Domingo 21 de Agosto, 2011
Día del Señor
Señor, tu amor perdura eternamente
La tierra está llena, Señor, de dones tuyos
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (22, 19-23)
Esto dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio:
“Te echaré de tu puesto y te destituiré de tu cargo. Aquel mismo día llamaré a mi siervo, a Eleacín, el hijo de Elcías; le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda y le traspasaré tus poderes.
Será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá. Lo fijaré como un clavo en muro firme y será un trono de gloria para la casa de su padre”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 137
Señor, tu amor perdura eternamente.
De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos. Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo.
Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor: siempre que te invocamos, nos oíste y nos llenaste de valor.
Se complace el Señor en los humildes y rechaza al engreído. Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (11, 33-36)
¡Qué inmensa y rica es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás el pensamiento del Señor o ha llegado a ser su consejero? ¿Quién ha podido darle algo primero, para que Dios se lo tenga que pagar?
En efecto, todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por él y todo está orientado hacia él. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (16, 13-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”
Ellos le respondieron:
“Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.
Luego les preguntó:
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Jesús le dijo entonces:
“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
El evangelio de hoy, en la versión de Mateo, nos presenta a Jesús que interroga a sus discípulos, como quien quiere poner a prueba a los suyos para ver si van entendiendo quién es Él y para qué vino al mundo, cuál es su misión.
El relato está situado fuera de la región, es decir en tierra extranjera, en la región de Cesarea de Filipo, y es ahí donde les hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”.
La pregunta más bien va orientada a la imagen o visión-percepción que la gente tiene de Él, por eso dice “Ellos” le respondieron, pues es más fácil decir lo que otros dicen y no hablar en nombre propio comprometiéndose, y la respuesta de ellos fue: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.
Sobre estas apreciaciones Jesús no opinó nada al respecto, como si le interesara poco lo que dijeran de Él los demás. Es cierto también que, de la opinión de la gente, en ningún momento se lo menciona como el Mesías o el Cristo de Dios o enviado por Dios.
Y luego les preguntó a los suyos en forma directa: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” no sabemos si la respuesta se hizo esperar, si los discípulos sabían qué responder, lo cierto es que Pedro, adelantándose a los demás y tomando la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Frente a una respuesta tal, Jesús le dice entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos!” aquí Jesús opina sobre la respuesta dada, es una verdadera respuesta, pero aclara que es sólo por revelación directa del Padre que está en los cielos, pues no ha necesitado intervención humana para dar esa respuesta.
Al ser reconocido como Mesías, Jesús alaba a Simón y le dice: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.” Lo constituye en piedra de su Iglesia y sobre la cual piensa edificarla. Jesús confía en la persona de Pedro. Luego, le hace referencia a la misión que tendrá en la tierra: “Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Es que reconocer que Jesús es el mesías, el Cristo, el enviado de Dios, implica un compromiso, un aceptar que Él es la salvación, y que viene a través de Él, pero implica también un ser como el Maestro, o un continuar la obra del Maestro. Por otra parte, poder reconocer al Cristo significa una acción de Dios que hace que uno entre a formar parte de su proyecto, y también un sentir que Dios confía en nosotros y nos confiere una misión especial de la cual somos simples servidores, pues somos en su Iglesia otros Cristos que continuamos llevando o acercando a los demás la gracia que Dios otorga.
El texto termina diciendo: “Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías”. Puede parecer una contradicción, pues por un lado Jesús se alegra de que lo reconozcan como el Mesías, pero por otra parte no quiere que lo sepa el común de la gente. Puede ser porque Jesús intentaba que la gente misma lo descubriera y siguiera como tal y no como otra persona que Él no es; o porque el que supieran ello podría ser ocasión de problemas entre la gente y el poder romano, o porque si se enteraban podía hacer que su gente misma estuviera en problemas y Jesús no pudiera seguir su misión. La cuestión está en que el Señor quiere que lo descubramos como el Mesías de nuestras vidas, que venga por revelación de su padre, y para esto es necesario estar en sintonía con Él.
Pidamos al Señor la gracia de poder reconocer al Mesías en nuestras vidas y que reconociéndolo podamos sentirnos llamados y poder seguirlo y cumplir la misión que nos tiene preparada. Amén.
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