sábado, 19 de febrero de 2011

Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo A


 Domingo 20 de Febrero, 2011

Día del Señor
Confío, Señor, en tu misericordia
El Señor es compasivo y misericordioso

Primera Lectura
Lectura del libro del Levítico (19, 1-2. 17-18)
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: ‘Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo.
No odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor’ ”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 102
El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice al Señor, alma mía que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.
El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados.
El Señor es compasivo y misericordioso.
Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama.
El Señor es compasivo y misericordioso.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3, 16-23)
Hermanos: ¿No saben ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el templo de Dios, será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo.
Que nadie se engañe: si alguno de ustedes se tiene a sí mismo por sabio según los criterios de este mundo, que se haga ignorante para llegar a ser verdaderamente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios, como dice la Escritura:
Dios hace que los sabios caigan en la trampa de su propia astucia. También dice: El Señor conoce los pensamientos de los sabios y los tiene por vanos.
Así pues, que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre, ya que todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo y Pedro, el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes; ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 38-48)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarle la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
Han oído ustedes que se dijo:
Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
Las lecturas de este domingo continúan un poco la temática del domingo pasado sobre el cumplimiento de la ley y la plenitud dada por Jesús al respecto, pero aquí se profundiza más sobre el amor al prójimo.
Dice Jesús a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarle la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda”.
Sí, es difícil lo que nos pide el Señor aquí, que no reaccionemos mal frente al mal que nos puedan hacer y frente a aquel que nos hace daño, sino que actuemos de manera distinta al principio del “ojo por ojo, diente por diente”. Pues esta norma era como una medida para “hacer justicia” frente al que me hacía algún tipo de daño y que sólo debía responder en igual medida a la ofensa hecha, es decir: si me golpearon en la mejilla derecha, yo puedo golpear también en la mejilla, más no; si me roban la túnica, yo puedo cobrarme con algo similar, etc. Esta “ley” estaba puesta como medida para que no se cometieran ciertos abusos al hacer justicia o “tomar venganza” ante algo malo que me hicieran.
Jesús no toma partido de esta ley, sino que pone el amor y el perdón por encima de las ofensas que podamos recibir. Él mismo lo vivió en carne propia y nos dejó el ejemplo para que lo imitemos.
 También, respecto al: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”, Jesús nos dice: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial”. No hay aquí distinción entre amigos y enemigos, somos todos HERMANOS de un mismo PADRE “que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos”, pues para Dios no hay acepción de personas, Él nos mira y ama porque somos creación suya y nos ama aún cuando lo rechacemos, y nos sigue dando oportunidades.
Como dice el libro del Levítico: “No odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. Amar aún al que me hace daño es un mandato divino, pero que no consiste sólo en intentar amar así sin más al que obra mal, sino que consiste en corregirlo con amor y con la sabiduría que viene de Dios para ayudarlo a crecer. Porque “hermanos: ¿No saben ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el templo de Dios, será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo”; sí, somos templo donde Dios habita y por eso al amar a nuestros hermanos amamos a Dios también que habita en él. Por eso merece respeto mi hermano, y ser corregido y amado con respeto por ser templo de Dios.
Jesús nos invita a que demos un paso serio y responsable, “porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”; nos llama a que seamos perfectos como lo es nuestro Padre Dios. Como dijo el Señor a Moisés: “Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: ‘Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo”; así nos lo vuelve a repetir a nosotros.
En definitiva: Dios, que es perfecto quiere que seamos perfectos –santos- como lo es Él, pero esta santidad no se vive en lo abstracto, sino en lo concreto de cada día, donde se pone a prueba mi amor y mi paciencia al encontrarme con mi hermano y con el cual no siempre me llevo bien; donde me encuentro con quien me puede hacer daño y es difícil de perdonar… sí, eso es lo que Jesús nos pide, ser perfectos como el Padre lo es, y nos dio el ejemplo para seguirlo, amando a todos aún a los que nos hacen daño, y ayudando a crecer a nuestros hermanos para mayor gloria de Dios y salvación de la humanidad.
Señor, te pedimos nos concedas la gracia de poder vivir lo que nos pides. Amén.

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