sábado, 19 de septiembre de 2009

Vigésimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario


Yo soy la salvación de mi pueblo, dice el Señor
El Señor es quien me ayuda


Primera Lectura
Lectura del libro de la
Sabiduría (2, 12. 17-20)
Los malvados dijeron entre sí: “Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados.
Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura, para conocer su temple y su valor.
Condenémoslo a una muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 53
El Señor es quien me ayuda.
Sálvame, Dios mío, por tu nombre; con tu poder defiéndeme. Escucha, Señor, mi oración y a mis palabras atiende.
El Señor es quien me ayuda.
Gente arrogante y violenta contra mí se ha levantado. Andan queriendo matarme. ¡Dios los tiene sin cuidado!
El Señor es quien me ayuda.
Pero el Señor Dios es mi ayuda, él, quien me mantiene vivo. Por eso te ofreceré con agrado un sacrificio, y te agradeceré, Señor, tu inmensa bondad conmigo.
El Señor es quien me ayuda.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
Santiago (3, 16—4, 3)
Hermanos míos: Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas. Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.
¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dios nos ha llamado, por medio del Evangelio, a participar de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (9, 30-37)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor, Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
Hoy la liturgia nos regala unos textos que nos van a ayudar a reflexionar sobre nuestro obrar, sobre nuestra realidad de discípulos.
El Evangelio nos dice que en aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos.
Se nos presenta a un Jesús celoso de los suyos, que los lleva aparte para instruirlos, formarlos… Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos, no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.
Entonces, al llegar a Cafarnaúm, y una vez en casa, Jesús les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante.
Mientras el Señor se preocupaba por ellos, de formarlos, de enseñarles, ellos hablaban de cosas superficiales, como el preguntarse sobre quién es más importante. Ese silencio ante la pregunta de Jesús demostraba vergüenza, demostraba desatino, entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Pues no se trata de ocupar cargos o de tener méritos, sino de ponerse al servicio de los demás, como lo hace Jesús.
El hecho de que Jesús tome a un niño y lo ponga en medio de ellos, y abrazándolo les diga: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”, significa que para ser como el Señor hay que ser como niños, hay que vivir en la simplicidad y la inocencia, en la disponibilidad y en la pequeñez, bajo la mirada y la acción de un mismo Padre.
Es por eso, hermanos y hermanas mías, que “donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas. Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia”.
El apóstol Santiago es muy claro en esto, pues dice: “¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres”.
Es un lenguaje muy actual, pues hoy en día la gente pierde la cabeza, pierde la coherencia, pierde su humanidad, su fe, su ser “hijos de Dios” por dejarse llevar por lo que es contrario al anuncio de Jesús.
Estamos puestos en este mundo para los demás, para ser servidores de los otros, para ser colaboradores de la buena obra de Dios en medio del mundo, sólo que no siempre llegamos a vivirlo, pues el mundo con sus anti-valores nos desconciertan, nos distraen, y hasta nos agobian, haciéndonos insensibles, fríos y calculadores para sacar tajada del otro en vez de ser hermanos y ayudarnos a crecer juntos.
Sí, sabemos cómo terminó Jesús sus días terrenos, pues el malvado no tiene escrúpulos en hacer el mal, en dar muerte al que no es como él, y es lo que nos dice el profeta Isaías sobre el justo:
Los malvados dijeron entre sí: “Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados… Condenémoslo a una muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él”.
Es que la vida del justo es molestia para el que vive en las tinieblas.
Pidamos al Señor la gracia de aprender a vivir según el Evangelio, siendo servidores de los demás como lo fue Jesucristo. Amén.

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