Señor.
Me alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en mi Dios, porque me revistió con vestiduras de salvación y me cubrió con un manto de justicia, como el novio que se pone la corona, como la novia que se adorna con sus joyas.
Así como la tierra echa sus brotes y el jardín hace germinar lo sembrado en él, así el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todas las naciones.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Lucas 1
Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.
Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso los ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega, de generación en generación, a los que lo temen.

A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada. Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5, 16-24)
Hermanos: Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión, pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús. No impidan la acción del Espíritu Santo, ni desprecien el don de profecía; pero sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno.
Absténganse de toda clase de mal. Que el Dios de la paz los santifique a ustedes en todo y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, se conserve irreprochable hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo. El que los ha llamado es fiel y cumplirá su promesa.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (1, 6-8. 19-28)
Gloria a ti, Señor.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino testigo de la luz.
Este es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?” El reconoció y no negó quién era. El afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” El les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No”.
Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.
Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.
Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo, en la espera gozosa del Señor que viene.
            Continuando con los relatos de estos domingos de adviento, el profeta Isaías invita a todo el pueblo que está volviendo del destierro, a confiar, invita a la esperanza, porque las promesas de Dios se cumplirán poco a poco porque la acción de Dios es efectiva y eficaz. En este tercer domingo se nos invita a la alegría de la esperanza, porque Dios anuncia «buenas noticias» de esperanza a los pobres de Yahveh. Dios, que mantiene su Alianza y su promesa, no abandona, por más que haya dificultades al regreso, porque el Señor hará germinar la justicia, la paz y la alabanza en todo el país.
            El salmo nos ayuda a la alabanza por la acción de Dios en la vida de su pueblo mediante la oración de María cuando visita a Isabel (llamado Magnificat); dicha oración tiene su base en el cántico de Ana (1Sam 2, 1-10): allí se expresa –mediante las palabras de maría y de Ana- que Dios obra a favor de los pobres y humildes del pueblo, y los poderosos son sacados de sus tronos; también se nos invita a seguir confiando de que el pueblo de Israel verá el favor de Dios cumpliendo la promesa hecha a Abraham (Gn 15,1; 17,1). Y el canto de María se nos presenta en este domingo porque es en Ella y por Ella donde Dios hizo proezas con su brazo por los humildes y los más débiles del pueblo.
            En la lectura de Pablo a la comunidad de Tesalónica, invita a la fidelidad, a abstenerse de todo mal, a vivir irreprochables hasta la venida de Jesucristo. Se percibe que la comunidad vive con algunos problemas, pues pide abstenerse del mal y juzgar lo bueno y quedarse con ello, y por sobre todas las cosas, invita a confiar en el Señor que es fiel y cumple su promesa, puesto que nosotros somos frágiles y débiles, la confianza debe estar puesta en Él. Por esto que Pablo los llama a estar alegres, a orar constantemente, a no dejarse desanimar, a examinar todo y quedarse con lo bueno.
            El Evangelio de Juan nos presenta nuevamente el testimonio de Juan el Bautista, que profundizamos en este tiempo de adviento. La lectura habla del testimonio de Juan y muestra que los dirigentes judíos envían delegados para preguntarle si es el Mesías o Elías que prepararía la llegada del Mesías. Juan sólo dice que es la voz que clama en el desierto, que prepara la venida del Mesías; por otra parte es sobre lo que hablan los textos de Isaías, como el del domingo pasado donde hace referencia a esa voz que clama en el desierto preparando la venida del enviado por Dios. La respuesta produce otra pregunta: si él no es el Mesías… ¿por qué bautiza? Simplemente responde que su bautismo de agua es un bautismo purificador, pero el que está en medio de ustedes es más poderoso (el Mesías, el Cristo).
            Si se ve detalladamente el relato, el evangelista intenta poner en claro que la figura de Juan el Bautista es de gran importancia para las primeras generaciones y comunidades cristianas, pues es quién preparó y precedió al Mesías, pero se remarca esa relación de inferioridad con el Cristo porque muchos continuaron creyendo más en Juan el Bautista que en el Mesías. De por sí, la figura de Juan fue importante, y a la vez un crítico ante el poder romano y de Herodes, y su coherencia de vida fue lo que le llevó a la muerte. Fue un hombre coherente y entregado a su misión y por eso su figura fue clave e importante para los primeros cristianos. Pero no debemos olvidar que Juan era sólo una voz que clama y prepara la venida del Cristo. Así nosotros estamos llamados a ser otros “precursores” en esta realidad donde Dios nos pide que vivamos encarnados, sin desanimarnos, sabiendo que Dios es fiel a sus promesas y a su alianza. Amén.