miércoles, 18 de enero de 2012

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario-Ciclo B


Domingo 22 de Enero, 2012

Día del Señor
Descúbrenos, Señor, tus caminos
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Jonás (3, 1-5. 10)
En aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: “Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a indicar”.
Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó por la ciudad durante un día, pregonando: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”.
Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 24
Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza.

Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura, acuérdate de nosotros.

Porque el Señor es recto y bondadoso, indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (7, 29-31)
Hermanos: Les quiero decir una cosa: la vida es corta. Por tanto, conviene que los casados vivan como si no lo estuvieran; los que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no compraran; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran de él; porque este mundo que vemos es pasajero.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 14-20)
Gloria a ti, Señor.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el
Evangelio de Dios y decía:
“Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”.
Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor, Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            Hoy tanto el evangelio como la primera lectura tratan de los mismos temas, reforzado también por el salmo y la segunda lectura.
            En el libro de Jonás Dios le da un mandato: "Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo"; el evangelio de Marcos inicia la vida pública de Jesús diciendo: "Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios".
            Y el mensaje de Dios no es otro que dar a conocer su voluntad a la humanidad entera. A través de Jonás Dios interviene para que se conviertan, pues Él no quiere que el caos moral siga llevando a la ruina a Nínive. Y tal mensaje es un mensaje de salvación que pasa por el camino de la conversión; así lo manifiestan ambas lecturas. Dios vela por la humanidad y desea que vivan en la libertad de los hijos de Dios y no en el libertinaje, y sólo a través de un camino de conversión podía ayudar en el reconocimiento de sus propios pecados y tomar otra actitud respecto de sus vidas y así ser beneficiarios del perdón y de la redención. Es decir, el centro de la conversión es la Buena Nueva de Dios, es su Palabra anunciada, escuchada y tomada en cuenta.
            De eso se trata en las lecturas de hoy: nos hablan de la centralidad que debe ocupar en nuestra vida cristiana la Palabra de Dios.
            Inmediatamente –en el evangelio- Jesús va llamando a los primeros discípulos, y simplemente los llama, no les dice que se conviertan y después lo sigan, simplemente les dice: “Síganme”. La urgencia del anuncio del Reino y su evidente venida en Jesús hace que el Señor llame servidores de su palabra. No los llama a ellos porque sean mejores que otros o más santos, sino porque simplemente los eligió, como dice en otra parte: “llamó a los que Él quiso”. Jesús llama a sus discípulos y los va capacitando para la misión, y en ese capacitarlos los discípulos van haciendo experiencia de lo que significa seguir la radicalidad de seguir a Jesús.
            Decíamos que la carta de Pablo a los corintios también puede iluminarnos porque la instauración del Reino de Dios en la tierra, el aceptarlo implica un camino de renuncias y de entregas, donde todas las realidades humanas llegan a adquirir un nuevo sentido: comprar, vender, llorar, reírse, casarse o permanecer célibe… más allá de la creencia en aquella época de que el tiempo era corto y el Señor estaba por volver en cualquier momento, para nosotros nos sirve para ubicarnos en las realidades espirituales y viviendo encarnados a la vez. Quien ha aceptado a Cristo Jesús no puede vivir de otra manera: Lo absolutamente definitivo es vivir de acuerdo a la voluntad salvífica de Dios. Es Cristo Jesús quien hace “nuevas todas las cosas” a través de su Reino, pues es Él quien da sentido a nuestras vidas y no lo que somos o tenemos. Vivir unidos a Cristo significa vivir en constante conversión, pero gozosa y alegre de quien vive en la libertad de los hijos de Dios, y no con el peso y la culpa de no saber cómo vivir o preocupados en el presente y futuro.
            Pidamos al Señor Jesús que nos recuerde siempre que el centro de nuestras vidas es Él y no otra cosa, y que las realidades terrenas debemos vivirlas encarnados pero también en la espiritualidad de lo cotidiano, haciendo presente a Dios en lo de cada día y en cada cosa y persona. Amén. 

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