jueves, 26 de agosto de 2010

Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Domingo 29 de Agosto, 2010

Dios da libertad y riqueza a los cautivos
Dios mío, ten piedad de mí

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácide) (3, 19-21. 30-31)
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor, porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria.
No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad.
El hombre prudente medita en su corazón las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 67
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
Ante el Señor, su Dios, gocen los justos, salten de alegría. Entonen alabanzas a su nombre. En honor del Señor toquen la cítara.
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio; él fue quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los cautivos.
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
A tu pueblo extenuado diste fuerzas, nos colmaste, Señor, de tus favores y habitó tu rebaño en esta tierra, que tu amor preparó para los pobres.
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los hebreos (12, 18-19. 22-24)
Hermanos: Cuando ustedes se acercaron a Dios, no encontraron nada material, como en el Sinaí: ni fuego ardiente, ni oscuridad, ni tinieblas, ni huracán, ni estruendo de trompetas, ni palabras pronunciadas por aquella voz que los israelitas no querían volver a oír nunca.
Ustedes, en cambio, se han acercado a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres, y a los espíritus de los justos que alcanzaron la perfección. Se han acercado a Jesús, el mediador de la nueva alianza.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (14, 1. 7-14)
Gloria a ti, Señor.
Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola:
“Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. 
Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí  mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten asu vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará,  cuando resuciten los justos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, el Señor que dirige nuestros corazones para que amemos a Dios esté con todos ustedes.
La lectura del libro del Eclesiástico que nos propone la liturgia en el día de hoy nos da la clave para leer e interpretar el evangelio, pues nos da la regla de cómo proceder, de cómo comportarnos frente a los demás sin sentirnos superiores a los otros aún cuando por algún motivo o circunstancia alguien ocupe un puesto superior a los demás: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor,  porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria”.
Fue así que un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. 
Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí  mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
Quizás no busquemos los primeros puestos de esta manera, pero sí muchas veces sentimos la tentación de ser reconocidos por los hombres, sentimos la tentación de querer estar ocupando puestos importantes para sentirnos importantes o para que la gente nos tenga como que somos “alguien”, que no valoricen por lo que hemos edificado, por el lugar o el puesto conseguido… quizás eso nos haga sentir más valiosos a los ojos de los demás y más importantes que los demás…
O cuando a veces tratamos de ayudar a los demás, o de prestar un servicio, podemos caer en la tentación de hacerlo pensando -consciente o inconscientemente- en nosotros mismos o en la recompensa que tendremos. En el fondo, quizás es porque no conozco lo que significa verdaderamente dar o darme gratuitamente; o no sé lo que significa ser humilde en verdad.
La humildad significa reconocerse por lo que uno es y tal cual es, sin sentirse superior a los demás, no es complejo de inferioridad, timidez, o falta de autoestima, sino que es la verdad de lo que soy, ni más ni menos. Y la gratuidad es salir de uno mismo, del egocentrismo, y en esto el evangelio nos lo dice, que la gratuidad está en el amor verdadero, cuando "comercializo" o busco recompensa en el amor, éste se destruye y muere. Por eso Jesús luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede  ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un  banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque  ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará,  cuando resuciten los justos”.
Que podamos aprender de las enseñanzas del Señor a ser humildes y generosos en el amor verdadero para que nuestra recompensa sea Dios sólo y su resurrección. Amén. 

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