miércoles, 11 de julio de 2012

Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Domingo 15 de Julio, 2012

Día del Señor
El Espíritu del Señor está sobre mí
Dichoso el que se acoge al Señor

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Amós 7,12-15

En aquellos días, dijo Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, a Amós: "Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios, porque es el santuario real, el templo del país." Respondió Amós: "No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de Israel.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial - Salmo 84
R/ "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación."

            Voy a escuchar lo que dice el Señor: "Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos." La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R/
            La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R/
            El Señor nos dará lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R/

Segunda Lectura
Lectura del Libro de los Efesios (1,3-14)

Bendito sea Dios, Padre nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. 
[Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria. Y también vosotros, que habéis escuchado la palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación, en el que creísteis, habéis sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo prometido, el cual es prenda de nuestra herencia, para liberación de su propiedad, para alabanza de su gloria.]
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (6, 7-13)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: "Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa." Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que su paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            Hoy iniciamos la lectura de la carta a los Efesios que seguirá durante siete domingos. La carta comienza con este himno de alabanza a Dios por la obra realizada en y por Jesucristo.
            Esta alabanza y bendición a Dios Padre se refiere a que nos “ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales”. Porque “Él nos eligió en la persona de Cristo… para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos…” En esta bendición de Dios hacia los hombres se puede palpar que tal gracia que se nos ha concedido –en la mayor de todas y de la cual dependen todas las demás gracias y bendiciones- es la de ser sus hijos, y de poder vivir de manera santa esa elección de su amor a ser verdaderos hijos suyos.
            Y la gracia que habíamos perdido por culpa de Adán, “por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados… Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra”.
            A este punto queríamos llegar, pues estas gracias recibidas, la mayor de ellas: ser hijos en el Hijo, se quebró por el pecado, pero por la sangre derramada de Jesucristo hemos idos liberados del pecado y estamos llamados a recapitular todas las cosas en Cristo.
            Pero para poder llevar a cabo esta recapitulación en Cristo, es decir, hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, además de la gracia divina y la acción de Dios, necesitamos colaborar con esta obra, que “por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria”.
            Tal tarea que realizamos por gracia de Dios se lleva a cabo por un mensaje de salvación: “también vosotros, que habéis escuchado la palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación, en el que creísteis, habéis sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo prometido, el cual es prenda de nuestra herencia, para liberación de su propiedad, para alabanza de su gloria”. Es decir, la Palabra de salvación pronunciada y obrada por Jesucristo, esa que nosotros debemos conocer es la que tenemos que transmitir para que se cumpla este plan de salvación universal.
            La llamada de Dios a Amós y la de Jesús a los Doce, aún el ejemplo de Pablo que transmite su testimonio en la segunda lectura, son un ejemplo de esto que venimos hablando, pues son personas elegidas por Dios de entre la gente misma, es una llamada para todos.
            El ejemplo de Amós nos habla de alguien sencillo, un pastor y campesino que siente el llamado de Dios a dar a conocer a su pueblo su voluntad divina. Y así lo mismo con los Doce: gente de entre la gente misma que por una llamada de Dios, por escuchar la Palabra, por dejarse tocar por Ella, comienzan a evangelizar, a dar a conocer el misterio de la salvación para todos; y así como les sucedió a ellos, nos sucede a nosotros y a todo cristiano que ha sido llamado a evangelizar, a ayudar a cambiar el corazón de la gente.
            En nuestra sociedad actual, que ya no se dice cristiana como antes, o al menos no en cuanto a un compromiso profundo, donde priman otras cosas que hasta a veces son contrarias al Evangelio y al mensaje de salvación. Esto es un signo de llamada de atención a que la Iglesia no puede sentirse tranquila y satisfecha por la gente que pueda haber las parroquias, en las distintas organizaciones cristianas, en la catequesis, etc… todo esto será válido si ven a los cristianos en -medio del mundo- como verdaderos testigos de la fe en Jesucristo, y anunciadores de lo que han visto y oído.
            Por esto mismo la Iglesia como tal debe presentarse ante el mundo como un verdadero testigo transparente del amor de Dios, como una verdadera escuela de evangelización donde cada uno asume su propia fe y a la vez que intenta vivirla con coherencia y compromiso da a conocer a un Dios “que nos ha destinado en la persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos” y ha querido “recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra”; es, en definitiva, ponerse en el camino de Jesucristo: creer en Él y actuar como él.
            Tal movimiento de evangelización tiene que tocar la vida en lo más profundo, para que pueda el mensaje de salvación tener cabida en el corazón de los hombres, y poder sentir los anhelos de una vida más digna, de una mejor comunicación, de bienes compartidos y mejor repartidos, de una convivencia más humana y amable… todo esto será signo de que ya se empieza a realizar esta “recapitulación en Cristo de todas las cosas” y poder –como Iglesia- ser signos y testigos creíbles como hijos de Dios que somos. Amén.

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