miércoles, 13 de octubre de 2010

Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Domingo 17 de Octubre, 2010

Día del Señor
Los ojos del Señor están puestos en sus hijos
El auxilio me viene del Señor

Primera Lectura
Lectura del libro del Éxodo (17, 8-13)
Cuando el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los amalecitas y lo atacaron en Refidim. Moisés dijo entonces a Josué: “Elige algunos hombres y sal a combatir a los amalecitas. Mañana, yo me colocaré en lo alto del monte con la vara de Dios en mi mano”.
Josué cumplió las órdenes de Moisés y salió a pelear contra los amalecitas. Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre del monte, y sucedió que, cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba.
Como Moisés se cansó, Aarón y Jur lo hicieron sentar sobre una piedra, y colocándose a su lado, le sostenían los brazos. Así, Moisés pudo mantener en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a los amalecitas y acabó con ellos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 120
El auxilio me viene del Señor.
La mirada dirijo hacia la altura de donde ha de venirme todo auxilio. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
El auxilio me viene del Señor.
No dejará que des un paso en falso, pues es tu guardián y nunca duerme. 
No, jamás se dormirá o descuidará el guardián de Israel.
El auxilio me viene del Señor.
El Señor te protege y te da sombra, está siempre a tu lado. No te hará daño el sol durante el día ni la luna, de noche.
El auxilio me viene del Señor.
Te guardará el Señor en los peligros y cuidará tu vida; protegerá tus ires y venires,
ahora y para siempre.
El auxilio me viene del Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (3, 14—4, 2)
Querido hermano: Permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado, pues bien sabes de quiénes lo aprendiste y desde tu infancia estás familiarizado con la Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.
Toda la Sagrada Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para corregir y  para educar en la virtud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté enteramente preparado  para toda obra buena.
En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, te pido  encarecidamente, por su advenimiento y por su Reino, que anuncies la palabra; insiste a tiempo y a destiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y sabiduría.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (18, 1-8)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’”.
Dicho esto, Jesús comentó:
“Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará fe sobre la tierra?”
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, el Señor que dirige nuestros corazones para que amemos a Dios esté con todos ustedes.
La liturgia de la Palabra es muy clara. Este domingo nos hace reflexionar sobre la oración.
La primera lectura del libro del Éxodo nos dice que cuando el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los amalecitas y lo atacaron en Refidim, entonces Moisés dijo a Josué: “Elige algunos hombres y sal a combatir a los amalecitas. Mañana, yo me colocaré en lo alto del monte con la vara de Dios en mi mano”. Mientras sucedía la batalla, Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre del monte, y cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba. Pero llegó el momento en que Moisés se cansó, entonces Aarón y Jur lo hicieron sentar sobre una piedra, y colocándose a su lado, le sostenían los brazos. Así, Moisés pudo mantener en alto las manos hasta la puesta del sol y Josué pudo derrotar a los amalecitas.
Se nos presenta a Moisés que puesto en oración intercede por su pueblo, y otros que lo ayudan a interceder son Aarón y Jur.
Si vamos al evangelio, nos encontramos con una parábola de Jesús “para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer”:
Este juez -que no temía a Dios ni respetaba a los hombres- no quería hacer justicia a una viuda que acudía a él con frecuencia rogándole. Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero “por la insistencia de esta viuda” le hizo justicia para que no lo siguiera molestando.
El mensaje es claro: “Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar”.
Por un lado se nos presenta a Moisés que intercede en oración por su pueblo, y aún en el cansancio persevera en su oración. Lo mismo sucede con esta viuda, sólo que la fuerza está en la insistencia en el pedir, y es lo que nos dice Jesús, tenemos que pedir, y pedir con insistencia para que Dios obre. Pero… ¿es que Dios no escucha? ¿Por qué tanta insistencia en el pedir si Él ya sabe de nuestras necesidades? Pues precisamente porque conoce nuestras necesidades sabe también de qué estamos hechos y quiere que nuestra voluntad se adecúe a la suya, pues no se trata de hacerle cambiar a Dios sus designios, sino de comprender los suyos y que Él nos los haga comprender y aceptar.
Pero el problema grave que plantea Jesús al final es: “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” y es que no basta la insistencia y la perseverancia en la oración, sino que por sobre todo debe ser con fe, en la confianza total en Dios.
Y algo que nos ayuda en nuestra oración y nos pone en sintonía con la voluntad de Dios es su Palabra, por eso San Pablo nos dice al respecto: “Querido hermano: Permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado… desde tu infancia estás familiarizado con la Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación”.
Que nuestra oración sea realizada con fe, inspirada en la Palabra de Dios, así será eficaz, pues oramos en el Señor y con el Señor mismo, y así descubrimos su voluntad y aprendemos a amarla. Y que no nos olvidemos de ser perseverantes en el orar, sabiendo que somos intercesores los unos de los otros. Bendito sea Dios. Amén.

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