jueves, 21 de octubre de 2010

Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo C

Domingo 24 de Octubre, 2010

Domingo Mundial de las Misiones
El Señor no está lejos de sus fieles
Bendeciré al Señor a todas horas

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácide) (35, 15-17. 20-22)
El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias.  No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huérfano ni las quejas insistentes de la viuda.
Quien sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el cielo.
La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el Altísimo lo atiende y el justo juez le hace justicia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 33
El Señor no está lejos de sus fieles.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo.  Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.
El Señor no está lejos de sus fieles.
En contra del malvado está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo. 
Escucha, en cambio, al hombre justo y lo libra de todas sus congojas.
El Señor no está lejos de sus fieles.
El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. 
Salva el Señor la vida de sus siervos. No morirán quienes en él esperan.
El Señor no está lejos de sus fieles.

Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4, 6-8. 16-18)
Querido hermano: Para mí ha llegado la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento.
La primera vez que me defendí ante el tribunal, nadie me ayudó. Todos me abandonaron. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará salvo a su Reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (18, 9-14)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:
“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces porsemana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo.  Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor, el Dios de la vida, los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.
En el evangelio de este domingo se nos presenta una situación “sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás”. Frente a esto, Jesús nos regala una parábola que es un relato ejemplar.
Dice el relato que “dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano”. Es decir, para identificarlos bien, uno –el fariseo- era un justo a los ojos del pueblo, y un instruido en la Ley de Dios dispuesto a aplicarla en todas sus minucias; el otro –un publicano- era considerado por el pueblo un traidor de su patria, un ladrón que robaba a su propio pueblo para el poder dominante y para enriquecerse personalmente. Por tanto, ¡entre uno y otro había una gran diferencia!
Pero el relato continúa así: “El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces porsemana y pago el diezmo de todas mis ganancias’”.
Se puede decir que la oración del primero era una oración de agradecimiento por lo que él era… pero en realidad era una oración de autoalabanza y de denigración del otro. Se jactaba de su cumplimiento exacto de la Ley y de ser un justo y no un pecador como los demás, incluso como ese publicano.
En cambio, la oración del publicano era distinta, dice que “se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’”. Por lo visto, su oración era muy distinta a la del fariseo, pues se reconocía pecador y necesitado de la misericordia de su Dios y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada.
En el relato, Jesús termina diciendo “les aseguro que éste (el publicano) bajó a su casa justificado  y aquél no (el fariseo); porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
¿Qué nos quiere decir Jesús al respecto? Que “el Señor es un juez que no se deja impresionar  por apariencias, y no menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del  oprimido”.  Y que “quien sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el cielo”.
Pues se dice que la oración es la debilidad de Dios, y a través de ella podemos llegar a Dios, pero siempre y cuando hagamos verdadera oración, y no un monólogo o un panegírico de nuestra “santidad y justicia delante de Dios y de los hombres” pues no será verdadera oración. Para que sea tal debe ser, como decía Santa Teresa de Jesús: la oración es un diálogo de amistad con el Señor.
El libro del Eclesiástico concluye diciendo: “La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras  él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el Altísimo lo atiende y el justo  juez le hace justicia”. Porque la oración del humilde, la oración hecha con humildad y en verdadero acto de amor con Dios es la que nos hace vivir en unión íntima con Él y con nuestro hermanos.
Que podamos aprender de la actitud del publicano, de orar con humildad, reconociendo lo que somos para que Dios pueda hacer de nosotros un signo de su santidad en el mundo. Amén.

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