jueves, 24 de marzo de 2011

Tercer Domingo de Cuaresma – Ciclo A


Domingo 27 de Marzo, 2011

Señor, que no seamos sordos a tu voz
Acerquémonos a Dios, llenos de júbilo

Primera Lectura
Lectura del libro del Exodo (17, 3-7)
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisés, diciéndole: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?” Moisés clamó al Señor y le dijo: “¿Qué puedo hacer con este pueblo? Sólo falta que me apedreen”. Respondió el Señor a Moisés: “Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”.
Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
“¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?”
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 94
Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias.
Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo; él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: “No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras”.
Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (5, 1-2. 5-8)
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en la cual nos encontramos; por él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.
La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado.
Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (4, 5-42)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”(Porque los judíos no tratan a los samaritanos).
 Jesús le dijo:
“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.
La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?”
Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.
La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. El le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.
La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos.
Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.
La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.
En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.
Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. El les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?”
Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.
Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra.
Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que nos llama a la conversión en su Hijo Jesucristo, nos haga renacer de nuevo por la acción de su Espíritu para una esperanza viva.
            Esta vez nos detendremos en analizar la lectura del Evangelio, pues posee una gran riqueza. Es indudable que las lecturas nos llevan a reflexionar sobre el tema del agua, y por ende, en nuestro bautismo; algo así nos da a entender el párrafo anterior donde dice: “Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan -aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos-, abandonó Judea y volvió a Galilea. Tenía que pasar por Samaria”.
            El relato está situado en un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Donde estaba el pozo de Jacob. Se nos dice que Jesús venía cansado del camino y se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía (la hora sexta, hora en que Jesús estará ante el tribunal de Pilato y será luego ejecutado en la cruz). Es en ese momento que llega una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dice: “Dame de beber”. La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”(Porque los judíos no tratan a los samaritanos).
            La samaritana se sorprende de que un judío se dirija a ella y encima le pida algo. Pero Jesús le pide de beber no del agua del pozo, sino de otro agua.
            Como sabemos, el evangelio de Juan juega mucho con los “mal entendidos”, en este caso respecto al agua, ¿de qué agua habla? Este modo de llevar el diálogo hace ir descubriendo poco a poco el sentido del relato y el fundamento de todo lo que hay detrás del mismo.
Por eso Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”. ¿Cómo, no era que Jesús le pide agua y ahora le dice que Él tiene el agua viva? Seguramente la mujer habrá quedado desconcertada de lo que le dice y por eso la mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?”
Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.
            Nuevamente juega con los “mal entendidos” y frente a eso la mujer le dirá: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. Ella piensa en el agua material, en aquella que tiene que venir a buscar seguido al pozo.
            Y Jesús aprovecha para ir entrando en su vida y decirle algo de lo que ella es. Pues en el fondo lo que Jesús quiere es que ella le dé a beber a Él del “agua” de su corazón y así Jesús darle del agua viva de Su Corazón, que todo lo sana, que todo lo cura, que renueva, limpia, purifica. Es por eso que le pide: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.
            La mujer queda descubierta en lo que ella es, y quizás por eso mismo busca agua en el pozo en el momento en que ninguna mujer lo hace, por miedo o vergüenza a ser vista por los demás, ya que su vida está desordenada, ha tenido cinco maridos y el sexto que ahora tiene no es su marido. Jesús sería el séptimo marido (con todo lo que significa el número 7 en el lenguaje bíblico), Cristo es el marido que puede darle a la samaritana plenitud a su vida.
A partir de lo que le dice, la mujer lo cree un profeta. Jesús le dice: “Créeme, mujer, que se acerca la hora…, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.
Jesús la fue llevando a descubrir en el discurso con quién estaba hablando y lo que Él venía a ofrecerle. Ya no se trata de adorar aquí o allá, sino en espíritu y en verdad, pero para eso hay que beber del “agua viva” que es Él mismo. El agua que nos purifica y nos lleva a adorar en espíritu y en verdad.
“Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba”. La mujer se siente tocada, transformada, ha podido beber del agua viva de Jesús, y se olvida del “para qué” fue al pozo, deja su cántaro, y va al pueblo a anunciar lo que “ha visto y oído”. La que se escondía o iba en otra hora a buscar agua al pozo termina siendo evangelizadora de su propio pueblo.
Así, “muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”.
A través del anuncio de la mujer se evangelizó al pueblo, y así muchos creyeron en Él, como el salvador del mundo.
Como dice el Papa Benedicto en su discurso sobre la Cuaresma de este año: “La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín”.
Que sepamos hoy darle de beber a Jesús de nuestra vida, de lo que somos, de lo que vivimos, de lo que sufrimos, de lo que nos pesa y nos aparta de Él para poder recibir el agua viva que purifica y que salta hasta la vida eterna. Que el recordar el agua viva nos ayude a renovar nuestro bautismo. Amén. 

viernes, 18 de marzo de 2011

Segundo Domingo de Cuaresma - Ciclo A

Domingo 20 de Marzo, 2011




Señor, ten misericordia de nosotros
En el Señor está nuestra esperanza

Primera Lectura
Lectura del libro del Génesis (12, 1-4 )
En aquellos días, dijo el Señor a Abram:
“Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y tú mismo serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra”. Abram partió, como se lo había ordenado el Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial Salmo 32
Señor, ten misericordia de nosotros.

Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. El ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades.
Señor, ten misericordia de nosotros.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida.
Señor, ten misericordia de nosotros.

En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado.
Señor, ten misericordia de nosotros.

Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1, 8-10)
Querido hermano: Comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Pues Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino por que así lo dispuso él gratuitamente.
Este don, que Dios ya nos ha concedido por medio de Cristo Jesús desde toda la eternidad, ahora se ha manifestado con la venida del mismo Cristo Jesús, nuestro salvador, que destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (17, 1-9)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario a la Palabra de Dios
     Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que nos llama a la conversión en su Hijo Jesucristo, nos haga renacer de nuevo por la acción de su Espíritu para una esperanza viva.

     En este segundo domingo de Cuaresma la liturgia se centra en la Transfiguración del Señor. Este misterio forma parte del itinerario cuaresmal hacia la Pascua.
     con las lecturas de este domingo se nos marca un itinerario a seguir, que podemos ver desde dos lados: el del hombre hacia Dios y el de Dios hacia el hombre, aunque la iniciativa siempre es de Dios: Él llama al hombre (Abrahán, nosotros) a vivir una vocación en la santidad.
     Con la primera lectura Dios invita a Abram: “Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré.... En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra”. Es una llamada a salir de uno mismo para ir al encuentro de Dios, al lugar donde Dios nos llama, donde Él quiere obrar; es una llamada a ponernos en camino "para ir hacia" el cumplimiento de la promesa a través de la obediencia.
     En la carta a Timoteo (1, 8-10), San Pablo nos invita a vivir la realidad de lo que significa seguir a Jesús, es decir, compartir los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. "Pues Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino por que así lo dispuso él gratuitamente". Sí, así es, todo es gratuito, todo es gracia de Dios, pero también es respuesta y responsabilidad de nuestra parte. Y este don, "que Dios ya nos ha concedido por medio de Cristo Jesús desde toda la eternidad, ahora se ha manifestado con la venida del mismo Cristo Jesús, nuestro salvador, que destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio".
     Pero el compartir los sufrimientos por la predicación del Evangelio es algo que viene añadido al pedido hermoso de seguimiento a Cristo, por eso el mismo cristo Jesús se transfiguró en presencia de sus discípulos, para que a través de este signo se vieran fortalecidos en la prueba.
     Y en esta gran imagen se nos presenta al Hijo, el Amado, el Predilecto, para que lo escuchemos y sigamos y participemos de su gloria. Pues el amor de Dios acompaña al hombre en su itinerario de seguimiento al Señor, y por esa acción de Dios también nos veremos liberados un día del dolor y de la muerte en la esperanza de la glorificación con Cristo.
     Sí, porque la palabra final no la tiene la muerte, no la tiene el pecado, el sufrimiento o el dolor, sino la resurrección y la gloria de Dios, que es la condición salvífica del misterio pascual.
     Escuchemos y sigamos al Amado, que Él nos conduce a través de su llamada y de nuestra respuesta hacia la Patria Celeste, pero mientras peregrinamos en este mundo saliendo al encuentro de Dios en lo cotidiano, recorriendo el camino que nos invita a seguir. 
     Nos confiamos en el amor gratuito de Dios que nos hace vivir de antemano lo que será la gloria junto a Él. Que vivamos en este mundo con los pies en la tierra, escuchando la llamada y la voz del Señor, recorriendo sus caminos, pero con la mirada puesta en la promesa hecha por Él, porque nos ama con amor eterno. Amén.
 

sábado, 12 de marzo de 2011

Primer Domingo de Cuaresma-Ciclo A


Domingo 13 de Marzo, 2011

Misericordia, Señor, hemos pecado
Crea en mí, Señor, un corazón puro
  
Primera Lectura
Lectura del libro del Génesis (2, 7-9; 3, 1-7)
Después de haber creado el cielo y la tierra, el Señor Dios tomó polvo del suelo y con él formó al hombre; le sopló en las narices un aliento de vida, y el hombre comenzó a vivir. Después plantó el Señor un jardín al oriente del Edén y allí puso al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, de hermoso aspecto y sabrosos frutos, y además, en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
La serpiente, que era el más astuto de los animales del campo que había creado el Señor Dios, dijo a la mujer:
“¿Conque Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?”
La mujer respondió: “Podemos comer del fruto de todos los árboles del huerto, pero del árbol que está en el centro del jardín, dijo Dios: ‘No comerán de él ni lo tocarán, porque de lo contrario, habrán de morir’ ”.
La serpiente replicó a la mujer:
“De ningún modo. No morirán.
Bien sabe Dios que el día que coman de los frutos de ese árbol, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como Dios, que conoce el bien y el mal”.
La mujer vio que el árbol era bueno para comer, agradable a la vista y codiciable, además, para alcanzar la sabiduría. Tomó, pues, de su fruto, comió y le dio a su marido, el cual también comió.
Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entrelazaron unas hojas de higuera y se las ciñeron para cubrirse.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 50
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo.
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu.
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Devuélveme tu salvación, que regocija, mantén en mí un alma generosa. Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza.
Misericordia, Señor, hemos pecado.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (5, 12-19)
Hermanos: Así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
Antes de la ley de Moisés ya existía el pecado en el mundo y, si bien es cierto que el pecado no se castiga cuando no hay ley, sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre aquellos que no pecaron como pecó Adán, cuando desobedeció un mandato directo de Dios. Por lo demás, Adán era figura de Cristo, el que había de venir.
Ahora bien, el don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el delito de un solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios. Tampoco pueden compararse los efectos del pecado de Adán con los efectos de la gracia de Dios. Porque ciertamente, la sentencia vino a causa de un solo pecado y fue sentencia de condenación, pero el don de la gracia vino a causa de muchos pecados y nos conduce a la justificación.
En efecto, si por el pecado de un solo hombre estableció la muerte su reinado, con mucha mayor razón reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo, aquellos que reciben la gracia sobre abundante que los hace justos.
En resumen, así como por el pecado de un solo hombre, Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida.
Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
  
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (4, 1-11)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió:
“Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo:
“Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le contestó: “También está escrito:
No tentarás al Señor, tu Dios”.
Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo:
“Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.
Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario a la Palabra de Dios


Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida que nos llama a la conversión en su Hijo Jesucristo, nos haga renacer de nuevo por la acción de su Espíritu para dar razones de nuestra esperanza.
En este primer domingo de Cuaresma, la iglesia nos presenta las figuras de Adán (y Eva) y Jesucristo, pues el primer hombre, Adán (y Eva), es tentado, es puesto en una encrucijada, llevado por el tentador a optar por algo que Dios ya había dado orden de no ceder ante los frutos ese árbol. Lo que hace el tentador es poner en tela de juicio la autoridad de Dios, pues el maestro de la mentira usa muy bien de sus mañas para quitarles la confianza en Dios: “La serpiente, que era el más astuto de los animales del campo que había creado el Señor Dios, dijo a la mujer: “¿Conque Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?” La mujer respondió: “Podemos comer del fruto de todos los árboles del huerto, pero del árbol que está en el centro del jardín, dijo Dios: ‘No comerán de él ni lo tocarán, porque de lo contrario, habrán de morir’ ”. La serpiente replicó a la mujer: “De ningún modo. No morirán. Bien sabe Dios que el día que coman de los frutos de ese árbol, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como Dios, que conoce el bien y el mal”.
Adán y Eva quedan expuestos a un gran debate existencial: la plena y absoluta confianza en Dios. Luego de entrar en diálogo con el tentador y la tentación,  Adán y Eva no se fían de Dios, dudan y desconfían de su mensaje, creen que la verdad viene de la serpiente, y por eso deciden por ellos mismos, y así se “independizan” de su creador; pasan de ser creaturas a querer ponerse en el lugar del creador. Esta orgullo y autosuficiencia, esta independencia y desobediencia hace que pierdan también la comunión con Dios, la paz, la alegría y su estado natural, y comenzarán a encontrar sólo vergüenza, sufrimiento, amargura, dolor, muerte….
San Pablo nos dice que “así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron”. La muerte reinó desde Adán cuando desobedeció un mandato directo de Dios. Por lo demás, Adán era figura de Cristo, el que había de venir.
“Ahora bien, el don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el delito de un solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios”. Sí, todos hemos caído y cedido ante la tentación, tenemos la inclinación a pecar, a rebelarnos, a independizarnos, a negarnos a la voluntad de Dios. Pero gracias al Nuevo Adán, Jesucristo, todos hemos sido salvados. Y es lo que nos presenta el Evangelio de hoy, pues Jesús es puesto también en la encrucijada del tentador como sucedió con nuestros padres (Adán y Eva).
Jesús es tentado por Satanás. El Padre permite que sea tentado y experimente en su carne lo que significa obedecer; Él, siendo Dios podía tener todo el honor, la gloria y las riquezas de todo el mundo, sin embargo escoge el camino de la humildad, de la humillación, del sacrificio y el esfuerzo, del dolor, etc., experimentando los signos de la encarnación, los límites de lo humano; pero Él no actúa con autonomía sino que se sujeta a la voluntad de Dios; obra confiado y se abandona con amor en los brazos del Padre, aceptando sus designios, por eso su respuesta al tentador: “Retírate Satanás…”.  
Lo que Adán nos quitó por el pecado, por aceptar la propuesta del tentador, Jesús nos lo recupera negándose al tentador y haciendo la voluntad del Padre; gracias a esa entrega de Jesús se logra el triunfo sobre la muerte y nos da la vida.
Por el bautismo pasamos a ser hijos de Dios en el Hijo, y en este camino cuaresmal la Iglesia nos invita a renovar nuestro bautismo en este tiempo de conversión, y de profundización de nuestra vida cristiana. Es un tiempo para hacer más intensa nuestra vida de oración y de unión con Dios y el prójimo; es un tiempo para revisar nuestros caminos y ver si van de acuerdo a la voluntad de Dios y corresponden al seguimiento de Jesús.
En nuestro bautismo hemos renunciado a Satanás, a sus tentaciones y sus obras, hoy se nos propone renovar nuestro SÍ a Dios y nuestro NO al tentador.
En cada Eucaristía dominical el Señor renueva su Alianza nueva y eterna, y nos invita a renovar nuestro SÍ a través del Credo.
Como dice el Papa Benedicto XVI en su mensaje de Cuaresma de este año, “el primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal”. Amén.




miércoles, 9 de marzo de 2011

Miércoles de Ceniza


 Miércoles 09 de Marzo, 2011

Comienza la Cuaresma; guardar abstinencia y ayuno
Pues bien, ahora es el tiempo favorable
Arrepiéntete y cree en el Evangelio
Señor, escucha nuestra súplica

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Joel (2, 12-18)
Esto dice el Señor:
“Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos.
Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia. Quizá se arrepienta, se compadezca de nosotros y nos deje una bendición, que haga posibles las ofrendas y libaciones al Señor, nuestro Dios.
Toquen la trompeta en Sión, promulguen un ayuno, convoquen la asamblea, reúnan al pueblo, santifiquen la reunión, junten a los ancianos, convoquen a los niños, aun a los niños de pecho. Que el recién casado deje su alcoba y su tálamo la recién casada.
Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo:
‘Perdona, Señor, perdona a tu pueblo. No entregues tu heredad a la burla de las naciones. Que no digan los paganos: ¿Dónde está el Dios de Israel?’ ”
Y el Señor se llenó de celo por su tierra y tuvo piedad de su pueblo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 50
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo.
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu.
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantén en mí un alma generosa. Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza.
Misericordia, Señor, hemos pecado.

Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5, 20—6, 2)
Hermanos: Somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, es Dios mismo el que los exhorta a ustedes. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo “pecado” por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.
Como colaboradores que somos de Dios, los exhortamos a no echar su gracia en saco roto. Porque el Señor dice: En el tiempo favorable te escuché y en el día de la salvación te socorrí.
Pues bien, ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (6, 1-6. 16-18)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa.
Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor Jesús, el Dios de la vida los colme con su alegría y con su paz y que su gracia sea fecunda en sus vidas para dar testimonio de Él en medio del mundo.

Entramos con el Miércoles de Ceniza en un tiempo especial de conversión, dando inicio al tiempo de Cuaresma. Un tiempo donde se nos invita a nivel iglesia y a través de las lecturas a pensar y reflexionar sobre nuestro ser bautizados. 
San Pablo nos dice: "En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo “pecado” por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos". Y en este tiempo especial la llamada está puesta en volver a Dios, volver a su amor y misericordia a través de Jesucristo, el único justo y nuestro redentor.
Por eso, no echemos la gracia de Dios en saco roto. Porque el Señor dice: "En el tiempo favorable te escuché y en el día de la salvación te socorrí. 

Pues bien, ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación".



Sí, HOY es el día de salvación, no lo dejemos pasar, Dios se nos muestra en el día a día y nos invita a recibir su gracia hoy.



El Evangelio nos presenta a Jesús que enseña a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial". Nos pide que al practicar las obras de piedad lo hagamos sólo con el corazón puesto en Dios y no para mostrarnos delante de los hombres.
Y nos indica tres cosas que se refieren a las obras de piedad y de justicia. Las tres están relacionadas en la relación con uno mismo, con Dios y el prójimo: Limosna, oración y ayuno.
"Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. 



Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará". La limosna hoy en día es un tema complicado, pues nos cuesta dar de aquello que no nos sobra, pero la limosna tiene un sentido purificador, pues hace que nos desprendamos de aquello que nos cuesta para centrarnos en Dios, para ser más libres en nuestra entrega a Dios y los hermanos, pues con la limosna no sólo me hago más libre y confiado en la Providencia de Dios sino que ayudo a mi hermano que más necesita.




"Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará". La oración es algo esencial en la vida del cristiano, pues por medio de ella alimentamos nuestra unión con Dios, pero muchas veces suele ser un punto flaco en nuestras vidas, pues solemos rezar cuando "las papas queman" porque necesito la ayuda de Dios, pero después me olvido de Él. La oración es el núcleo de la vida espiritual a través de la cual mantenemos viva nuestra relación con Dios y con el prójimo, pues si vemos la vida de los santos, su oración nunca los separó de sus hermanos, al contrario, a la vez que los unía más a Dios los hacía más sensibles y cercanos a las necesidades del prójimo. Y así, de esa misma fuente de amor de la unión con Dios brota el amor a los hermanos. Por eso la oración no es para hacernos ver o sentirnos que "rezamos" y los demás no lo hacen. La oración es algo que se vive en lo secreto donde se encuentra lo más íntimo de nosotros con Dios.
"Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”. Otro tema bastante olvidado o dejado de lado es el ayuno, es algo que está visto como de otros tiempos, del medioevo, donde se usaba del ayuno y de otras cosas para hacer penitencia. Hoy en día se puede usar como un recurso para "bajar de peso", pero no es éste su sentido. El ayuno para el cristiano tiene un sentido de privación, para ejercitar la voluntad, para ejercer el dominio sobre uno mismo, pero también tiene un sentido respecto a los hermanos, pues con nuestro ayuno nos privamos de lo superfluo para vivir de lo esencial (el amor a Dios y los hermanos) y colaborar con mi hermano necesitado. El ayuno no es sólo de comida sino también de todo aquello que me gusta y a lo cual renuncio para fortalecerme en el camino de seguimiento a Cristo. Puedo hacer también "ayuno de la lengua" tratando de dominarme y no hablar de más ni hablar mal de nadie, por ejemplo. Pero no hace falta que los demás sepan de nuestros ayunos, basta que lo sepa nuestro Padre que está en lo secreto.
Y para terminar, hagamos oración parte del Salmo 50. 
Señor, por tu inmensa compasión y misericordia apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo. Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu.
Que esta cuaresma nos encuentre atentos a la voz del Señor para saber vivir de acuerdo a su Espíritu y su voluntad y no según nuestras debilidades y egoísmos. Amén.