sábado, 24 de marzo de 2012

Quinto Domingo de Cuaresma – Ciclo B


Domingo 25 de Marzo, 2012

Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas
Escucha Señor, nuestra oración

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Jeremías (31, 31-34)
“Se acerca el tiempo, dice el Señor, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será como la alianza que hice con los padres de ustedes, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos rompieron mi alianza y yo tuve que hacer un escarmiento con ellos.
Esta será la alianza nueva que voy a hacer con la casa de Israel: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones.
Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya nadie tendrá que instruir a su prójimo ni a su hermano, diciéndole: ‘Conoce al Señor’, porque todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 50
Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.

Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantén en mí un alma generosa. Enseñaré a los descarriados tus caminos y volverán a ti los pecadores.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (5, 7-9)
Hermanos:
Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (12, 20-33)
Gloria a ti, Señor.
Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”.
Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y él les respondió: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre.
Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: ‘Padre, líbrame de esta hora’? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre”. Se oyó entonces una voz que decía: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”.
De entre los que estaban ahí presentes y oyeron aquella voz, unos decían que había sido un trueno; otros, que le había hablado un ángel. Pero Jesús les dijo: “Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes.
Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            La lectura de hoy del profeta Jeremías es un canto al perdón y a la esperanza de Israel, que se halla en medio de la aflicción, tanto para los que quedaron como para los que fueron deportados, más la Jerusalén destruida; por esto mismo le llaman a estos capítulos del libro de Jeremías el «libro de la consolación».
            En la oración se expresa que Dios quiere comenzar una nueva alianza con su pueblo; pero no una que ya no esté escrita en tablas sino en la mente y en el corazón del hombre; y a través de esta alianza: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. Por eso, porque la ley estará «en el corazón», será una ley humanizante, donde se conocerá a Dios verdaderamente, porque será un hacer experiencia de Dios a través de esta ley grabada en los corazones.
            La carta a los hebreos nos muestra las actitudes de Jesús en su asumir el cumplir la voluntad del Padre, por eso el pasaje nos trae a la memoria la escena del huerto de los Olivos en el momento en que Jesús ora al Padre y la posibilidad de ser librado de la muerte; fue donde Jesús asumió en forma definitiva la voluntad del Padre, y fue a un alto precio, pero la oración ayudó a fortalecer a Jesús para asumir para lo cual había sido enviado y así llevar a cabo su misión, por eso lejos de ahorrarle sufrimientos el Padre, lo fortaleció en su entrega.
            El texto del evangelio nos muestra, mediante una imagen puesta por Jesús, lo que significa dar la vida para que esa vida entregada de verdaderamente frutos: la imagen del grano de trigo que cae en tierra y muriendo da vida. Si ésta no muere no dará vida alguna, por eso la vida entregada de Jesús por nosotros es como ese grano de trigo que muere para dar mucho fruto; y así fue, su entrega, su muerte fue un destello de gracia eterno para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, “por sus llagas hemos sido curados” (Is 53,5).
            Y al final, el texto del evangelio nos vuelve a recordar lo del domingo anterior: “Cuando sea levantado en alto atraeré a todos hacia mí”. Se puede interpretar este pasaje como que la muerte de Jesús en la cruz será signo de unión y comunión para todo el mundo, pues a través de su entrega, de su muerte dará el fruto de la vida eterna y de la comunión con Él. Otra cosa que aparece en este relato es la búsqueda que los griegos están haciendo, quieren ver a Jesús. Por eso la cruz puede ser presentada como triunfo y glorificación, pues la "hora de Jesús" es también la hora de toda la humanidad y no sólo de los Judíos.
            A través de la cruz se manifiesta que Dios es Amor y a su vez queda descubierto el pecado de la humanidad. Es la hora donde Jesús es exaltado, donde cae en tierra y muere como el grano de trigo para dar vida, es la hora de la gloria de Dios, del triunfo sobre el pecado y Satanás. Es la hora del perdón para cuantos creen en él.
            Creo que todo esto nos habla de un compromiso, pues no queda todo sólo en la acción de Dios a través de Jesús, sino que nos está implicando en algo más, y es el seguimiento de Jesús, pues Felipe y Andrés (discípulos) muestran a Jesús a los griegos que lo buscan y a continuación Jesús habla del grano de trigo que debe morir para dar fruto: quien se decide a seguir a Jesús, sea en el estado de vida que sea, debe vivir como Jesús vivió, muriendo a lo que no es de Dios para dar vida, para tener vida, la vida de la gracia y dar vida a los demás.  Amén. 

sábado, 17 de marzo de 2012

Cuarto Domingo de Cuaresma – Ciclo B


Domingo 18 de Marzo, 2012

Tu recuerdo, Señor, es mi alegría
Salva a tu pueblo, Señor

Primera Lectura
Lectura del segundo libro de las Crónicas (36, 14-16. 19-23)
En aquellos días, todos los sumos sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, practicando todas las abominables costumbres de los paganos, y mancharon la casa del Señor, que él se había consagrado en Jerusalén.
El Señor, Dios de sus padres, los exhortó continuamente por medio de sus mensajeros, porque sentía compasión de su pueblo y quería preservar su santuario. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus advertencias y se mofaron de sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo llegó a tal grado, que ya no hubo remedio.
Envió entonces contra ellos al rey de los caldeos. Incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén, pegaron fuego a todos los palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. A los que escaparon de la espada, los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos, hasta que el reino pasó al dominio de los persas, para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías: Hasta que el país haya pagado sus sábados perdidos, descansará de la desolación, hasta que se cumplan setenta años.
En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de las palabras que habló el Señor por boca de Jeremías, el Señor inspiró a Ciro, rey de los persas, el cual mandó proclamar de palabra y por escrito en todo su reino, lo siguiente: “Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha mandado que le edifique una casa en Jerusalén de Judá.
En consecuencia, todo aquel que pertenezca a este pueblo, que parta hacia allá, y que su Dios lo acompañe”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 136
Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar de nostalgia; de los sauces que estaban en la orilla colgamos nuestras arpas.

Aquellos que cautivos nos tenían pidieron que cantáramos. Decían los opresores: “Algún cantar de Sión, alegres, cántennos”.

Pero, ¿cómo podríamos cantar un himno al Señor en tierra extraña? ¡Que la mano derecha se me seque, si de ti, Jerusalén, yo me olvidara!

¡Que se me pegue al paladar la lengua, Jerusalén, si no te recordara, o si, fuera de ti, alguna otra alegría yo buscara!

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2, 4-10)
Hermanos:
La misericordia y el amor de Dios son muy grandes; porque nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, y él nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya, hemos sido salvados.
Con Cristo y en Cristo nos ha resucitado y con él nos ha reservado un sitio en el cielo. Así, en todos los tiempos, Dios muestra, por medio de Jesús, la incomparable riqueza de su gracia y de su bondad para con nosotros.
En efecto, ustedes han sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no se debe a ustedes mismos, sino que es un don de Dios. Tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir, porque somos hechura de Dios, creados por medio de Cristo Jesús, para hacer el bien que Dios ha dispuesto que hagamos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (3, 14-21)
Gloria a ti Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo:
“Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran.
En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            En la primera lectura del libro de las Crónicas se nos presenta la dureza del pueblo que no escucha o se burla de aquellos que son portadores de la palabra de Dios. Estos setenta años de destierro serán una ocasión para descansar y restituir al Señor el tiempo que le había negado el pueblo elegido. Con el edicto de Ciro, rey de Persia, se da al pueblo una nueva esperanza.
            En el evangelio de Juan, que corresponde a la respuesta que Jesús da a Nicodemo cuando va a visitarlo de noche por temor a los judíos, donde le pregunta: «¿cómo puede ser eso?», refiriéndose al nacer de nuevo (en el Espíritu).
            Nicodemo (cuyo nombre significa “el que vence al pueblo”), un fariseo importante pues es nombrado como “jefe” (miembro del Gran Consejo o Sanedrín), aparece varias veces en el evangelio de Juan (3,1-21; 7,50-52; 19,39).
            Jesús le habla de ser “levantado” (crucificado), como la serpiente que Moisés levantó en el desierto, y donde todo aquél que la veía y creía era curado. Creer es una respuesta de confianza al amor de Dios, es saber que Él realiza y realizará en el hombre, en nosotros aquello que nos prometió: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. … El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios”. La centralidad en la fe está puesta en el AMOR de Dios, porque tanto nos amó Dios, es que realiza en nosotros la redención, pero tal redención se hace eficaz y concreta en aquellos que creen y aceptan la obra de Dios, por eso: “La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran”.
            Pablo, siguiendo con el mismo tema nos dice que: “La misericordia y el amor de Dios son muy grandes; porque nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, y él nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya, hemos sido salvados”. Sí, así es, el don de la redención es gratuita, y proviene del inmenso amor de Dios que nos ama con amor eterno. Cristo, con su venida y su pasión, muerte y resurrección nos ha brindado gratuitamente algo que éramos incapaces de alcanzar: “Así, en todos los tiempos, Dios muestra, por medio de Jesús, la incomparable riqueza de su gracia y de su bondad para con nosotros”.
            “En efecto, ustedes han sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no se debe a ustedes mismos, sino que es un don de Dios. Tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir, porque somos hechura de Dios, creados por medio de Cristo Jesús, para hacer el bien que Dios ha dispuesto que hagamos”.
            En este domingo de Laetare se nos invita a vivir con más esperanza y alegría lo que significa la cercanía y la pronta vivencia de la Pascua. Detengámonos por un momento a pensar en las maravillas que Dios hizo por nosotros –en general- y también aquellas que ha realizado personalmente en cada uno.
            Que la experiencia del amor profundo y fecundo de Dios sea la fuente de alegría que nos hace vivir en el Señor más allá de nuestras miserias que queremos cambiar. Amén.

viernes, 9 de marzo de 2012

Tercer Domingo de Cuaresma – Ciclo B


Domingo 11 de Marzo, 2012

Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna
Señor, eres mi refugio y salvación

Primera Lectura
Lectura del libro del Éxodo (20, 1-17)
En aquellos días, el Señor promulgó estos preceptos para su pueblo en el monte Sinaí, diciendo:
“Yo soy el Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto y de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí; no te fabricarás ídolos ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o en el agua, y debajo de la tierra. No adorarás nada de eso ni le rendirás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castiga la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me odian; pero soy misericordioso hasta la milésima generación de aquellos que me aman y cumplen mis mandamientos.
No harás mal uso del nombre del Señor, tu Dios, porque no dejará el Señor sin castigo a quien haga mal uso de su nombre.
Acuérdate de santificar el sábado. Seis días trabajarás y en ellos harás todos tus quehaceres; pero el día séptimo es día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios. No harás en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el forastero que viva contigo.
Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, pero el séptimo, descansó. Por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre para que vivas largos años en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni a su mujer, ni a su esclavo, ni a su esclava, ni su buey, ni su burro, ni cosa alguna que le pertenezca”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 18
Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo.

En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino.

La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

Que te sean gratas las palabras de mi boca y los anhelos de mi corazón. Haz, Señor, que siempre te busque, pues eres mi refugio y salvación.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (1, 22-25)
Hermanos:
Los judíos exigen señales milagrosas y los paganos piden sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos; en cambio, para los llamados, sean judíos o paganos, Cristo es la fuerza y la sabiduría de Dios. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (2, 13-25)
Gloria a ti, Señor.
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito:
El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle:
“¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?”
Jesús les respondió:
“Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            El evangelio de Juan que leemos en este domingo, no habla sobre el templo de Jerusalén. Es un tema importante para el judío, pues es el centro de las instituciones y símbolo de la gloria y el poder de la nación judía (tanto la residente en Palestina como la que se encuentra en la Diáspora), el templo es signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
            El hecho de que se nos presente a Jesús en el evangelio con un “látigo con cuerdas” hace referencia a la frase “el látigo del Mesías”, para significar la fuerza de la irrupción de la era mesiánica. Por eso, si Jesús hace uso del “látigo” no deja duda sobre quién es Él.
            Para entender un poco sobre lo que sucedía, es decir, porqué el templo se había convertido en un banco, es necesario saber que los llamados cambistas representaban “el sistema financiero” de la época. Todos los varones judíos mayores de 21 años estaban obligados a pagar un tributo anual al templo, e infinidad de donativos en dinero iban a parar al tesoro del templo. El templo de Jerusalén llegó a ser uno de los mayores “bancos” de la antigüedad. El sistema de cambio era necesario porque al pagar el tributo y los donativos no se podía hacer en monedas que llevasen la efigie imperial, considerada idolátrica por los judíos, entonces el templo acuñaba su propia moneda y quienes iban a pagar, previamente tenían que cambiar sus monedas por las del templo, esto no era gratuito, sino que los cambistas cobraban naturalmente una comisión.
            En este acto de volcar sus mesas y tirar sus monedas, Jesús estaba atacando o quejándose de un sistema que sistema económico que se aprovechaba de lo religioso para obtener ganancias. Si bien Jesús expulsa a todos, sin embargo se refiere al final a los vendedores de palomas diciéndoles que quiten todo de ahí. Se puede interpretar que como los pobres ofrecían en sus cultos a Dios las palomas, los que hace responsables de la corrupción del templo, dejando ver la preocupación de Dios por la gente, especialmente los pobres, y su enojo por quienes hacen negocio con su pobreza.
            El templo es casa de oración y ellos la han convertido en “casa del mercado”, donde el dios es el dinero. En su lenguaje, Jesús expresa que destruyan este templo y que lo reconstruirá en tres días, los judíos no entienden el lenguaje, pues se refería a otro tempo, es muy propio de Juan crear estos mal entendidos, pero que ayudan a pasar de un lado a otro para poder descubrir el mensaje que está de fondo y que es el principal. Jesús se pone él mismo como templo de Dios. En el fondo, Jesús nos muestra que el poder del resucitado, en su propia pascua, dará el verdadero sentido al “templo de Dios”, así, el verdadero templo de Dios no requiere edificios sino cuerpos vivos, templos resucitados; estos son los verdaderos santuarios de Dios. Jesús viene a proponer un verdadero templo y culto a partir de su misma persona, de su pascua y de su acción en nuestras vidas, templos de su Espíritu.
            Que en este tiempo propicio de conversión y de salvación podamos ir dejándonos restaurar como templos vivos donde se rinda verdadero culto en el espíritu mismo del Resucitado. Amén.