jueves, 6 de octubre de 2011

Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo A


Domingo 09 de Octubre, 2011

Día del Señor
Habitaré en la casa del Señor toda la vida
Muéstranos, Señor, tu misericordia

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (25, 6-10)
En aquel día, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos. El arrancará en este monte el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. Así lo ha dicho el Señor.
En aquel día se dirá: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara. Alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae, porque la mano del Señor reposará en este monte”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 22
Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.

Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.

Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.

 Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses (4, 12-14. 19-20)
Hermanos: Yo sé lo que es vivir en pobreza y también lo que es tener de sobra. Estoy acostumbrado a todo: lo mismo a comer bien que a pasar hambre; lo mismo a la abundancia que a la escasez.
Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza. Sin embargo, han hecho ustedes bien en socorrerme cuando me vi en dificultades.
Mi Dios, por su parte, con su infinita riqueza, remediará con esplendidez todas las necesidades de ustedes, por medio de Cristo Jesús. Gloria a Dios, nuestro Padre, por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (22, 1-14)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
“El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso.
Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron.
Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego les dijo a sus criados:
‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.
Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados:
‘Atenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos’”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            La lectura del Profeta Isaías es un anuncio de lo que Dios nos promete y que vivimos en cierto modo aquí en la tierra por la amistad con Él, más allá de las pruebas por las que pasamos. Y si leemos esta lectura en la clave del Evangelio (la redención para todos, y en especial para aquellos que se abren a la invitación de Dios) nos ayuda a comprender mejor la parábola que Jesús nos regala. Hay una promesa de vida por parte de Dios que es dirigida a todos y la realización de tal promesa es el gozo, la liberación del mal, de las lágrimas, de la muerte. Y el signo más claro –y escatológico- es el banquete al cual están todos invitados: signo de la alegría que proviene de un sabernos amados y liberados de todo mal, y saciados de Dios mismo.
            El Evangelio nos muestra -mediante una parábola- lo que significa la instauración del Reino de Dios aquí en la tierra, por eso decíamos que con la primera lectura se comprendía bien su significado, pues la plenitud de tal banquete es la vida eterna, la felicidad eterna, pero para ello es necesaria nuestra colaboración. La parábola se dirige a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, se dirige a los responsables de ayudar y acompañar al pueblo de Dios a la felicidad, al bien, al encuentro con Dios. Creo que la situación creada con la llegada de Jesús, es decir, del Reino de Dios en la persona de Jesús, se describe muy bien en la parábola.
            Se nos dice de un Rey que llama a la fiesta –lo cual puede darnos a entender que se trata de Dios- y tal fiesta que celebra es la boda de su hijo –que podemos interpretar como las bodas de Jesús-. El Rey mediante sus criados hace distintas invitaciones, pero los invitados se desentienden de ello, y no sólo eso, sino que maltratan y matan a los servidores –los profetas-. La muestra de tal disconformidad está a la vista con los actos de indiferencia y de violencia.
            Sin embargo, el Rey vuelve a abrir la invitación, pero esta vez llama a todos a la fiesta, malos y buenos, hasta llenar la sala del banquete. Y lo segundo que hace es terminar con los que han rechazado la invitación y prender fuego la ciudad. Pareciera que a la parábola se le han añadido los versículos 6 y 7, que Lucas desconoce totalmente. Podría ser que estos versículos sean un agregado, fruto de la interpretación de la comunidad mateana, que puede tener su fundamento en la destrucción de Jerusalén del año 70.
            Cuando el Rey hace la invitación lo hace diciéndoles: “Todo está a punto. Vengan a la boda”; la invitación puede entenderse como un llamado a dejarlo todo y seguir la llamada, lo cual implica un cambio: “Conviértanse, el Reino de los cielos está cerca” (Mt 4, 17).
            Siguiendo la lógica de la parábola, terminaría con el versículo 10: “La sala del banquete se llenó de comensales”, es el nuevo pueblo de Dios reunido por las “bodas del Hijo” abriendo las puertas a todos, buenos y malos. Pero nuevamente nos encontramos con otro cambio, y es que en los últimos versículos se puede ver un juicio (“Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ‘Atenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos’”);
con esto se nos dice que no basta la llamada, sino que también debe haber una respuesta y tal respuesta debe ir acorde a la invitación recibida por el Rey (por Dios), por eso no se sigue que el pertenecer a la iglesia por ser bautizados sea un pase seguro a la entrada en el Reino, es necesaria una transformación, una conversión personal, que está expresada con la imagen del traje de fiesta a la que se refiere el Rey. El hecho concluye con la expulsión (o auto-expulsión) de la boda de aquél que no tenía traje de fiesta; él mismo se ha excluido de la salvación.
            El texto culmina con una sentencia: “muchos son los llamados y pocos los escogidos”, que podamos tomar conciencia de esta llamada-invitación que el Padre nos hace a participar de las bodas del Hijo, de la Pascua de Jesús, para que recibiendo la llamada nos acerquemos con un corazón dispuesto a la conversión y poder recibir el traje de fiesta; sabemos que no es fácil esta tarea, por eso sabemos que la fuerza proviene de Jesucristo, pues “todo lo puedo en aquel que me conforta”. Amén.

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