domingo, 22 de marzo de 2009

IV DOMINGO DE CUARESMA - Año B



Lecturas: 2 Cro 36,14-16.19-23; Sal 136; Ef 2,4-10; Jn 3,14-21

Queridos hermanos y hermanas en Cristo.
La liturgia de la Palabra de este domingo nos ayuda a meditar sobre el obrar de Dios y su misericordia. Aparecen algunos elementos interesantes que es bueno profundizar.
En el Evangelio de Juan, se presenta parte del diálogo de Jesús donde le dice a Nicodemo:
“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna”. Es el signo que Él le da para que crean en Dios y que Él ha sido enviado por Dios para una misión de redención, Él es el Mesías esperado.
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.
Como dice el Libro 2° de las Crónicas, “en aquellos días, todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando en todo las abominaciones de los demás pueblos, y contaminaron el templo, que el Señor se había consagrado a Jerusalén”.
Sin embargo, más allá de todo este rechazo, Dios no perdió oportunidad de “mandar atentamente y continuamente sus mensajeros a reprocharlos, porque tenía compasión de su pueblo”, para que volvieran a Él. “Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y escarnecieron a sus profetas al punto que la cólera de Yahvéh contra su pueblo alcanzó la cumbre, sin más remedio”. Dejándolos en su pecado, pues Dios no obra por la fuerza para que el hombre se convierta, sino que lo deja en su libertad para que opte por sí mismo.
Pero como dice san Pablo: “Hermanos, Dios, rico en misericordia, por el gran amor con el que nos ha amado, de muertos que éramos por las culpas, nos ha hecho revivir con Cristo: por su gracia hemos sido salvados”.
Y todo esto porque Dios no es vengativo, Él no guarda rencor contra nosotros, que somos infieles y pecadores, pues muchas veces lo rechazamos, aún cuando nos dio a su Hijo Jesús a cambio de nuestra liberación.
Muchas veces pensamos que Dios, por ser perfecto no puede sufrir o sentir, pero no es así, creemos que “perfección” es sinónimo de “no sufrimiento”, quizás no es en el modo en que sufrimos nosotros, pues su sufrimiento es por AMOR, pues justamente el amor es la “debilidad” de Dios por nosotros, pues ese amor por nosotros, y al vernos tan perdidos, en su locura de amor por nosotros nos envió a su propio hijo como “pecado” por nosotros para redimirnos con su cruz.
Sí, es así, porque Dios no deja de amarnos, más allá de los múltiples rechazos de nuestra parte,
Por eso, “el que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios”. Y este creer no es sólo un decir, sí, creo, sé que Dios existe, o creo que está presente, sino que este CREER es, a su vez, una confianza y una aceptación del mensaje que Dios nos ofrece como camino de salvación mediante la conversión.
“Por gracia, en efecto, somos salvados a través de la fe; y eso no viene de vosotros, sino que es regalo de Dios; ni viene de las obras, porque nadie pueda jactarse de ello”.
“Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios”.
“Somos en efecto su obra, creado en Cristo Jesús para las obras buenas, que Dios ha preparado para que en ellas camináramos”.
Que esta cuaresma, que poco a poco va llegando a su fin, nos ayude a meditar sobre este gran misterio de amor de Dios por nosotros. Su amor por nosotros no es un discurso, es una REALIDAD, tan real como que Jesús murió por mí, por ti, por todos nosotros.
Meditemos sobre esto, y pensemos qué podemos hacer para responder a esta gran llamada de amor de Dios, ya cercana a la Pascua.
Que el Señor nos regale un corazón dócil y abierto a su Palabra para dejarnos amar por Él y poder recibir la redención. Amén.

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