viernes, 11 de diciembre de 2009

Tercer Domingo de Adviento – año C



El Señor es mi Dios y Salvador
El Espíritu del Señor está sobre mí

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Sofonías (3, 14-18)
Canta, hija de Sión, da gritos de júbilo, Israel, gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha levantado su sentencia contra ti, ha expulsado a todos tus enemigos. El Señor será el rey de Israel en medio de ti y ya no temerás ningún mal.
Aquel día dirán a Jerusalén:
“No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti. El se goza y se complace en ti; él te ama y se llenará de júbilo por tu causa, como en los días de fiesta”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Isaías 12
El Señor es mi Dios y salvador.
El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación.
El Señor es mi Dios y salvador.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime.
El Señor es mi Dios y salvador.
Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes.
El Señor es mi Dios y salvador.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses (4, 4-7)
Hermanos míos: Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (3, 10-18)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista: “¿Qué debemos hacer?”
El contestó: “Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”.
También acudían a él los publicanos para que los bautizara, y le preguntaban: “Maestro, ¿qué tenemos que hacer nosotros?”
El les decía: “No cobren más de lo establecido”. Unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?” El les dijo: “No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario”.
Como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. El los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.
Con éstas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Jesús.
La liturgia nos invita este domingo a alegrarnos en el Señor, en la esperanza de su venida. Es una etapa del Adviento en la cual se nos invita a regocijarnos porque “el Señor ha levantado su sentencia contra ti, ha expulsado a todos tus enemigos. El Señor será el rey de Israel en medio de ti y ya no temerás ningún mal”.
Por eso “alégrense siempre en el Señor” ¡alégrense! Que el Señor está cerca. No se inquieten por nada.
“Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.
Sí, esa es la consigna para este tiempo, pero sin olvidar el sentido del Adviento, tiempo de cambio y de conversión. Es verdad que debemos alegrarnos ante la venida de Jesús, porque ya se cumplen las promesas anunciadas desde antiguo, pero tal alegría y gozo, para que sea verdadero y brote de un corazón renovado debe ser sincera, una alegría que se goza en la amistad con Dios, por eso en aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista: “¿Qué debemos hacer?”
Y su respuesta no fue sino el mirar nuestra propia vida y nuestro actuar, nuestra relación con el prójimo, que es el termómetro de nuestra unión y amistad con Dios.
Y Juan el Bautista, que vino a allanar los caminos y preparar la venida de Jesús con un bautismo de penitencia recomendaba concretamente: “Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”.
A los publicanos les decía cuando le preguntaban ¿qué tenían que hacer: “No cobren más de lo establecido”. Y a los soldados: “No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario”.
Sí, todo este lenguaje ¿no les parece actual?, y es que siempre y en todos los tiempos los pecados y las miserias humanas son las mismas, pero el Señor nos invita a levantar la mirada, pues Él no quiere nuestra condena sino nuestra liberación y salvación, pues para eso mismo vino al mundo y viene cada día y a cada instante en cada hermano y en cada circunstancia.
Es bueno que nos preguntemos cómo nos vamos preparando para la Navidad y la 2° venida de Jesús, no con una mirada de miedo sino de confianza serena y abierta a la misericordia de Dios que nos quiere a su lado y no nos deja solos, como dice el salmo: “El Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación”.
Que Juan el Bautista sea figura de nuestra preparación a estas fiestas, para que celebremos realmente con gozo y alegría en el corazón lo que Dios hizo, hace y hará con y por nosotros.
Porque el Señor ha levantado su sentencia y nos ofrece un tiempo de conversión, viene para librarnos de todos nuestros enemigos ¡el pecado!, que muchas veces se arraiga en nuestros corazones y no nos deja obrar el bien.
No temas pueblo del Señor, porque Él, el Señor es tu Rey y ya no temerás ningún mal. Amén.

No hay comentarios.: