lunes, 6 de julio de 2009

DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO – AÑO B


Lecturas: Ez 2, 2-5; Sal 122, 1 -2a. 2bcd. 3-4; Cor 12, 7b-10; Mc 6, 1-6

¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo!
La Palabra de Dios de este domingo nos presenta a Dios que habla a un pueblo incrédulo, duro de corazón y rebelde, por un lado, y por el otro a un Pablo que pide a Dios que lo libere de lo que lo atormenta y Dios le hace saber que en su debilidad Él se manifiesta.
La visita de Jesús en su tierra genera dudas sobre su persona, y no pueden creer que Jesús sea el Mesías, ya que se creen saber de dónde viene y quién es, pero sólo se quedan en lo externo. Ven a Jesús como uno de ellos y no como Mesías.
Cristo y su mensaje escandalizan, genera desconcierto y oposición, es signo de contradicción.
En la primera lectura, Dios se manifiesta a Israel por medio de un profeta, pero el pueblo es rebelde y duro de corazón. Lo mismo sucede con Jesús en su tierra, no lo aceptan, se resisten a creer y aceptar el mensaje de salvación.
Con Pablo se nos dice cómo Dios está presente en la debilidad humana y se manifiesta con su poder y amor. No lo libera del “aguijón”, pues es ahí donde Dios actúa mejor, en la debilidad humana, en donde hay un corazón necesitado de Dios, abierto a su gracia, pues Dios sabe bien lo que nos conviene. El orgullo hace que alejemos a Dios de nuestro lado. Pero en realidad nos basta con su gracia, pues en nuestra debilidad se manifiesta su poder.
Hoy Jesús nos vuelve a recordar que sólo puede obrar el milagro de la conversión y de la vida en la fe si somos abierto y sabemos recibir con corazón dispuesto al verdadero Cristo, al verdadero Mesías, y no al que nos hemos fabricado.
Que sepamos reconocernos débiles y necesitados de Dios para que Él pueda obrar en nosotros el don de su infinito amor y conversión. Amén.

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