domingo, 25 de abril de 2010

Domingo del Buen Pastor

Cuarto Domingo de Pascua – Ciclo C




El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo

Ha resucitado Jesús, el Buen Pastor



Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (13, 14. 43-52)

En aquellos días, Pablo y Bernabé prosiguieron su camino desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, y el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos piadosos acompañaron a Pablo y a Bernabé, quienes siguieron exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.

El sábado siguiente casi toda la ciudad de Antioquía acudió a oír la palabra de Dios. Cuando los judíos vieron una concurrencia tan grande, se llenaron de envidia y comenzaron a contradecir a Pablo con palabras injuriosas.

Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía:

“La palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos. Así nos lo ha ordenado el Señor, cuando dijo: Yo te he puesto como luz de los paganos, para que lleves la salvación hasta los últimos rincones de la tierra”.

Al enterarse de esto, los paganos se regocijaban y glorificaban la palabra de Dios, y abrazaron la fe todos aquellos que estaban destinados a la vida eterna.

La palabra de Dios se iba propagando por toda la región. Pero los judíos azuzaron a las mujeres devotas de la alta sociedad y a los ciudadanos principales, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, hasta expulsarlos de su territorio.

Pablo y Bernabé se sacudieron el polvo de los pies, como señal de protesta, y se marcharon a Iconio, mientras los discípulos se quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial Salmo 99

El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo.

El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño.

El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba.

El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.



Segunda Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan (7, 9. 14-17)

Yo, Juan, vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca y llevaban palmas en las manos.

Uno de los ancianos que estaban junto al trono, me dijo: “Estos son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero.

Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono los protegerá continuamente. Ya no sufrirán hambre ni sed, no los quemará el sol ni los agobiará el calor. Porque el Cordero, que está en el trono, será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.



Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Juan (10, 27-30)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi padre.

El Padre y yo somos uno”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



Comentario a la Palabra de Dios



Queridos hermanos y hermanas, que el Cristo resucitado de entre los muertos nos resucite también a nosotros y que su paz y su amor permanezcan siempre con ustedes.


Como la Iglesia siempre nos propone en este domingo cuarto de pascua, dedicado a la figura de Jesús Buen Pastor, con ello también recordamos a los pastores del pueblo de Dios suscitados por Él para apacentar el rebaño elegido.


La imagen del pastor, para el pueblo de Israel era una figura muy común y muy doméstica. Era un pueblo de pastores, acostumbrado en sus orígenes a ser un pueblo nómade, donde los pastores acompañaban el rebaño a distintos lugares para encontrar pastos tiernos para que se alimentaran, ésta imagen es muy elocuente.


Hoy en día, si recorremos los lugares por donde pasó Jesús, todavía encontramos en ciertas partes esta imagen del pastor que acompaña y apacienta a sus ovejas.


La figura del pastor es importantísima para el rebaño, pues es quien las cuida, las acompaña, las guía, las cura… el pasar tanto tiempo con ellas hace que el pastor las conozca a cada una en forma especial y hasta les ponga nombre para distinguirlas. Sabe de las más débiles y de las robustas, sabe de las que son más distraídas y de las que siempre están alertas a cualquier cosa, sabe de las confiadas y de las desconfiadas, en definitiva, las conoce como son.


Pero además, las ovejas conocen al pastor, saben quién es, lo reconocen y reconocen su vos y lo siguen, no así con un extraño. Las ovejas siguen su vos aún cuando no lo pueden ver, y siguen el ruido de su callado al caminar, que va marcando el camino.


De este modo, se puede entender con claridad cuando Jesús habla del Buen Pastor y su rebaño: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”.


Sólo que este Pastor eterno, Jesucristo, es mucho más que un simple pastor, pues Él nos viene a ofrecer algo más grande: “Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi padre.


El Padre y yo somos uno”.


El pastoreo de Jesús sobre nosotros es de una dimensión mayor, pues él da la vida por sus ovejas, y esa vida entregada se convierte en vida para su rebaño, para cada una de sus ovejas, y esa vida entregada es vida eterna para la salvación de ellas.


Como dice Juan, “vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Estos son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero.


Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono los protegerá continuamente. Ya no sufrirán hambre ni sed, no los quemará el sol ni los agobiará el calor. Porque el Cordero, que está en el trono, será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima”.


Sí, es Jesús mismo quien nos sostiene, nos conoce por nombre y nos conduce a pastos tiernos, nos alimenta y nos cuida, y en su entrega definitiva nos regala su vida eterna.


Pidamos al Señor que sostenga y acompañe a los pastores de su Iglesia para sepan cuidar a su rebaño en la misión encomendada por Él.


Pidamos que hayan muchas y santas vocaciones, renovadas, que se entreguen desinteresadamente a Dios para ser pastores del rebaño de Dios. Amén.

No hay comentarios.: