Domingo
11 de Diciembre, 2011
Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador
El Espíritu del Señor está sobre mí
Primera
Lectura
Lectura
del libro del profeta Isaías (61, 1-2. 10-11)
El
espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado
para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de
corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la
libertad a los prisioneros y a pregonar el año de gracia del Señor.
Me
alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en mi Dios,
porque me revistió con vestiduras de salvación y me cubrió
con un manto de justicia, como el novio que se pone la
corona, como la novia que se adorna con sus joyas.
Así
como la tierra echa sus brotes y el jardín hace germinar lo sembrado
en él, así el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todas
las naciones.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
Salmo
Responsorial Lucas 1
Mi
espíritu se alegra en Dios, mi salvador.
Mi
alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi
salvador, porque puso los ojos en la humildad de su esclava.
Desde
ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en
mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y
su misericordia llega, de generación en generación, a los que
lo temen.
A
los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin
nada. Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su
siervo.
Segunda
Lectura
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5, 16-24)
Hermanos:
Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión,
pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús.
No impidan la acción del Espíritu Santo, ni desprecien el don
de profecía; pero sométanlo todo a prueba y quédense con
lo bueno.
Absténganse
de toda clase de mal. Que el Dios de la paz los santifique a ustedes
en todo y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, se
conserve irreprochable hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo.
El que los ha llamado es fiel y cumplirá su promesa.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
Evangelio
†
Lectura del santo Evangelio según san Juan (1,
6-8. 19-28)
Gloria
a ti, Señor.
Hubo
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como
testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por
medio de él. El no era la luz, sino testigo de la luz.
Este
es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron
desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién
eres tú?” El reconoció y no negó quién era. El afirmó: “Yo
no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues?
¿Eres Elías?” El les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el
profeta?” Respondió: “No”.
Le
dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta
a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les
contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto:
‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció
el profeta Isaías”.
Los
enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron:
“Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el
profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de
ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás
de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de
sus sandalias”.
Esto
sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan
bautizaba.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Comentario a la Palabra de Dios
Queridos hermanos y hermanas, que el
Dios de la vida permanezca siempre con todos ustedes y que la paz de Cristo
habite en sus corazones y sean signo de la presencia del Amor en medio del
mundo por medio de la acción del Espíritu Santo, en la espera gozosa del Señor
que viene.
Continuando con los relatos de estos domingos de
adviento, el profeta Isaías invita a todo el pueblo que está
volviendo del destierro, a confiar, invita a la esperanza, porque las promesas de
Dios se cumplirán poco a poco porque la acción de Dios es efectiva y eficaz. En
este tercer domingo se nos invita a la alegría de la esperanza, porque Dios
anuncia «buenas noticias» de esperanza a los pobres de Yahveh. Dios, que
mantiene su Alianza y su promesa, no abandona, por más que haya dificultades al
regreso, porque el Señor hará germinar la justicia, la paz y la alabanza en
todo el país.
El salmo nos ayuda a la alabanza por la acción
de Dios en la vida de su pueblo mediante la oración de María cuando visita a
Isabel (llamado Magnificat); dicha oración tiene su base en el
cántico de Ana (1Sam 2, 1-10): allí se expresa –mediante las palabras de maría
y de Ana- que Dios obra a favor de los pobres y humildes del pueblo, y los
poderosos son sacados de sus tronos; también se nos invita a seguir confiando
de que el pueblo de Israel verá el favor de Dios cumpliendo la promesa
hecha a Abraham (Gn 15,1; 17,1). Y el canto de María se nos presenta en este
domingo porque es en Ella y por Ella donde Dios hizo proezas con su brazo por
los humildes y los más débiles del pueblo.
En la lectura de Pablo a la comunidad de
Tesalónica, invita a la fidelidad, a abstenerse de todo mal, a vivir
irreprochables hasta la venida de Jesucristo. Se percibe que la comunidad vive
con algunos problemas, pues pide abstenerse del mal y juzgar lo bueno y
quedarse con ello, y por sobre todas las cosas, invita a confiar en el Señor
que es fiel y cumple su promesa, puesto que nosotros somos frágiles y débiles,
la confianza debe estar puesta en Él. Por esto que Pablo los llama a estar
alegres, a orar constantemente, a no dejarse desanimar, a examinar todo y
quedarse con lo bueno.
El Evangelio de Juan nos presenta nuevamente el
testimonio de Juan el Bautista, que profundizamos en este tiempo de adviento.
La lectura habla del testimonio de Juan y muestra que los dirigentes judíos envían
delegados para preguntarle si es el Mesías o Elías que prepararía la llegada
del Mesías. Juan sólo dice que es la voz que clama en el desierto, que prepara
la venida del Mesías; por otra parte es sobre lo que hablan los textos de
Isaías, como el del domingo pasado donde hace referencia a esa voz que clama en
el desierto preparando la venida del enviado por Dios. La respuesta produce otra
pregunta: si él no es el Mesías… ¿por qué bautiza? Simplemente responde que su bautismo
de agua es un bautismo purificador, pero el que está en medio de ustedes es más
poderoso (el Mesías, el Cristo).
Si se ve detalladamente el relato, el evangelista intenta
poner en claro que la figura de Juan el Bautista es de gran importancia para
las primeras generaciones y comunidades cristianas, pues es quién preparó y
precedió al Mesías, pero se remarca esa relación de inferioridad con el Cristo
porque muchos continuaron creyendo más en Juan el Bautista que en el Mesías. De
por sí, la figura de Juan fue importante, y a la vez un crítico ante el poder
romano y de Herodes, y su coherencia de vida fue lo que le llevó a la muerte.
Fue un hombre coherente y entregado a su misión y por eso su figura fue clave e
importante para los primeros cristianos. Pero no debemos olvidar que Juan era
sólo una voz que clama y prepara la venida del Cristo. Así nosotros estamos
llamados a ser otros “precursores” en esta realidad donde Dios nos pide que
vivamos encarnados, sin desanimarnos, sabiendo que Dios es fiel a sus promesas
y a su alianza. Amén.
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