domingo, 3 de mayo de 2009

IV DOMINGO DE PASCUA - Año B



Lecturas: Hch 4,8-12; Sal 117; 1 Jn 3,1-2; Jn 10,11-18

Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, este domingo de Pascua, llamado también del “Buen Pastor”, la Iglesia lo dedica a la Jornada Mundial de oración por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
Porque Jesucristo, que es la piedra angular, ya que no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos, es el Buen Pastor por excelencia.
Quisiera dedicar esta reflexión a los pastores, a aquellos que deben guiar al Pueblo de Dios mediante una misión divina, encomendada por el Padre a cada uno de ellos.
Nos dice San Juan en una de sus cartas: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él”. Sí, todos somos hijos en el Hijo, y por ese gran amor con que nos ama el Padre nos ha concedido el nombre de “hijo”, pero sucede que de entre estos hijos, el Padre ha elegido a algunos para ser guías y pastores para que sean mediadores entre el Padre y los hijos, y entre el Pastor y su rebaño. Por eso Dios ha llamado de entre el rebaño a algunos con una misión, una vocación especial: ¡ser pastores!
Esto no es ningún mérito ni debe ser para sentirse más que los demás, todo lo ¡contrario!, son llamados para ser SERVIDORES, para que con humildad se pongan al servicio de sus hermanos.
Pero como los pastores elegidos son humanos, no están libres de errores y de tentaciones, de caídas y de pecados… por eso el mismo Jesús se pone como modelo de Pastor, Él es el BUEN PASTOR : “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas”.
Sí, éste es el ejemplo a seguir, ¡Jesucristo mismo!
La imagen del pastor, en el pueblo de Israel, era una imagen común. El pastor pasaba mucho tiempo cuidando a sus ovejas, yendo de un lado a otro, por eso, llegaba a conocer a cada una personalmente, hasta llegar a darle un nombre a cada una, llegaba a conocer sus características, a conocerlas en profundidad, y estaba dispuesto a pasar por ellas muchas incomodidades, el calor, el frío, el mal tiempo, los peligros, pues su rebaño era todo para el pastor; no así para el asalariado, que solamente se contentaba con hacer lo justo y necesario, y hasta menos, pues las ovejas no eran suyas.
Jesús invita a los pastores a tomar su ejemplo, a imitarlo, a seguirlo, incluso a salir para buscar a otras ovejas que están lejos: “También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor”.
“Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre”. Sí, este Jesús, que da su vida por las ovejas, y que tiene el poder de recobrarla, es el supremo Pastor del rebaño.
Recemos por nuestros pastores, pidamos por ellos, para que sean fieles imitadores de Jesús en la misión que el Padre les ha encomendado; pidamos para que haya más vocaciones, personas generosas que deseen seguir a Jesús y cuidar su rebaño. No tengamos miedo de preguntarnos también si el Señor no me llama a seguirlo en un modo especial, para continuar cuidando a sus ovejas.
Por último, como pueblo de Dios estamos llamados a acompañar y ayudar a los pastores a que cumplan su misión, estamos llamados a ayudarlos a crecer como pastores verdaderos.
Pongámoslos bajo el cuidado del Buen Pastor, para que ellos sean imagen y semejanza del único Pastor del rebaño de Dios. Amén.

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