sábado, 25 de agosto de 2012

Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Domingo 26 de Agosto, 2012

Día del Señor
Ten piedad de mí, Dios mío
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

Primera Lectura
Lectura del libro de Josué (24, 1-2. 15-17. 18)
En aquellos días, Josué convocó en Siquem a todas las tribus de Israel y reunió a los ancianos, a los jueces, a los jefes y a los escribas. Cuando todos estuvieron en presencia del Señor, Josué le dijo al pueblo: “Si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quién quieren servir:
¿A los dioses a los que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes habitan? En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor”.
El pueblo respondió:
“Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios; él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto, el que hizo ante nosotros grandes prodigios, nos protegió por todo el camino que recorrimos y en los pueblos por donde pasamos. Así pues, también nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 33
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.

Los ojos del Señor cuidan al justo, y a su clamor están atentos sus oídos. Contra el malvado, en cambio, está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo.

Escucha el Señor al hombre justo y lo libra de todas sus congojas. El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas.

Muchas tribulaciones pasa el justo, pero de todas ellas Dios lo libra. Por los huesos del justo vela Dios, sin dejar que ninguno se le quiebre. Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios (5, 21-32)
Hermanos:
Respétense unos a otros, por reverencia a Cristo: que las mujeres respeten a sus maridos, como si se tratara del Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia, que es su cuerpo. Por tanto, así como la Iglesia es dócil a Cristo, así también las mujeres sean dóciles a sus maridos en todo.
Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola con el agua y la palabra, pues él quería presentársela a sí mismo toda resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e inmaculada.
Así los maridos deben amar a sus esposas, como cuerpos suyos que son. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie jamás ha odiado a su propio cuerpo, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola cosa. Este es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 55. 60-69)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.
Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron:
“Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”
Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo:
“¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar).
Después añadió:
“Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.
Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:
“¿También ustedes quieren dejarme?”
Simón Pedro le respondió:
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
         Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que su paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
         Hoy terminamos con la lectura del capítulo 6 de san Juan, donde a partir del milagro de la multiplicación de los panes Jesús comienza su discurso sobre el Pan de Vida.
         En la primera lectura vemos a Josué (sucesor de Moisés) que organiza una gran asamblea de Siquém, convocando a las tribus. El punto central originario está en el Éxodo, pues el pueblo debe aceptar e identificarse con el Dios del Éxodo: que es quien ha visto la opresión del pueblo en Egipto, que oyó los gritos de dolor el sufrimiento de su pueblo elegido, es el “YO SOY” que está, que actúa, que obra, que permanece con su pueblo, es el Dios de los Padres.
         Las tribus, si bien son distintas, se reúnen en torno a la figura de este Dios del Éxodo, y pasa a ser un pueblo: Israel. Yahvé es quien ha celebrado la alianza con su pueblo y ahora es quien reúne a todas las tribus bajo una misma alianza, y el corazón de esta alianza de las tribus es la fe común en este Dios de los pobres de Yahvé. Lo cual supone dejar a los dioses “extraños” a los dioses cananeos y egipcios, que generan esclavitud y muerte. Se trata de cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, el centro de esta gran asamblea es la Pascua (del Éxodo).
Tal alianza se la puede identificar con el texto que nos propone Pablo en su carta a los Efesios. Sus palabras pueden arrojarnos luz para entender este pacto de amor entre Dios y las tribus de Israel.
         Por otra parte, en el evangelio Jesús nos dice: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”, tales palabras chocan con la mentalidad de la gente.
         Es un discurso duro, no fácil de entender. Si nos ponemos en el lugar de la gente de esa época, seguramente nos parecería que este personaje Jesús se volvió loco, ¿cómo es esto de que hay que comerlo para tener vida? ¿cómo es que su carne y su sangre son comida y bebida verdadera?          Y sí, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos escandaliza, nos hace cuestionar nuestras ideas, nuestras costumbres, nuestra vida diaria, hasta a veces, incluso, llegamos a decir como los discípulos: “Es duro este lenguaje, ¿quién podrá aceptarlo? Sin embargo, aunque no comprendamos, creemos, y la respuesta para un corazón creyente es un “SÍ”, aún con todos los límites de nuestro creer, de nuestra vida, de nuestros planteos, de nuestras infidelidades…. Queremos seguirlo e imitarlo.
         Seguramente si Jesús nos presentaba un discurso más suave, no tan comprometedor y no tan difícil de entender hubiéramos dicho que sí, pero no desde una fe madura, en cambio no fue así, y a veces hoy tratamos de cambiar y “endulzar” las palabras de Jesús para que sean más aceptables, para que no nos molesten, para que no nos escandalicen, pero eso no es ser fieles a Jesús en su mensaje. Y puede suceder que “lleguemos a convertir” la Palabra de Jesús en algo rutinario, algo ritual y sin sentido porque así no me llega y no me comprometo, pero mientras me cuento la historia de ser fiel a Dios y su mensaje.
Hoy en día muchos vivimos una fe poco madura y escasamente comprometida, se prefiere “cumplir” -si es el caso- con la fe y con Dios, muchas personas viven con indiferencia su fe, y hacen del mensaje de Dios una fe a su medida y toman su propio camino, quizás se contentan con el recuerdo del bautismo y con el “cumplir” con las ceremonias religiosas.
Pero creo que para quienes deseamos seguir al Maestro, más allá de que su discurso sea duro y poco comprensible, deseamos escuchar esa voz del Maestro, y llegar a decir con Pedro a Jesús ante el abandono de los que no comprendían: ¿Señor, a quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna”.
Esto puede ayudarnos a revisar y a plantearnos cómo vivimos nuestra fe, y concretamente nuestras eucaristías, aprovechando el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Nuestra fe y la vivencia de la Eucaristía ¿generan un mayor deseo de crecer y alimentar la unión con Dios y los hermanos? ¿Van cambiando y haciendo madurar nuestro modo de vivir, de pensar y de actuar? ¿Nos ayuda a identificar la presencia de Dios entre los hermanos y en el mundo? ¿Nos ayuda a liberarnos de los falsos dioses a los cuales muchas veces rendimos culto por no saber seguir al Maestro y no saber aferrarnos al Dios del Éxodo?
Te pedimos Señor Jesús, vos nos dijiste: «Yo soy el Pan de Vida», asístenos con tu amor y tu gracia para poder reconocerte como Pan de Vida, y alimentar así nuestra unión contigo y nuestros hermanos, y llegar a ser también nosotros pan de vida para los demás, porque nos dijiste: “tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo” (Mt 25,35). Amén.

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