miércoles, 2 de diciembre de 2009

Segundo Domingo de Adviento – año C



Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor
¡Ven, Señor, no tardes!

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Baruc (5, 1-9)
Jerusalén, despójate de tus vestidos de luto y aflicción, y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrará tu grandeza a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: “Paz en la justicia y gloria en la piedad”.
Ponte de pie, Jerusalén, sube a la altura, levanta los ojos y contempla a tus hijos, reunidos de oriente y de occidente, a la voz del espíritu, gozosos porque Dios se acordó de ellos. Salieron a pie, llevados por los enemigos; pero Dios te los devuelve llenos de gloria, como príncipes reales.
Dios ha ordenado que se abajen todas las montañas y todas las colinas, que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
Los bosques y los árboles fragantes le darán sombra por orden de Dios. Porque el Señor guiará a Israel en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándolo con su misericordia y su justicia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 125
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aun los mismos paganos con asombro decían: “¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!” Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses
(1, 4-6. 8-11)
Hermanos: Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios, y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la causa del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús.
Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús. Y esta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (3, 1-6)
Gloria a ti, Señor.
En el año décimo quinto del reinado de César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.
Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:
Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
Ya hemos comenzado desde el domingo pasado con un nuevo año litúrgico, y como siempre, con el inicio del Adviento que nos prepara para las dos venidas de Jesús, su encarnación y nacimiento, y la otra en su vuelta como Rey eterno y Pastor de su rebaño, en la parusía.
Al inicio del Adviento recordamos las dos venidas, poniendo hincapié en la segunda venida, y luego, cerca de la Navidad, la reflexión se centra más en el nacimiento de Jesús. Por eso las lecturas nos hablan más bien de hechos que se refieren a “preparar el camino”, la venida del Mesías, pero también la venida en su gloria cuando restaurará todo en su persona.
El profeta Baruc nos da la clave de esta espera, que no es una espera pasiva, como quien se sienta a esperar que venga alguien, sino que es una espera activa y movida por la esperanza en las promesas de Dios a su pueblo; el profeta invita a Jerusalén a despojarse de sus vestidos de luto y aflicción y a vestirse para siempre con el esplendor de la gloria que Dios le da. Pero para esto pide que se cubra con el manto de la justicia de Dios y adornar su cabeza con la diadema de la gloria del Eterno, porque en eso consiste la espera, en vivir en la justicia, es decir, en el cumplimiento de corazón de la ley de Dios, dando a Dios lo que es de Dios y a los hermanos lo que corresponde ejerciendo la caridad que es la perfección de toda ley. Es por eso que si vivimos de esta manera, Dios nos dará un nombre para siempre: “Paz en la justicia y gloria en la piedad”.
La invitación que nos hace el Profeta es a ponernos de pie, levantar los ojos y contemplar, escuchar la voz del espíritu, en el gozo de saber que Dios se acuerda de nosotros y que por eso mismo, por su amor nos invita a esperar, y esperar en Él, en su Hijo, en su promesa.
Porque el Señor nos guiará en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándonos con su misericordia y su justicia.
Que nos dispongamos a esta venida de Jesús que se hace presente ya en el día a día, viviendo en clima de reconciliación y de perdón de los pecados, porque ha resonado una voz en el desierto: “Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”.
Que podamos prepararnos con realismo y con empeño a esta venida del Señor, que no pase desapercibido sino que estando atentos a su paso diario estemos bien dispuestos para su venida definitiva. Amén.

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