viernes, 31 de diciembre de 2010

Santa María, Madre de Dios

Sabado 01 de Enero, 2011




Solemnidad

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos

Que te alaben, Señor, todos los pueblos



Primera Lectura

Lectura del libro de los Números (6, 22-27)

En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo:

“Di a Aarón y a sus hijos:

‘De esta manera bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz’. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial Salmo 66

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora.

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones.

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero.

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.



Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4, 4-7)

Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos.

Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor



Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (2, 16-21 )

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían, quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



Comentario a la Palabra de Dios



Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida que vino a salvarnos y se encarnó en el seno de María Virgen, los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.

Hoy celebramos la fiesta de «Santa María Madre de Dios». Hoy es también el primer día del año civil, y la Jornada Mundial por la Paz.

Pero detengámonos por el momento a comentar los textos bíblicos que nos propone la liturgia para el día de hoy.

La lectura del libro de los Números es la bendición que Dios la reveló a Moisés para que éste a su vez la enseñara a Aarón y a sus hijos, los sacerdotes de Israel, para que con ella bendijeran al pueblo.

Tal bendición la hacemos nuestra al comenzar el nuevo año. Pedimos a Dios que se revele, que nos muestre su rostro y con él nos regale su paz, la paz tan anhelada por la humanidad entera. Pero no basta que él nos muestre su rostro y nos bendiga sino que a la vez es un compromiso a empeñarnos también nosotros en la construcción de la paz.

Es también un buen momento para hacer un balance de lo que hemos vivido y de lo que nos proponemos como proyecto para el 2011. Es como realizar un examen de conciencia pero mirándonos desde Dios, con su mirada y su misericordia, pero también con su pedido de conversión.

En la carta a los gálatas Pablo nos enseña que el tiempo que vivimos es un tiempo de plenitud y de gracia, porque Dios ha enviado a su Hijo, «nacido de mujer y nacido bajo la ley», semejante en todo a nosotros, en nuestra humanidad, menos en el pecado. Tal abajamiento de Dios, nos ha alcanzado la gracia de llegar a ser hijos de Dios, llamándolo “Abba”, es decir, Padre.

Esta realidad es tarea y misión: la de vivir realmente como verdaderos hijos de Dios, y el de poder transmitir a los hermanos tal dignidad.

El celebrar a María Madre de Dios nos ayuda a mirar el misterio de la encarnación desde el “Sí” de María con el cual nos hemos convertido en hijos por y en el Hijo. La MATERNIDAD de María es la mayor de las gracias que recibió. Y todas las otras gracias están en función de esta. Porque su virginidad y el nacer sin mancha de pecado original están en función de esta: ser MADRE de Dios. Tal maternidad es también nuestra, pues somos hijos en el Hijo.

Celebrar la maternidad de María no es quitarle lugar a Jesús, a Dios mismo, sino que es celebrar la Vida que se nos ha dado a partir de Ella. Debemos mirarla como modelo e imitarla en su obrar, pues Ella ya había concebido a Dios antes del anuncio del Ángel, pues ella vivía en las cosas de Dios.

Celebrar a María como Madre: la «maternidad divina de María», y uno de los tres «dogmas» marianos, es dar gloria a Dios por sus designios de salvación sobre el género humano.

En este contexto celebrativo es bueno recordar que tal dogma ocurrió en el Concilio de Éfeso, en el año 431, con Cirilo de Alejandría.

La Constitución Dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, en su capítulo octavo (nn. 52-69) ofrece la mejor síntesis de la mariología para nuestros tiempos.

El tiempo de Navidad, donde celebramos el amor de Dios encarnado, es un tiempo donde la ternura, el amor, la fraternidad, el cariño familiar, se hacen palpables; y la ternura de Dios hacia nosotros expresada en Jesús hecho niño, nos llena de vida y esperanza. Por eso, al comenzar este nuevo año, agradezcamos con todo el corazón la alegría de vivir amando y sentirnos amados por un Dios que se abajó hasta nosotros porque nos ama con locura.

Muy feliz año 2011, y que al comenzarlo de manos de María lo consagremos a Ella y a Jesús, para que podamos experimentar su gracia, la de ser hijos de Dios y de María. Amén.

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