sábado, 10 de enero de 2009

BAUTISMO DEL SEÑOR


DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANIA
Año B - Fiesta

Lecturas: Is 55,1-11; Is 12,2-6; 1 Gv 5,1-9; Mc 1,7-11

Queridos hermanos y hermanas en Cristo. Con esta fiesta del Bautismo del Señor se cierra el tiempo de Navidad y se abre nuevamente el tiempo ordinario durante el año hasta el inicio de la Cuaresma.
La fiesta de hoy es muy singular, se nos presenta a Jesús cumpliendo con lo que pide el profeta, la conversión del corazón, y se hace bautizar por Juan el Bautista. Y sucede allí una manifestación de la Trinidad: el Padre que habla del Hijo amado, la Paloma que baja sobre Jesús, y el Hijo presente en el Jordán.

Isaías nos dice: “¿Por qué gastamos dinero en aquello que no es pan, sus ahorros en aquello que no sacia?” Escúchenme, “pongan el oído y vengan a mí, escuchen y vivirán. Yo estableceré con ustedes una alianza eterna”.
“Busquen al Señor mientras se deja encontrar, invóquenlo mientras está cerca. Que el impío abandone su vía y el hombre iniquo sus pensamientos; vuelvan al Señor que tendrá misericordia, a nuestro Dios que perdona en abundancia”.
“Porque como la lluvia y la nieve caen del cielo y no vuelven sin haber mojado la tierra, sin haberla fecundado y haberla hecho germinar, así será la Palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin efecto, sin haber hecho lo que deseo y sin haber cumplido aquello para lo cual fue mandada”.

Con esto el Señor nos invita a ponernos en camino, a dejar de lado el mal, a dejra de lado una vida de pecados o de imperfecciones, con la certeza de que su Palabra también actúa en nosotros y obra lo que Dios quiere, para nuestro bien.
Por eso, como dice el salmista: “Dios es mi salvación; yo tendré confianza y no tendré temos, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, Él es mi salvación”.
Y esto es real, pues “éste es el testimonio de Dios, que él ha dado respecto a su propio Hijo”:
“Jesús vino de Nazareth de Galilea y fue bautizado en el Jordán por Juan. Y en seguida, saliendo del agua, vio abrirse los cielos y al Espíritu descender sobre Él con forma de paloma. Y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado: en quien me complazco”.

Es cierto que debemos poner de nuestra parte para poder llegar a convertirnos, pero también es cierto que contamos con la gracia de Dios. el bautismo de Jesús es un signo de su solidaridad con nuestra débil humanidad, y Él –enquien ya estaba el Espíritu- recibe el Espíritu para dárnoslo a nosotros y así compartir su misma condición de hijos de Dios en el Hijo.
Renovemos hoy nuestras promesas bautismales, renovando nuestra fe y renunciando con una voluntad más decidida a todo aquello que proviene del Maligno y de nuestras inclinaciones, no dando tregua al pecado en nuestras vidas. Amén.

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