viernes, 27 de mayo de 2011

Domingo de la VI Semana de Pascua - Ciclo A



Libro de los Hechos de los Apóstoles 8,5-8.14-17. 
Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo.
Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe.
Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados.
Y fue grande la alegría de aquella ciudad.
Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo.
Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

Salmo 66(65), 1-3a.4-5.6-7a.16.20. 
Del maestro de coro. Canto. Salmo. ¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: "¡Qué admirables son tus obras!". Por la inmensidad de tu poder, tus enemigos te rinden pleitesía;
toda la tierra se postra ante ti, y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.

Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres:
él convirtió el Mar en tierra firme, a pie atravesaron el Río. Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza; sus ojos vigilan a las naciones, y los rebeldes no pueden sublevarse.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí:

Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia.

Epístola I de San Pedro 3,15-18. 
Por el contrario, glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen.
Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo.
Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal.
Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu.

Evangelio según San Juan 14,15-21. 
Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes:
el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.
Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán.
Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". 
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que resucitó a Jesús de entre los muertos rompiendo las ataduras del pecado y de la muerte, permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en ustedes y sean signos de la presencia del resucitado en medio del mundo.
            En este tiempo nos acompañará el Evangelio de Juan en sus capítulos posteriores a la última cena, donde Jesús nos va dejando sus discursos como memoria y proyecto, como testamento a sus discípulos.
En esta parte del discurso inicia y termina casi con las mismas palabras, sólo que al inicio pone el amor como condición del cumplimiento de los mandamientos (“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”), y al final del discurso la condición para amarlo es el cumplir los mandamientos (“El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama”). En definitiva, lo que Jesús nos quiere transmitir es que no nos deja solos, Él está en nosotros y nosotros en Él por el Paráclito (“para que esté siempre con ustedes”) que nos da; Él es el “Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes”. El permanecer o estar en Jesús y en el Padre y Ellos en nosotros se realiza por la acción del Espíritu Santo que se nos es dado. Él es quien nos recuerda el mensaje de Jesús para vivirlo, interiorizarlo, asimilarlo, y “así comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes”.
Pues el que recibe los mandamientos de Jesús y los cumple, en ese acto ya está aceptando a Cristo en su vida, y se lo está amando, pues sus mandamiento no son otra cosa que Él mismo, la Palabra de Dios hecha carne, y Palabra de Amor; y así se da que el que ama a Cristo será amado por el Padre, y Jesús lo amará y se manifestará a él.
Todo esto es un mensaje de amor encarnado y vivido, donde nos lleva a la comunión con las personas divinas por el hecho mismo de vivir ese mensaje. Nos encontramos amando y siendo amados por Dios, y al ser un amor que se irradia, ese amor se transmite a los hermanos que nos rodean. Es lo que han vivido a pleno los santos y estamos llamados también a vivir nosotros. 
Así con nuestras vidas damos razón de la esperanza que tenemos. Y viviendo el mensaje de Dios con “suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia”, y si alguien nos calumnia, que nuestro testimonio no nos reproche nada delante de Dios, así nos comportamos como “servidores de Cristo”.
Porque “es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal”.
Porque “Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu”. Él nos ha mostrado el camino, imitémoslo en su entrega. Amén.

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