martes, 28 de septiembre de 2010

Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario- Ciclo C

Domingo 03 de Octubre, 2010

Día del Señor
Señor, que no seamos sordos a tu voz
Bueno es el Señor con los que en él confían

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Habacuc (1, 2-3; 2, 2-4)
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, y denunciaré a gritos la violencia que reina, sin que vengas a salvarme? ¿Por qué me dejas ver la injusticia y te quedas mirando la opresión? Ante mí no hay más que asaltos y violencias, y surgen rebeliones y desórdenes.
El Señor me respondió y me dijo: “Escribe la visión que te he manifestado, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido.
Es todavía una visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallará; si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 94
Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias.
Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo; él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: “No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras”.
Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1, 6-8. 13-14)
Querido hermano: Te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación.
No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Conforma tu predicación a la sólida doctrina que recibiste de mí acerca de la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (17, 5-10)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó:
“Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería.
¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?
Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’ ”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, el Señor que dirige nuestros corazones para que amemos a Dios esté con todos ustedes.
La liturgia de hoy nos pone en sintonía con lo que vivimos a diario en este mundo un tanto convulsionado y apartado de las cosas de Dios.
En boca del profeta Habacuc está la queja: “¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, y denunciaré a gritos la violencia que reina, sin que vengas a salvarme? ¿Por qué me dejas ver la injusticia y te quedas mirando la opresión? Ante mí no hay más que asaltos y violencias, y surgen rebeliones y desórdenes”. Pero el Señor le respondió al profeta: “Escribe la visión que te he manifestado…
es todavía una visión de algo lejano, pero… no fallará; si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe”.
Estas palabras pueden ser también las nuestras. Viendo tanta violencia, tanta injusticia y opresión, tanta corrupción… sólo nos cabe la queja, y muchas veces ésta va dirigida a Dios, el Todopoderoso, pero no nos damos cuenta que Dios nos creó libres y muchas veces no usamos bien y dignamente de este tesoro en nuestro obrar, y terminamos obrando el mal, siendo malos con los demás, o sufriendo la maldad de los otros. Sea como sea, esperamos que algún día todo esto cambie y podamos vivir como hermanos en este mismo mundo donde Dios nos puso y donde quiere que demos frutos en abundancia.
Frente a todo esto está la promesa de Dios, de que llegará -en algún momento- la justicia, y quien se mantenga justo a los ojos de Dios vivirá, pues aunque haya muerto vivirá por la gracia de Dios y por permanecer en Dios. Pero para esto es necesario que estemos atentos a no dejarnos transformar por el mal de este mundo, por eso hacemos nuestras las palabras de san Pablo: “Te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste... Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación”. Y “no te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor… al contrario, comparte… los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios”. Recuerda que la fe y el amor que has recibido tienen su fundamento en Cristo Jesús. “Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros”.
Y si flaqueara su fe por el camino, no olviden que el Señor ha puesto la fe y la confianza en sus corazón, y que esta fe “aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería”. Amén. 

No hay comentarios.: