domingo, 2 de agosto de 2009

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Año B



Lecturas: Ex 16, 2-4. 12-15; Salmo 77; Ef 4, 17, 20-24; Jn 6, 24-35

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
Seguimos en este tiempo conla lectura del capítulo 6 de san Juan, sobre el milagro de la multiplicación de los panes.
Dice el texto que: “En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús”.
Cuando lo encontraron en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.
La multitud busca a Jesús con ansia, lo busca por tierra y por mar, ve en Él a alguien que puede ayudarlos, pero Jesús no se deja llevar por el simplismo, por el sentirse tenido en cuenta porque realiza obras, por ser “alguien” importante y con poder en el pueblo… Jesús hace ver a la gente que lo buscan no porque han visto signos sino porque han comido hasta hartarse y ven en Él a una persona que puede facilitarles la vida, que puede solucionarles los problemas con un simple gesto como el de multiplicar la comida.
Entonces ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”.
Es lo que nos dice san Pablo en su carta a los Efesios: “Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo; han oído hablar de él y en él han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús. El les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer. Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad”.
Estas palabras nos llevan a hacer las obras de Dios, que nosh an sido dadas en y por Jesucristo, y que san Pablo y los santos han sabido vivir en sus vidas.
Jesús nos dice: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”. Sí, es verdad, pues Jesús mismo es el alimento que da la vida eternal ya en esta vida para quien lo come en gracia de Dios, pore so san Pablo insiste en las obras de Dios, en vivir una vida de convertidos, de verdaderos cristianos, y no sólo una vida de tibios que no terminan nunca de saberse de qué lado están, sin comprometerse en serio con Cristo y su Palabra.
Pore so, a la vez que nos comprometemos a llevar una vida digna de los hijos de Dios, le decimos a Jesús para que vivamos más unidos a Él en espíritu y en verdad: “Señor, danos siempre de ese pan”. Amén.

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