martes, 12 de julio de 2011

Decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Domingo 17 de Julio, 2011

Día del Señor
, Señor, eres bueno y clemente
Señor Dios, tú eres mi auxilio

Primera Lectura
Lectura del libro de la Sabiduría (12, 13. 16-19)
No hay más Dios que tú, Señor, que cuidas de todas las cosas. No hay nadie a quien tengas que rendirle cuentas de la justicia de tus sentencias. Tu poder es el fundamento de tu justicia, y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos.
Tú muestras tu fuerza a los que dudan de tu poder soberano y castigas a quienes, conociéndolo, te desafía. Siendo tú el dueño de la fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza, porque tienes el poder y lo usas cuando quieres.
Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una  dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 85
Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Puesto que eres, Señor, bueno y clemente y todo amor con quien tu nombre invoca, escucha mi oración y a mi súplica da respuesta pronta.
Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Señor, todos los pueblos vendrán para adorarte y darte gloria, pues sólo tú eres Dios, y tus obras, Señor, son portentosas.
Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Dios entrañablemente compasivo, todo amor y lealtad, lento a la cólera, ten compasión de mí, pues clamo a ti, Señor, a toda hora.
Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (8, 26-27)
Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero elEspíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu  ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.      

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (13, 24-43)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigodel dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó.
Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’
El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’.
Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores:
Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero’”.
Luego les propuso esta otra parábola: “El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuandocrece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas”.
Les dijo también otra parábola:
“El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar”.
Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta:
Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.
Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo”.
Jesús les contestó:
“El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
            Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
            Continuamos este domingo con las comparaciones que Jesús realiza, tomadas de la vida cotidiana misma. La vez pasada era la parábola del sembrador; ahora se trata de la parábola –entre otras que se anuncian hoy- la del trigo y la cizaña.
Y la comparación que Jesús propone a la muchedumbre se refiere al Reino de los cielos, que “se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores  dormían, llegó un  enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó”.
La escena nos dice de dos siembras, una de algo bueno y otra de algo mal, ambas realizadas por distintas personas. Nadie notó nada extraño hasta que comenzó a crecer el trigo y junto con él la cizaña. Fue entonces cuando los trabajadores fueron a decirle al amo: “’Señor, ¿qué no sembraste buena  semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo.  Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero’”.
            Una vez marchada la gente, entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron que les explicara la parábola de la cizaña sembrada en el campo.
Jesús les contestó: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”.
            Si bien la parábola ya tiene su explicación, podemos enriquecer la explicación desde las otras dos lecturas de la liturgia de hoy.
            Notemos cómo en el diálogo de los trabajadores con su señor, hay una diferencia, los primeros quieren arrancar la cizaña de una vez por todas para que el trigo pueda crecer sin problema, pero el dueño del campo se los prohíbe, porque dice que se puede correr el riesgo de cortar cizaña y trigo a la vez, y eso sería desastroso.
El libro de la Sabiduría nos dice algo al respecto de lo que significa esta actitud de espera del dueño del campo. Dice en una parte: “Siendo tú el dueño de la fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas  con delicadeza, porque tienes el poder y lo usas cuando quieres”. Dios es el dueño del campo que es el mundo, y si bien tiene poder sobre él, obra con misericordia y delicadeza, porque el poder más grande de Dios es su misericordia. El Señor no quiere que corten la cizaña sino que les da una oportunidad. Si bien la cizaña no puede transformarse en trigo y viceversa, podemos ver que en el mundo se dan juntos hombres y mujeres tanto buenos como malos (o que no llegan a descubrir la bondad por distintas situaciones y circunstancias de la vida). Es más, dentro de cada uno de nosotros se debaten el trigo y la cizaña, y con todo esto Dios enseña a su pueblo que el justo debe ser humano, debe comportarse  como buena persona, y con esto nos deja una lección: que nos llena a nosotros -sus hijos- de una  “dulce esperanza, ya que al  pecador le das tiempo para que se arrepienta”.
El Señor no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva, por eso nos mira con compasión, con amor, con misericordia, y nos da una esperanza de vida junto a Él, sólo que si no hay un cambio de nuestra parte, ese tiempo de gracia que nos concede un día se terminará, porque no podemos vivir negando siempre la gracia que viene de Él si en verdad queremos volver a Él y seguir sus huellas.
Por eso, como dice san Pablo, “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros  no sabemos pedir lo que nos conviene; pero elEspíritu mismo intercede por nosotros...” sólo que debemos estar atento al paso de Dios en nuestra vida para no desaprovechar las oportunidades que Él nos da.
Sí, y esto es así porque “Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu  quiere decir, porque el Espíritu  ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen”.
            Vivamos entonces con una actitud de conversión, y si no la tenemos, pidamos a Dios que nos conceda esta gracia, para que en el día a día, donde nos encontramos con la cizaña y el trigo, sepamos que Dios nos espera, que nos tiene paciencia, que nos sostiene y acompaña, y que quiere nuestra salvación. Amén.

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