Domingo 06 de Noviembre, 2011
Día del Señor
Señor, mi alma tiene sed de ti
Que llegue hasta ti mi súplica, Señor
Primera Lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (6, 12-16)
Radiante e incorruptible
es la sabiduría; con facilidad la contemplan quienes la aman y
ella se deja encontrar por quienes la buscan y se anticipa a darse a
conocer a los que la desean.
El que madruga por ella
no se fatigará, porque la hallará sentada a su puerta. Darle
la primacía en los pensamientos es prudencia consumada; quien
por ella se desvela pronto se verá libre de preocupaciones.
A los que son dignos
de ella, ella misma sale a buscarlos por los caminos; se les
aparece benévola y colabora con ellos en todos sus proyectos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo
Responsorial Salmo 62
Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios,
a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te
añora como el suelo reseco añora el agua.
Para admirar tu gloria y
tu poder, con este afán te busco en tu santuario. Pues mejor es
tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.
Podré así bendecirte
mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se
saciará mi alma; te alabaré con jubilosos labios.
Segunda Lectura
Lectura de la primera
carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (4, 13-18)
Hermanos: No
queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no
vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos
que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que,
a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él.
Lo que les decimos,
como palabra del Señor, es esto: que nosotros, los que
quedemos vivos para cuando venga el Señor, no tendremos
ninguna ventaja sobre los que ya murieron.
Cuando Dios mande
que suenen las trompetas, se oirá la voz de un arcángel y
el Señor mismo bajará del cielo.
Entonces, los que
murieron en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los
que quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente con ellos
entre nubes por el aire, para ir al encuentro del Señor, y así
estaremos siempre con él. Consuélense, pues, unos a otros con estas
palabras.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (25, 1-13)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos esta parábola:
“El Reino de los cielos
es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron
al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco,
previsoras.
Las descuidadas llevaron
sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de
nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de
aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a
todas y se durmieron.
A medianoche se oyó un
grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’
Se
levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar
sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un
poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’.
Las previsoras les contestaron:
‘No, porque no va a
alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo
venden y cómprenlo’.
Mientras aquéllas iban
a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con
él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las
otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’.
Pero él les respondió: ‘Yo
les aseguro que no las conozco’. Estén, pues, preparados, porque no saben
ni el día ni la hora”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el
Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo
habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del
mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
En estos domingos que van cerrando el año litúrgico,
los textos nos invitan a reflexionar sobre el
advenimiento del fin, un fin que no es sólo la meta o culmen de la vida, sino también como la
meta de toda la humanidad y del mundo.
En la carta de Pablo a los Tesalonicenses
se refiere a aquellos que creen que los hermanos que han muerto
no se verán favorecidos por estar ausentes de la segunda venida del Señor.
Pablo reafirma que los que murieron en Jesús estarán presentes con él en
el último día, y los que seguimos con vida no tenemos ventaja alguna al
respecto, pues resucitarán en primer lugar los que murieron
antes y los que queden vivos serán llevados al Señor. Porque si
creemos que Jesús murió y resucitó por todos, entonces quienes morimos
con Cristo resucitaremos con Él.
El evangelio de hoy se refiere a la parábola de las diez vírgenes, cinco
de ellas eran prudentes y cinco necias, las cuales esperaban la
llegada del novio. «El novio» es Jesús mismo (Mt
9, 15).
La parábola se refiere a una boda judía: Después del contrato de esponsales los
novios continuaban separados cada uno en la casa de sus padres. Durante este
período la novia se preparaba para su futuro papel de esposa y el novio se
encargaba de conseguir el futuro alojamiento para su mujer, que podía ser
incluso una habitación dentro de la casa de los padres. Finalmente llegaba el
día de la boda (nissuin). Alfred Edersheim, en sus “Bocetos de la vida social
judía” (Sketches of Jewish Social Life), nos relata más detalles:
El matrimonio seguía después [de los
esponsales] tras un período más o menos largo, los límites de los cuales
estaban fijados por la ley. La ceremonia en sí consistía en conducir a la novia
a la casa del novio, con ciertas formalidades, la mayor parte datadas de
tiempos antiguos. El matrimonio con una doncella se celebraba comúnmente por la
tarde de un miércoles, lo cual dejaba los primeros días de la semana para los
preparativos, y permitía al marido, si tenía alguna acusación en contra de la
supuesta castidad de su prometida, realizarla de inmediato ante el sanedrín
local, que se reunía cada jueves…”.
Las
procesiones previas a la ceremonia constituían una parte importante del ritual,
como describe Joachim Jeremias: A última hora de la tarde los invitados se
entretenían en la casa de la novia. Después de horas de esperar al novio, cuya
llegada era repetidamente anunciada por mensajeros, llegaba finalmente, media
hora antes de la media noche, para encontrarse con la novia; iba acompañado de
sus amigos; iluminado por las llamas de las candelas, era recibido por los
invitados que habían venido a encontrarse con él. La comitiva de la boda se
desplazaba entonces, de nuevo en medio de muchas luminarias, en una procesión
festiva hasta la casa del padre del novio, donde tenía lugar la ceremonia del
matrimonio y el agasajo.
De esta manera, se nos representa la Boda que el Señor (el
novio) viene a celebrar con nosotros, y la significación de las muchachas o doncellas
con sus lámparas encendidas nos describen el estar alertas (o no) a la llegada de
improviso del novio. No se reprocha a las necias el que se hayan dormido, pues las
prudentes también se durmieron; se les reprocha el no ser prudentes y tener el aceite
necesario para mantener las lámparas encendidas a la llegada del novio. Por otra
parte, ese aceite de las lámparas no se puede compartir, pues es la disposición
interior que cada uno tiene y que se refiere a la gracia con la cual uno vive y
se prepara en el día a día para el encuentro definitivo con el novio.
Que podamos vivir siempre con el aceite necesario que nos
ayude a estar atentos a la llegada del novio, para que cuando llegue no
nos encontremos con que nuestras lámparas no están encendidas por falta de
aceite. Que podamos vivir cada día en la alegría de la espera gozosa del novio que
llega y que nos invita a estar preparados con el aceite de la alegría y de la caridad,
con la gracia necesaria para poder entrar con él cuando llegue y podamos asistir
a su boda.
Sería bueno ver cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad
de nuestro fuego, desde el aceite que llevamos siendo prudentes. Amén.
1 comentario:
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