domingo, 1 de marzo de 2009

I DOMINGO DE CUARESMA - Año B


Lecturas: Gen 9,8-15; Sal 24; 1 Pe 3,18-22; Mc 1,12-15

Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús.
Hoy la liturgia nos regala unos hermosos textos para meditar sobre nuestra condición humana y sobe la alianza que Dios ha sellado con nosotros.
De hecho Dios dice a Noé luego del diluvio: “Yo establezco mi alianza con ustedes, y con su futura descendencia, y con toda alma viviente que los acompaña”.
Pero esta alianza se realizó en modo perfecto en “Cristo, (que) para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu… En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados…, a ésta corresponde ahora el bautismo que nos salva y que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la Resurrección de Jesucristo”.
Pues esta Alianza, Nueva y Eterna, fue sellada con su propia vida, con su propia sangre derramada en la cruz, dándose a todos nosotros, los que ya pasaron, los que estamos y los que vendrán. Por esto hemos recibido un bautismo en el agua y en la sangre de Jesús, que nos purifica y nos devuelve la dignidad de hijos de Dios, y nos da la conciencia de serlo realmente.
En este caminar, en este “ser fieles a la Alianza” de nuestra parte, es necesario obrar como dice el salmista hoy, pidiendo y obrando en consecuencia: “Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas. Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación. Acuérdate, Señor, de tu ternura, y de tu amor, que son de siempre. De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu amor, acuérdate de mí. Por tu bondad, Señor. Bueno y recto es el Señor; por eso muestra a los pecadores el camino; conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña su sendero”. Sí, es cierto, Dios es fiel a su Alianza, pero también nos pide un esfuerzo de nuestra parte para colaborar con su obra redentora en cada uno de nosotros y en los demás. Pues de nada sirve saber los caminos del Señor, reconocernos pecadores y necesitados de su bondad, si en verdad no cambiamos nuestra actitud, si en verdad no nos convertimos y somos fieles al pacto divino.
Un ejemplo de todo esto es el Evangelio, donde Jesús mismo es puesto a prueba para luego salir fortalecido y vencedor y poder llevar a cabo la misión encomendada por el Padre:
“A continuación, el Espíritu lo empuja al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Después …, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva.»
Muchas veces nos encontramos en tiempos de tribulación, en tiempos de prueba, de tentaciones de todo tipo, con ganas de bajar la guardia, y hasta a veces, ya cansados, nos dan ganas de dejarlo todo pues nos parece pelear en vano por un ideal que no todos quieren vivir. Pero todo esto forma parte de la vida del discípulo de Jesús, todos nosotros, por ser bautizados, somos sus discípulos, y muchas veces, estos momentos de tribulación son momentos para fortalecernos en el Señor, momentos de desprendimiento de aquello que no es lo esencial, de búsqueda de Dios, aunque por momentos se vuelva una difícil prueba, debemos saber que son momentos de una grande gracia espiritual que nos reviste de Cristo para que, una vez convertidos y fortalecidos, demos testimonio ante el mundo y anunciemos la Buena Noticia del amor de Dios derramado en nuestros corazones.
No nos dejemos vencer por las pruebas o por los momentos de desaliento, que nuestra roca firme sea siempre Jesús y sólo Él. Amén.

1 comentario:

Padre Mauricio Miranda dijo...

Parabéns por sua dedicação à Palavra de Deus! De fato, o Verbo transforma aqueles que Dele se aproximam por amor.

Obrigado por se deixar transformar pela Palavra!

Obrigado por ser sinal da Palavra em nossa vida!

Deus te abençoe!
P. Mauricio.