Domingo 31 de Julio, 2011
Día del Señor
Dios mío, ven en mi ayudaAbres, Señor, tu mano y nos sacias de favors
Lectura del libro del profeta Isaías (55, 1-3)
Esto dice el Señor: “Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo que no alimenta?
Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán.Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 144
Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores.El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas.
A ti, Señor, sus ojos vuelven todos y tú los alimentas a su tiempo. Abres, Señor, tus manos generosas y cuantos viven quedan satisfechos.
Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (8, 35. 37-39)Hermanos: ¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni creatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (14, 13-21)Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. Pero Jesús les replicó:
“No hace falta que vayan.
Denles ustedes de comer”.
Ellos le contestaron:
“No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”.
El les dijo: “Tráiganmelos”.
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto.
Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente.
Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del mundo por medio de la acción del Espíritu Santo.
La lectura de este domingo es una exhortación que ofrece una clave de lectura para comprender toda la segunda parte del libro., y termina con el texto que compara la Palabra de Dios con la lluvia.
tanto el hambre como la sed son necesidades fundamentales, esta necesidad vital mirada desde la fe sirve para mostrarnos que la Palabra de Dios es algo más que un mensaje divino; es necesidad que alimenta nuestro ser y nos da vida.
así la Palabra de Dios se convierte en un manjar que puede ser degustado por pura gratuidad.
El profeta Isaías nos invita a degustar los dones que Dios nos ofrece. Lo mismo sucede con la Palabra de Dios, donde se nos invita y llama a hacer de este ‘valle de lágrimas’ un jardín donde florezca la justicia y la sabiduría (Sal 72, 1-9).
La multiplicación de los panes y los peces nos invita a considerar que no es únicamente con la satisfacción de las necesidades básicas lo que nos conduce al Reino de los Cielos. Jesús viendo a la multitud pidió a los discípulos que ayudaran a cubrir las necesidades de la gente, pero los discípulos no supieron responder, es muy fácil -cuando no se tienen los medios necesarios para cubrir las necesidades- despedir a la multitud hambrienta para que cada cual consiga lo necesario para subsistir. Jesús no quiere eso, sino que él mismo pide a los suyos que sean ellos quienes se ofrezcan a ser agentes solidarios entre el pueblo, ofreciendo lo que son y lo que tienen por poco que sea.
Lo que Jesús quiere con todo esto es que se hagan cargo los discípulos de la gente, que sean solidarios y compasivos con ellos, y que a su vez sepan que Dios puede hacer algo más a partir de lo poco que puedan a portar. Así, a partir de unos pocos panes y peces se realiza el milagro de la multiplicación saciando a la multitud.
Tal milagro nos pone en sintonía con la primera lectura del profeta, y es en y con Jesús que se ven realizadas las promesas de Dios sobre su pueblo: ser alimentados no sólo del pan material sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Miremos nuestras vidas, ¿qué es de lo que tenemos habre y sed? Jesús nos invita a tener hambre y sed del verdadero alimento que sacia y da la vida: su Palabra.
Que nada ni nadie pueda apartarnos del amor de Dios que es capaz de llenar una vida, busquemos primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura.
Amén.
tanto el hambre como la sed son necesidades fundamentales, esta necesidad vital mirada desde la fe sirve para mostrarnos que la Palabra de Dios es algo más que un mensaje divino; es necesidad que alimenta nuestro ser y nos da vida.
así la Palabra de Dios se convierte en un manjar que puede ser degustado por pura gratuidad.
El profeta Isaías nos invita a degustar los dones que Dios nos ofrece. Lo mismo sucede con la Palabra de Dios, donde se nos invita y llama a hacer de este ‘valle de lágrimas’ un jardín donde florezca la justicia y la sabiduría (Sal 72, 1-9).
La multiplicación de los panes y los peces nos invita a considerar que no es únicamente con la satisfacción de las necesidades básicas lo que nos conduce al Reino de los Cielos. Jesús viendo a la multitud pidió a los discípulos que ayudaran a cubrir las necesidades de la gente, pero los discípulos no supieron responder, es muy fácil -cuando no se tienen los medios necesarios para cubrir las necesidades- despedir a la multitud hambrienta para que cada cual consiga lo necesario para subsistir. Jesús no quiere eso, sino que él mismo pide a los suyos que sean ellos quienes se ofrezcan a ser agentes solidarios entre el pueblo, ofreciendo lo que son y lo que tienen por poco que sea.
Lo que Jesús quiere con todo esto es que se hagan cargo los discípulos de la gente, que sean solidarios y compasivos con ellos, y que a su vez sepan que Dios puede hacer algo más a partir de lo poco que puedan a portar. Así, a partir de unos pocos panes y peces se realiza el milagro de la multiplicación saciando a la multitud.
Tal milagro nos pone en sintonía con la primera lectura del profeta, y es en y con Jesús que se ven realizadas las promesas de Dios sobre su pueblo: ser alimentados no sólo del pan material sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Miremos nuestras vidas, ¿qué es de lo que tenemos habre y sed? Jesús nos invita a tener hambre y sed del verdadero alimento que sacia y da la vida: su Palabra.
Que nada ni nadie pueda apartarnos del amor de Dios que es capaz de llenar una vida, busquemos primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura.
Amén.
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