sábado, 16 de agosto de 2008

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO Año A


Lecturas: Is 56, 1.6-7; Sal 66; Rm 11, 13-15.29-32; Mt 15, 21-28

Del evangelio según Mateo
Jesús se apartó hacia la zona de Tiro y Sidón. Y he aquí una mujer Cananea, que vino de aquella región, se puso a gritar: "¡Piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está muy atormentada por un demonio". Pero Él no le dirigió ni siquiera una palabra.
Entonces sus discípulos se acercaron y lo suplicaron: “¡Atiéndela, porque viene allí detrás gritando!”. Él contestó: “No he sido mandado si no a las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
Pero ella se acercó y se postró delante de él, diciendo: "Señor, ayúdame". Y él contestó: "No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los cachorros". "ES verdadero, Señor - dijo la mujer -, sin embargo los perritos comen las migas que caen de la mesa de sus dueños."
Entonces Jesús las repitió: "¡Mujer, grande es tu fe! Que suceda como deseas". Y en aquel instante su hija fue curada.

Comentario de la Palabra de Dios:
En el Antiguo Testamento estaba la idea de que la humanidad se dividía en dos, de una parte el pueblo de Dios, Israel, el pueblo de la alianza y de las promesas divinas; y por la otra parte, “las naciones”, es decir, los paganos. La distinción era, sobre todo, religiosa: los paganos eran los que no "conocían a Yahveh" y los que no participaban en la vida de su pueblo elegido. Este punto salvación, en la historia del pueblo de Dios, y en su concepción tiene un movimiento pendular, que oscila constantemente entre un particularismo –digamos- esclusivístico y por otro, un universalismo.
Pero, así dice por el profeta Isaías sobre la acción de Dios:
«Observen el derecho y practiquen la justicia, porque mi salvación está a punto de venir, mi justicia está a punto de revelarse a los extranjeros, que se han adherido al Dios para servirlo y para amar el nombre de Dios, y para ser sus siervos, y a todos los que guardan mi Alianza».
Así Israel, el pueblo elegido y separado por Dios de entre las naciones, se introduce en el proyecto universal de Dios para salvar toda la humanidad.
Y esta salvación se inaugura finalmente con Jesús.
Sin embargo, nos parece extraño aquella actitud inicial de Jesús en el Evangelio de hoy. Uno se esperaría que Él enseguida atendiera el reclamo de la mujer Cananea, abriendo las puertas a los extranjeros, y en cambio sus palabras y sus actitudes son bastante contrastantes: «¿No he sido mandado que a las ovejas perdidas de la casa de Israel»; «No está bien tomar el pan de los hijos para echarlo a los perros». Él, que escuchó el pedido del centurión de Cafarnaúm (Mt 8,10), que curó al leproso samaritano (Lc 17)… ¿No podía hacer el mismo?
Jesús pone a prueba esta mujer Cananea, de la región de Tiro y Sidón. Pero su insistencia y su grito ("¡Piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está muy atormentada por un demonio"), hicieron que los discípulos se acercaran y le suplicaran: "¡Atiéndela, porque viene allí detrás gritando! ". Mas Él la ignoró.
Pero ella se acerca y se postra delante de Jesús, diciendo: "Señor, ayúdame". Y Jesús, con un hablar duro, le contesta: " No está bien tomar el pan de los hijos para echarlo a los perros". "Es verdad, Señor -dijo la mujer- sin embargo los perritos comen las migas que caen de la mesa de sus dueños". Entonces Jesús le dice: "¡Mujer, grande es tu fe! Que ocurra como tú deseas". Y en aquel instante su hija fue curada.

Nos encontramos de frente a una actitud de Jesús un poco extraña, porque después de haber hecho todo este duro discurso, y de rechazar a la mujer, la felicita por su fe y le concede lo que ella le pedía. Se puede decir que Jesús a puesto a prueba la fe de esta mujer al punto de desanimarla en su insitencia. Pero ella ha logrado tener lo que buscó: "¡Mujer, grande es tu fe! Que ocurra como tú deseas".

Muchas veces sucede con nosotros algo parecido, pedimos y gritamos a Dios para que nos conceda algo, algún milagro, pero nos desanimamos enseguida si nuestro pedido y oración no es atendido en el tiempo que creemos oportuno. Y es así que nuestra actitud cambia, pasa de una fe fuerte y confiada, a una fe sin contenido, y a veces una fe sin confianza en lo que pedimos. Otras veces se convierte en una fe enfadada con Dios porque no nos concede aquello que hemos pedido… y hasta para algunos, ésto les hace debilitar y hasta perder la fe: "Porque pido y Dios no me contesta, Dios no me quiere, o Dios no existe, o Dios es malo porque quiere el sufrimiento del hombre"…
¿No será que Dios nos pone a prueba para purificar nuestra fe (que es un poco al estilo "fast food"), para animarnos más, para hacer más fuerte nuestra fe y nuestra vida en Él, para hacer surgir de nosotros la verdadera y más pura fe?
Antes de enojarnos con Dios, pensemos en Su Voluntad. Él no quiere nuestro sufrimiento, quiere nuestra conversión de corazón.

Para finalizar, oremos junto al salmista:

«Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga,
haga resplandecer su rostro sobre nosotros;
para que se conozca sobre la tierra sus caminos,
y su salvación entre todos los pueblos».
Amén.


________________________

XX DOMENICA DEL TEMPO ORDINARIO Anno A
Letture: Is 56, 1.6-7; Sal 66; Rm 11, 13-15.29-32; Mt 15, 21-28

Dal vangelo secondo Matteo

Gesù si ritirò verso la zona di Tiro e di Sidòne. Ed ecco una donna Cananèa, che veniva da quella regione, si mise a gridare: «Pietà di me, Signore, figlio di Davide! Mia figlia è molto tormentata da un demonio». Ma egli non le rivolse neppure una parola. Allora i suoi discepoli gli si avvicinarono e lo implorarono: «Esaudiscila, perché ci viene dietro gridando!». Egli rispose: «Non sono stato mandato se non alle pecore perdute della casa d’Israele». Ma quella si avvicinò e si prostrò dinanzi a lui, dicendo: «Signore, aiutami». Ed egli rispose: «Non è bene prendere il pane dei figli e gettarlo ai cagnolini». «È vero, Signore –disse la donna–, eppure i cagnolini mangiano le briciole che cadono dalla tavola dei loro padroni». Allora Gesù le replicò: «Donna, grande è la tua fede! Avvenga per te come desideri». E da quell’istante sua figlia fu guarita.

Commento della Parola di Dio:
Nell’Antico Testamento c’era l’idea che l’umanità si divideva in due, da una parte il popolo di Dio, Israele, il popolo dell’alleanza, e delle promesse divine; dall’altra le nazioni, i pagani. La distinzione era soprattutto religiosa: i pagani erano coloro che «non conoscono Iahvè» e coloro che non partecipano alla vita del suo popolo. Questo punto della salvezza, nella storia del popolo di Dio, e nella sua concezione ha un movimento pendolare che oscilla costantemente fra particolarismo esclusivistico e universalismo.Ma, così dice il Signore attraverso il profeta Isaia:
«Osservate il diritto e praticate la giustizia, perché la mia salvezza sta per venire, la mia giustizia sta per rivelarsi» agli stranieri, che hanno aderito al Signore per servirlo e per amare il nome del Signore, e per essere suoi servi, e a tutti quelli che guardano della mia alleanza.Così Israele, il popolo scelto e separato di mezzo alle nazioni, si inserisce nel progetto universale di Dio per salvare tutta l’umanità.E questa salvezza si inaugura negli ultimi tempi con Gesù.
Però, ci sembra strano quell’atteggiamento di Gesù, uno ci si aspetterebbe che egli attendesse subito la Cananea di cui parla il vangelo di oggi aprendo le porte agli stranieri, ed invece le sue parole e i suoi atteggiamenti sono contrastanti: «Non sono stato inviato che alle pecore perdute della casa di Israele»; «Non è bene prendere il pane dei figli per gettarlo ai cagnolini». Colui che aveva presso cura del centurione di Cafarnao (Mt 8,10), del lebbroso samaritano (Lc 17)… non poteva fare lo stesso?
Gesù mete a prova questa donna Cananèa, che veniva dalla regione di Tiro e di Sidòne. Ma la sua insistenza e il suo gridare: «Pietà di me, Signore, figlio di Davide! Mia figlia è molto tormentata da un demonio», fecero che i discepoli gli si avvicinassero e lo implorassero: «Esaudiscila, perché ci viene dietro gridando!». Ma egli non le rivolse neppure una parola.
Ma lei si avvicinò e si prostrò dinanzi a Gesù, dicendo: «Signore, aiutami». E Gesù, con un parlare duro, gli rispose: «Non è bene prendere il pane dei figli e gettarlo ai cagnolini». «È vero, Signore –disse la donna–, eppure i cagnolini mangiano le briciole che cadono dalla tavola dei loro padroni». Allora Gesù le replicò: «Donna, grande è la tua fede! Avvenga per te come desideri». E da quell’istante sua figlia fu guarita.
Ci troviamo di fronte ad un atteggiamento di Gesù un po’ strano, perché dopo aver fatto tutto il discorso, e di rifiutare alla donna, la innalza per la sua fede e le concede quello che ella chiedeva. Si può dire che Gesù a messo a prova la fede di questa donna al punto di scoraggiarla nel suo chiedere. Ma lei è riuscita ad avere quello che cercava: «Donna, grande è la tua fede! Avvenga per te come desideri». Tante volte succede con noi qualcosa di simile, chiediamo e gridiamo al Signore perché ci conceda qualcosa, qualche miracolo, però ci scoraggiamo subito se la nostra preghiera non è esaudita nel tempo che crediamo opportuno. Ed è così che il nostro atteggiamento cambia, passa da una fede forte e fiduciosa ad una fede senza contenuto, ed a volte una fede senza fiducia in quello che chiediamo. A volte diventa una fede arrabbiata con il Signore perché non ci concede quello chiesto… e per alcuni, succede a tal punto di perdere la fede: “Perché chiedo e Dio non mi risponde, Dio non mi vuole, o Dio non esiste, o Dio è cattivo perché vuole la sofferenza del uomo…”
Non sarà che il Signore ci mette alla prova per purificare la nostra fede (che è un po’ allo stile “fast food”), per incoraggiarci di più, per rendere più forte la nostra fede e la nostra vita in Lui, per far uscire di noi la vera e più pura fede?
Prima di arrabbiarci con il Signore, pensiamo alla sua volontà. Lui non vuole la nostra sofferenza, vuole la nostra conversione di cuore.
E chiediamo insieme al salmista:
«Dio abbia pietà di noi e ci benedica,su di noi faccia splendere il suo volto;perché si conosca sulla terra la tua via,la tua salvezza fra tutte le genti». Amen.

No hay comentarios.: