sábado, 31 de diciembre de 2011

Santa María, Madre de Dios

Domingo 01 de Enero, 2012

Solemnidad

Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos

Que te alaben, Señor, todos los pueblos


Primera Lectura
Lectura del libro de los Números (6, 22-27)
En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo:
“Di a Aarón y a sus hijos:
‘De esta manera bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz’.
Así invocarán mi nombre
sobre los israelitas y yo los
bendeciré”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 66
Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros.
Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora.

Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones.

Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero.


Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4, 4-7)
Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos.
Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor

 Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (2, 16-21)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían, quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su
corazón.
Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.
Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo nacido en la humildad de nuestra carne de María Virgen, esté con todos ustedes.

Hoy celebramos con la liturgia la más grande de todas las fiestas de María Virgen, la de «Santa María Madre de Dios», también la «octava de Navidad» por ser el octavo día solemne vivido como un único día con la solemnidad de la navidad, y además por tradición judía «la circuncisión de Jesús», donde al octavo día del nacimiento del niño se lo circuncidaba y se le imponía el nombre.
Hoy también a nivel civil comenzamos un nuevo año, y celebramos la Jornada Mundial por la Paz. Es decir, celebramos muchas cosas en un solo día.
San Pablo en su carta a los Gálatas en el pasaje que hemos leído, nos enseña en pocos renglones una verdad importantísima para nosotros como cristianos, y nos dice que en la plenitud de los tiempos, porque es en él donde Dios ha enviado a su Hijo, «nacido de mujer y nacido bajo la ley», semejante en todo a nosotros, menos en el pecado, y que al nacer el Hijo de Dios en nuestra carne nos ha alcanzado la gracia mayor de llegar a ser también nosotros hijos de Dios, por eso el espíritu que se nos ha dado nos hace invocar «Abba», es decir, Padre. Y por esta gracia enorme de ser hijos en el Hijo nos da una nueva dignidad, la de ser libres, herederos del amor de Dios. Pero esta gracia, si bien es un don inmerecido que proviene de Dios mismo, nosotros debemos hacerla crecer y fructificar para no perder esa dignidad dejando de lado la herencia o malgastando la herencia que nos ha regalado el Padre. Por tanto es don y tarea la de ser hijos de Dios en el Hijo Único de Dios.
El Hijo de Dios viene en la humildad de nuestra carne, es decir, siendo Dios, y sin dejar de serlo asume en el seno de María nuestra misma naturaleza, por eso mismo ser hijos en el Hijo significa que Dios se hizo como nosotros para que nosotros lleguemos a ser como Él, y Él nos mostró el camino: es el de la encarnación, vivir encarnados como hijos en este mundo y en esta realidad que nos toca vivir haciendo presente a Dios siempre y en todo momento.
En el Evangelio se nos presenta la escena de los pastores que -avisados por los ángeles- van a adorar al niño recién nacido. El evangelista Lucas, resalta que el Niño nace humildemente en un pesebre, entre los pequeños y los humildes, que como los pastores de Belén, esperan al salvador, al Mesías anunciado, y son ellos los primeros en ver y adorar al Niño, y ver realizadas las promesas de Dios. El hecho de que se nombre a los pastores creo que no es casualidad, eran personas no muy bien vistas, algunos con fama de ladrones, eran personas ignorantes y por tanto incapaces de cumplir la ley judía; pues bien, a ellos en primer lugar los ángeles invitan a saludar y a adorar al Mesías recién nacido.
La gran fiesta de la Madre de Dios que hoy celebramos es porque todos los "títulos" o gracias recibidas en María son en atención a los méritos de Jesucristo, y por ser LA MADRE DEL SALVADOR, por eso la honramos como MADRE DE DIOS, no porque haya engendrado o creado a Dios, sino porque María es Madre de LA PERSONA DIVINA DE JESÚS, persona donde existen verdaderamente la dos naturalezas divino-humana sin mezcla ni confusión.

En la primera lectura, la de los Números, nos encontramos con una bendición dada a Aarón, porque Dios la reveló a Moisés para que éste la enseñara a Aarón y sus hijos (los sacerdotes del pueblo de Israel), para que sea usada con pueblo.

Es una buena manera de comenzar el año, recibiendo esta bendición de Dios y de la mano de María como Madre de Dios y Madre Nuestra, pidiendo por la Paz y tratando de vivir en la coherencia de sabernos hijos en el Hijo como don y tarea.

Ponemos en las manos del Señor Jesús y de María este año 2011 que termina y este 2012 que comienza, para que nos ayude a ser mejores personas, mejores cristianos, encarnados donde Dios nos ha sembrado y floreciendo con la gracia de Dios dando testimonio de su gran amor por la humanidad expresada en Jersús. Amén.

1 comentario:

José María Piñeiro dijo...

Hace mucho tiempo estuve viviendo en un convento franciscano como postulante. Nunca olvidaré aquella estancia de un año y medio entre claustros, silencios perfumados y jardines. Lo recuerdo con nostalgia. Aquello fue una intensa experiencia poética.