domingo, 23 de agosto de 2009

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Año B



Lecturas: Jos 24, 1-2.15-17.18; Salmo 33; Ef 5, 21-32; Jn 6, 55.60-69

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
Terminamos este tiempo con la lectura del capítulo 6 de san Juan, sobre el milagro de la multiplicación de los panes y el discurso del Pan de Vida.
El discurso de Jesús concluye con el abandono de muchos de sus discípulos, pues el lenguaje de Jesús es “duro de entender”, pero Pedro, inspirado por el Espíritu, da testimonio de fe diciendo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos que tú eres el santo de Dios”.
El mensaje de Jesús es duro porque asumirlo significa aceptar su persona y seguirlo hasta las últimas consecuencias.
El mensaje de Jesús es duro porque comer su Cuerpo y beber su Sangre significa dejarnos alimentar por Él y renunciar a lo que no es de Él, y porque significa vivir como Él nos pide.
Por eso es duro su lenguaje, porque no se trata de un Dios que facilita las cosas sino un Dios que nos complica, en el sentido de que no nos deja tranquilos pues quiere que asumiendo su mensaje lo vivamos en plenitud.
Aceptarlo como el Pan de Vida significa que solo Él es nuestro alimento, solo Él es quien nos da la vida, y todo lo demás es secundario.
Que podamos escuchar su mensaje, asumirlo y vivirlo, y que seamos alimentados sólo por su Pan (su propio Cuerpo y Sangre) a fin de que también nosotros seamos pan para los demás, seamos alimento anunciando la palabra de Dios, anunciando a Dios a los demás con nuestro testimonio y entrega y Jesús sea el centro de nuestras vidas, el centro de toda nuestra historia. Amén.

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