sábado, 11 de agosto de 2012

Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Domingo 12 de Agosto, 2012

Día del Señor
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor
Yo soy el pan vivo, dice el Señor

Primera Lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (19, 4-8)
En aquellos tiempos, caminó Elías por el desierto un día entero y finalmente se sentó bajo un árbol de retama, sintió deseos de morir y dijo:
“Basta ya, Señor. Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres”. Después se recostó y se quedó dormido.
Pero un ángel del Señor llegó a despertarlo y le dijo:
“Levántate y come”. Elías abrió los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua. Después de comer y beber, se volvió a recostar y se durmió.
Por segunda vez, el ángel del Señor lo despertó y le dijo:
“Levántate y come, porque aún te queda un largo camino”. Se levantó Elías. Comió y bebió. Y con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 33
Haz la prueba verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.

Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.

Confía en el Señor y saltarás de gusto; jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias.

Junto a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en él.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios (4, 30—5, 2)
Hermanos:
No le causen tristeza al Espíritu Santo, con el que Dios los ha marcado para el día de la liberación final. Destierren de ustedes la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad. Sean buenos y comprensivos, y perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó, por medio de Cristo.
Imiten, pues, a Dios como hijos queridos. Vivan amando como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y víctima de fragancia agradable a Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
 Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 41-51)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho:
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, y decían:
“¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?”
Jesús les respondió:
“No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas:
Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
         Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que su paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
         Seguimos en este tiempo con la lectura del capítulo 6 de san Juan, donde a partir del milagro de la multiplicación de los panes Jesús comienza su discurso sobre el Pan de Vida.
         La narración sobre el profeta Elías en el primer libro de los Reyes es la continuación de lo que había realizado  en ese holocausto donde Dios se había manifestado de manera patente, y pasando luego al filo de la espada a los profetas de Baal por no seguir al Dios verdadero; luego de ello, y de sentirse sólo y perseguido, se da cuenta que no tiene sentido su vida y su misión. El relato no nos habla solamente de esta simple huida, sino de algo más profundo y simbólico que tiene que ver con la realidad del pueblo mismo de Israel en su salir de Egipto, pues se hace  alusión al desierto donde va Elías y donde estuvo el pueblo, se hace referencia a los padres, se habla de cuarenta días y cuarenta noches de camino, se habla del alimento del pan (maná) y también del agua (que brotó de la roca), al monte santo de Dios. Todo esto nos lleva a pensar a lo que realizó Israel en el éxodo. Quizás se nos da a entender que más allá de una huida también hay una búsqueda (tácita) de las propias raíces, y donde todo terminará al final con un encuentro con Dios.
         Resulta un tanto extraño… ¿cómo es que Elías, con su gran fe, coraje y fortaleza, y “su poder” para hacer milagros ahora se siente débil? Quizás Dios le quiso mostrar que su fuerza no viene de él sino de Dios, y es así que cuando el hombre se reconoce débil, entonces deja lugar a Dios e interviene para ayudarlo y acompañarlo con su fuerza.
         El pan y el agua, símbolos que aparecen en el éxodo, serán los elementos que darán vitalidad al profeta en su propio éxodo de cuarenta días, donde llegará luego al encuentro con Dios.
         La segunda lectura, de Pablo a los efesios nos ayuda en nuestra reflexión, el texto es la continuación de la exhortación realizada. El modo de vivir en el Espíritu, en la unidad del mismo Espíritu tiene su fundamento en Cristo: se trata de vivir en el amor como Cristo; como Cristo ama y se dona a sí mismo en sacrificio, así debe ser el cristiano, donación y oblación, entrega. Es imitar a Cristo, como expresión de hijos en el Hijo. Esta unidad en el Espíritu es la que se debe vivir en cada comunidad cristiana por la vocación recibida por el bautismo, y tal unidad se manifiesta sobre todo en la “fracción del pan”.
         El relato de hoy del evangelio de Juan habla sobre el escándalo que se suscita en los judíos al decir Jesús que es “el Pan de Vida”, el pan “bajado del cielo”. Tal escándalo es normal, pues para los judíos, para quienes conocían a Jesús, era un discurso sin sentido, sin explicación. Si conocen a Jesús desde niño, conocen a sus familiares, ¿cómo puede ser que sea verdadero o real lo que está diciendo?
         La figura del escándalo se debe al no poder ir o ver más allá de la humanidad de Jesús. Pero también, y por sobre todo, adherirse a Jesús y a su mensaje es obra también de la acción de Dios, pues es quine suscita la fe y ayuda a la persona a creer y atraerlo hacia Jesús.
         Pareciera que conocen a Jesús, pero es apenas un conocimiento superficial; descubrir a Jesús como hijo de Dios, y adherirse al mensaje de fe a él es un paso que exige despojarse totalmente de prejuicios y conceptos o esquemas hechos a nuestra medida para poder descubrirlo y poder llegar a Dios a través de Él.
         Jesús en su discurso hace referencia al maná del éxodo y él mismo se reconoce y se presenta como el pan verdadero que da vida a quien lo come. Tal discurso es difícil de entender, pues hace falta hacer ese camino de despojarse de uno para llenarse de la gracia y la acción de Dios: “Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida.
         Creer en Jesús es ya alimentarse de Él, Pan de vida. Que podamos descubrir a Jesús Pan de vida en nuestras vidas y alimentarnos de Él, que nos ayude a despojarnos de todo lo que no es de Dios, y estemos abiertos a la gracia y a la búsqueda y al encuentro con el Dios verdadero. Amén.

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