sábado, 25 de agosto de 2012

Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Domingo 26 de Agosto, 2012

Día del Señor
Ten piedad de mí, Dios mío
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

Primera Lectura
Lectura del libro de Josué (24, 1-2. 15-17. 18)
En aquellos días, Josué convocó en Siquem a todas las tribus de Israel y reunió a los ancianos, a los jueces, a los jefes y a los escribas. Cuando todos estuvieron en presencia del Señor, Josué le dijo al pueblo: “Si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quién quieren servir:
¿A los dioses a los que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes habitan? En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor”.
El pueblo respondió:
“Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios; él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto, el que hizo ante nosotros grandes prodigios, nos protegió por todo el camino que recorrimos y en los pueblos por donde pasamos. Así pues, también nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 33
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.

Los ojos del Señor cuidan al justo, y a su clamor están atentos sus oídos. Contra el malvado, en cambio, está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo.

Escucha el Señor al hombre justo y lo libra de todas sus congojas. El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas.

Muchas tribulaciones pasa el justo, pero de todas ellas Dios lo libra. Por los huesos del justo vela Dios, sin dejar que ninguno se le quiebre. Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios (5, 21-32)
Hermanos:
Respétense unos a otros, por reverencia a Cristo: que las mujeres respeten a sus maridos, como si se tratara del Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia, que es su cuerpo. Por tanto, así como la Iglesia es dócil a Cristo, así también las mujeres sean dóciles a sus maridos en todo.
Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola con el agua y la palabra, pues él quería presentársela a sí mismo toda resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e inmaculada.
Así los maridos deben amar a sus esposas, como cuerpos suyos que son. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie jamás ha odiado a su propio cuerpo, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola cosa. Este es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 55. 60-69)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.
Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron:
“Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”
Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo:
“¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar).
Después añadió:
“Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.
Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:
“¿También ustedes quieren dejarme?”
Simón Pedro le respondió:
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
         Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que su paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
         Hoy terminamos con la lectura del capítulo 6 de san Juan, donde a partir del milagro de la multiplicación de los panes Jesús comienza su discurso sobre el Pan de Vida.
         En la primera lectura vemos a Josué (sucesor de Moisés) que organiza una gran asamblea de Siquém, convocando a las tribus. El punto central originario está en el Éxodo, pues el pueblo debe aceptar e identificarse con el Dios del Éxodo: que es quien ha visto la opresión del pueblo en Egipto, que oyó los gritos de dolor el sufrimiento de su pueblo elegido, es el “YO SOY” que está, que actúa, que obra, que permanece con su pueblo, es el Dios de los Padres.
         Las tribus, si bien son distintas, se reúnen en torno a la figura de este Dios del Éxodo, y pasa a ser un pueblo: Israel. Yahvé es quien ha celebrado la alianza con su pueblo y ahora es quien reúne a todas las tribus bajo una misma alianza, y el corazón de esta alianza de las tribus es la fe común en este Dios de los pobres de Yahvé. Lo cual supone dejar a los dioses “extraños” a los dioses cananeos y egipcios, que generan esclavitud y muerte. Se trata de cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, el centro de esta gran asamblea es la Pascua (del Éxodo).
Tal alianza se la puede identificar con el texto que nos propone Pablo en su carta a los Efesios. Sus palabras pueden arrojarnos luz para entender este pacto de amor entre Dios y las tribus de Israel.
         Por otra parte, en el evangelio Jesús nos dice: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”, tales palabras chocan con la mentalidad de la gente.
         Es un discurso duro, no fácil de entender. Si nos ponemos en el lugar de la gente de esa época, seguramente nos parecería que este personaje Jesús se volvió loco, ¿cómo es esto de que hay que comerlo para tener vida? ¿cómo es que su carne y su sangre son comida y bebida verdadera?          Y sí, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos escandaliza, nos hace cuestionar nuestras ideas, nuestras costumbres, nuestra vida diaria, hasta a veces, incluso, llegamos a decir como los discípulos: “Es duro este lenguaje, ¿quién podrá aceptarlo? Sin embargo, aunque no comprendamos, creemos, y la respuesta para un corazón creyente es un “SÍ”, aún con todos los límites de nuestro creer, de nuestra vida, de nuestros planteos, de nuestras infidelidades…. Queremos seguirlo e imitarlo.
         Seguramente si Jesús nos presentaba un discurso más suave, no tan comprometedor y no tan difícil de entender hubiéramos dicho que sí, pero no desde una fe madura, en cambio no fue así, y a veces hoy tratamos de cambiar y “endulzar” las palabras de Jesús para que sean más aceptables, para que no nos molesten, para que no nos escandalicen, pero eso no es ser fieles a Jesús en su mensaje. Y puede suceder que “lleguemos a convertir” la Palabra de Jesús en algo rutinario, algo ritual y sin sentido porque así no me llega y no me comprometo, pero mientras me cuento la historia de ser fiel a Dios y su mensaje.
Hoy en día muchos vivimos una fe poco madura y escasamente comprometida, se prefiere “cumplir” -si es el caso- con la fe y con Dios, muchas personas viven con indiferencia su fe, y hacen del mensaje de Dios una fe a su medida y toman su propio camino, quizás se contentan con el recuerdo del bautismo y con el “cumplir” con las ceremonias religiosas.
Pero creo que para quienes deseamos seguir al Maestro, más allá de que su discurso sea duro y poco comprensible, deseamos escuchar esa voz del Maestro, y llegar a decir con Pedro a Jesús ante el abandono de los que no comprendían: ¿Señor, a quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna”.
Esto puede ayudarnos a revisar y a plantearnos cómo vivimos nuestra fe, y concretamente nuestras eucaristías, aprovechando el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Nuestra fe y la vivencia de la Eucaristía ¿generan un mayor deseo de crecer y alimentar la unión con Dios y los hermanos? ¿Van cambiando y haciendo madurar nuestro modo de vivir, de pensar y de actuar? ¿Nos ayuda a identificar la presencia de Dios entre los hermanos y en el mundo? ¿Nos ayuda a liberarnos de los falsos dioses a los cuales muchas veces rendimos culto por no saber seguir al Maestro y no saber aferrarnos al Dios del Éxodo?
Te pedimos Señor Jesús, vos nos dijiste: «Yo soy el Pan de Vida», asístenos con tu amor y tu gracia para poder reconocerte como Pan de Vida, y alimentar así nuestra unión contigo y nuestros hermanos, y llegar a ser también nosotros pan de vida para los demás, porque nos dijiste: “tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo” (Mt 25,35). Amén.

sábado, 11 de agosto de 2012

Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Domingo 12 de Agosto, 2012

Día del Señor
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor
Yo soy el pan vivo, dice el Señor

Primera Lectura
Lectura del primer libro de los Reyes (19, 4-8)
En aquellos tiempos, caminó Elías por el desierto un día entero y finalmente se sentó bajo un árbol de retama, sintió deseos de morir y dijo:
“Basta ya, Señor. Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres”. Después se recostó y se quedó dormido.
Pero un ángel del Señor llegó a despertarlo y le dijo:
“Levántate y come”. Elías abrió los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua. Después de comer y beber, se volvió a recostar y se durmió.
Por segunda vez, el ángel del Señor lo despertó y le dijo:
“Levántate y come, porque aún te queda un largo camino”. Se levantó Elías. Comió y bebió. Y con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 33
Haz la prueba verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.

Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.

Confía en el Señor y saltarás de gusto; jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias.

Junto a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en él.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios (4, 30—5, 2)
Hermanos:
No le causen tristeza al Espíritu Santo, con el que Dios los ha marcado para el día de la liberación final. Destierren de ustedes la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad. Sean buenos y comprensivos, y perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó, por medio de Cristo.
Imiten, pues, a Dios como hijos queridos. Vivan amando como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y víctima de fragancia agradable a Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
 Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 41-51)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho:
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, y decían:
“¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?”
Jesús les respondió:
“No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas:
Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
         Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que su paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
         Seguimos en este tiempo con la lectura del capítulo 6 de san Juan, donde a partir del milagro de la multiplicación de los panes Jesús comienza su discurso sobre el Pan de Vida.
         La narración sobre el profeta Elías en el primer libro de los Reyes es la continuación de lo que había realizado  en ese holocausto donde Dios se había manifestado de manera patente, y pasando luego al filo de la espada a los profetas de Baal por no seguir al Dios verdadero; luego de ello, y de sentirse sólo y perseguido, se da cuenta que no tiene sentido su vida y su misión. El relato no nos habla solamente de esta simple huida, sino de algo más profundo y simbólico que tiene que ver con la realidad del pueblo mismo de Israel en su salir de Egipto, pues se hace  alusión al desierto donde va Elías y donde estuvo el pueblo, se hace referencia a los padres, se habla de cuarenta días y cuarenta noches de camino, se habla del alimento del pan (maná) y también del agua (que brotó de la roca), al monte santo de Dios. Todo esto nos lleva a pensar a lo que realizó Israel en el éxodo. Quizás se nos da a entender que más allá de una huida también hay una búsqueda (tácita) de las propias raíces, y donde todo terminará al final con un encuentro con Dios.
         Resulta un tanto extraño… ¿cómo es que Elías, con su gran fe, coraje y fortaleza, y “su poder” para hacer milagros ahora se siente débil? Quizás Dios le quiso mostrar que su fuerza no viene de él sino de Dios, y es así que cuando el hombre se reconoce débil, entonces deja lugar a Dios e interviene para ayudarlo y acompañarlo con su fuerza.
         El pan y el agua, símbolos que aparecen en el éxodo, serán los elementos que darán vitalidad al profeta en su propio éxodo de cuarenta días, donde llegará luego al encuentro con Dios.
         La segunda lectura, de Pablo a los efesios nos ayuda en nuestra reflexión, el texto es la continuación de la exhortación realizada. El modo de vivir en el Espíritu, en la unidad del mismo Espíritu tiene su fundamento en Cristo: se trata de vivir en el amor como Cristo; como Cristo ama y se dona a sí mismo en sacrificio, así debe ser el cristiano, donación y oblación, entrega. Es imitar a Cristo, como expresión de hijos en el Hijo. Esta unidad en el Espíritu es la que se debe vivir en cada comunidad cristiana por la vocación recibida por el bautismo, y tal unidad se manifiesta sobre todo en la “fracción del pan”.
         El relato de hoy del evangelio de Juan habla sobre el escándalo que se suscita en los judíos al decir Jesús que es “el Pan de Vida”, el pan “bajado del cielo”. Tal escándalo es normal, pues para los judíos, para quienes conocían a Jesús, era un discurso sin sentido, sin explicación. Si conocen a Jesús desde niño, conocen a sus familiares, ¿cómo puede ser que sea verdadero o real lo que está diciendo?
         La figura del escándalo se debe al no poder ir o ver más allá de la humanidad de Jesús. Pero también, y por sobre todo, adherirse a Jesús y a su mensaje es obra también de la acción de Dios, pues es quine suscita la fe y ayuda a la persona a creer y atraerlo hacia Jesús.
         Pareciera que conocen a Jesús, pero es apenas un conocimiento superficial; descubrir a Jesús como hijo de Dios, y adherirse al mensaje de fe a él es un paso que exige despojarse totalmente de prejuicios y conceptos o esquemas hechos a nuestra medida para poder descubrirlo y poder llegar a Dios a través de Él.
         Jesús en su discurso hace referencia al maná del éxodo y él mismo se reconoce y se presenta como el pan verdadero que da vida a quien lo come. Tal discurso es difícil de entender, pues hace falta hacer ese camino de despojarse de uno para llenarse de la gracia y la acción de Dios: “Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida.
         Creer en Jesús es ya alimentarse de Él, Pan de vida. Que podamos descubrir a Jesús Pan de vida en nuestras vidas y alimentarnos de Él, que nos ayude a despojarnos de todo lo que no es de Dios, y estemos abiertos a la gracia y a la búsqueda y al encuentro con el Dios verdadero. Amén.

domingo, 5 de agosto de 2012

Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Domingo 05 de Agosto, 2012


Día del Señor
Dios mío ven en mi ayuda
No sólo de pan vive el hombre

Primera Lectura
Lectura del libro del Éxodo (16, 2-4. 12-15)
En aquellos días, toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
“Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”.
Entonces dijo el Señor a Moisés:
“Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles de parte mía:
‘Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios’ ”.
Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros:
“¿Qué es esto?”, pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: “Este es el pan que el Señor les da por alimento”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 77
El Señor les dio pan del cielo.
Cuánto hemos escuchado y conocemos del poder del Señor y de su gloria, cuanto nos han narrado nuestros padres, nuestros hijos lo oirán de nuestra boca.

A las nubes mandó desde lo alto que abrieran las compuertas de los cielos; hizo llover maná sobre su pueblo, trigo celeste envió como alimento.

Así el hombre comió pan de los ángeles; Dios le dio de comer en abundancia y luego los condujo hasta la tierra y el monte que su diestra conquistara.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios (4, 17. 20-24)
Hermanos:
Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo; han oído hablar de él y en él han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús.
El les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer.
Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 24-35)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
“Maestro, ¿cuándo llegaste acá?”
Jesús les contestó:
“Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido pan hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.
Ellos le dijeron:
“¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?”
Respondió Jesús:
“La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”. Entonces la gente le preguntó a Jesús:
“¿Qué señal vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.
Jesús les respondió:
“Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.
Entonces le dijeron:
“Señor, danos siempre de ese pan”.
Jesús les contestó:
“Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
         Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que su paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
         Seguimos en este tiempo con la lectura del capítulo 6 de san Juan, sobre el milagro de la multiplicación de los panes.
         Dice el texto que: “En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús”.
         Cuando lo encontraron en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.
         La multitud busca a Jesús con ansia, lo busca por tierra y por mar, ve en Él a alguien que puede ayudarlos, pero Jesús no se deja llevar por el simplismo, por el sentirse tenido en cuenta porque realiza obras, por ser “alguien” importante y con poder en el pueblo… Jesús hace ver a la gente que lo buscan no porque han visto signos sino porque han comido hasta hartarse y ven en Él a una persona que puede facilitarles la vida, que puede solucionarles los problemas con un simple gesto como el de multiplicar la comida.
         Entonces ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”.
Es lo que nos dice san Pablo en su carta a los Efesios: “Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo; han oído hablar de él y en él han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús. El les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer. Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad”.
         Estas palabras nos llevan a hacer las obras de Dios, que nos han sido dadas en y por Jesucristo, y que san Pablo y los santos han sabido vivir en sus vidas.
         Jesús nos dice: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”. Sí, es verdad, pues Jesús mismo es el alimento que da la vida eternal ya en esta vida para quien lo come en gracia de Dios, por eso san Pablo insiste en las obras de Dios, en vivir una vida de convertidos, de verdaderos cristianos, y no sólo una vida de tibios que no terminan nunca de saberse de qué lado están, sin comprometerse en serio con Cristo y su Palabra.
         Por eso, a la vez que nos comprometemos a llevar una vida digna de los hijos de Dios, le pedimos a Jesús la gracia de ayudarnos a que podamos vivir más unidos a Él en espíritu y en verdad: “Señor, danos siempre de ese pan”. Amén.