miércoles, 11 de noviembre de 2009

Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario – año B


Enséñanos, Señor, el camino de la vida
Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Daniel (12, 1-3)
En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo.
Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo.
Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 15
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (10, 11-14. 18)
Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados.
Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado. Porque una vez que los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (13, 24-32)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.
Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
En el contexto de las lecturas que se nos proponen para este domingo, entramos en la lógica de lo que será el final, el fin de los tiempos.
Por un lado, el profeta Daniel habla de un tiempo en el cual se levantará el Arcángel Miguel, y que entonces se salvará el pueblo de Dios, y que muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo. Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.
Lo mismo se nos describe en el evangelio por boca de Jesús: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo”.
El pensar en el fin del mundo, en el final de nuestras vidas, en la muerte, en un juicio particular y final, en una vida después de la muerte en la resurrección, etc., son temas que desde siempre han estado, sólo que muchas veces vivimos como si todo lo que tenemos, todo lo que somos, lo que existe, lo creado, fuera a durar para siempre. Lo cierto es que somos creación y no el Creador, y por tanto somos caducos, tenemos un principio y un final.
Los temas tratados en estas lecturas corresponden a los llamados “Novísimos”, es decir, las cosas que se refieren al final de la vida, la muerte, el juicio, el destino eterno: el cielo o el infierno. Es lo que también llamamos Escatología. El término proviene del griego “ésjatos”: ‘último’ y logos: ‘estudio’. Es decir, trata de los ésjata, o realidades últimas.
Son temas que hacen a nuestra vida de creyentes y que no podemos dejar de lado, pues nuestra vida, nuestra existencia va encaminada al encuentro definitivo con Cristo.
Pero para que el pensar en estas cosas no nos alarme en modo angustioso y nos quite la paz y la armonía, es necesario pensarlos y vivirlos cada día y a cada instante de nuestra existencia. Es decir, cada opción que yo hago, cada decisión que yo tomo repercute en la eternidad. No se llega a una vida de santidad por saber el momento en el cual vamos a morir, o en el momento en el cual se presentará Jesús para llevarnos con Él, sino que la vida de santidad cristiana se construye en el día a día, en las opciones que hago optando por Cristo y los hermanos, tratando de vivir el evangelio, de llevar una vida digna del nombre cristiano.
Es verdad que el pensar en el fin, en la muerte y en el juicio nos aterra muchas veces, pero ese miedo no nos sirve para cambiar, para convertirnos y vivir una vida de gracia en abundancia. Debemos aprender a vivir sabiendo que somos peregrinos en este mundo y que el Señor nos regala su gracia para que la usemos para bien y evitemos el mal.
Estar atentos, vigilando, no significa estar sin hacer nada, esperando sin esperanza, ¡NO!, estar vigilantes significa estar en las cosas de Dios, pues Él me visita a diario y a cada instante para que yo ejercite la gracia que se me regala y la use en bien de los hermanos y de mi salvación.
Que nuestra Opción Fundamental sea Jesucristo, su mensaje, su Reino, el amor a Dios y al prójimo.
Para esto es necesario saber discernir los signos de los tiempos.
“Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta”.
Que podamos crecer en la escucha de la Palabra de Dios y en saber leer y discernir los signos de los tiempos, donde Dios se hace presente en lo cotidiano, para que el día del Señor no nos sorprenda como un ladrón.
¡Alabado sea Jesucristo!

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